A lo largo de los Evangelios podemos ver cómo a Jesús le encantan las preguntas. Únicamente hay una que dirigió a Pedro, uno de su círculo más cercano, y que apunta directamente a la naturaleza de su amor: “Pedro, ¿me amas?”
El pecado no produce odio de Dios hacia nosotros, sino compasión. Como seres humanos, tenemos una enfermedad que, eventualmente, terminará matándonos a todos, y es el pecado.
Porque nos fue dada “gracia sobre gracia”. Esto representa un continuo fluir, sin límite, de la gracia de Dios representada en Jesús, que está disponible constantemente para nuestra vida.