Tener vida eterna abre la oportunidad de que nuestras acciones temporales, lo que manifestamos con nuestra alma y cuerpo, participen esa extraordinaria eternidad.
Toda voz enseña. Sea cual sea la voz que se lleve nuestra atención, traerá instrucción a nuestra vida. Es decir, que la voz que absorbe nuestra atención se vuelve pedagogía directa o indirecta.