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¿Me amas?

A lo largo de los Evangelios podemos ver cómo a Jesús le encantan las preguntas. En este mundo de la inmediatez, en muchas ocasiones anhelamos primero la respuesta rápida antes de pararnos en búsqueda por la pregunta acertada. Sin embargo, Jesús ama los interrogantes, sobre todo aquellos que revelan condiciones profundas del corazón que van más allá de una necesidad física. Entre sus centenares de preguntas, únicamente hay una que dirigió a Pedro, uno de su círculo más cercano, y que apunta directamente a la naturaleza de su amor: “Pedro, ¿me amas?” (Juan 21: 15 – 19)

¿Cómo reaccionarías tú? ¿Cuál sería tu respuesta si Jesús, el único dador de amor pleno que le llevó al madero, te mirara con sus infinitos ojos de compasión mientras te pronuncia tal pregunta? ¿Qué le dirías? Ahí todos veríamos cómo nuestras palabras pasarían a un segundo plano. En ese momento, nuestras acciones dejarían de pesar tanto como descubrir quién es el centro de nuestros corazones. Es aquí donde Jesús nos abraza, comprendiendo que no habrá amor que supere la altura y precio de su cruz, para iniciar el mayor anhelo del Padre: redimirnos sin importar las veces que le hayamos negado. 

La realidad es que muchos hemos sido Pedro alguna vez. Quizás nos hemos visto en situaciones de dificultad donde, guiados por un profundo temor, nos hemos dejado llevar por una respuesta rápida, una mentira que implique no exponernos por la causa de Cristo o simplemente hemos decidido amarnos más a nosotros mismos. Muy probablemente Pedro, tras negar tres veces a Jesús e inmerso en su propia mentalidad de justicia humana, esperara “una merecida exhortación” o “una lógica respuesta” tras haberle abandonado en su peor momento. Pero todos sabemos que no, Pedro se encontró con tres preguntas, tres interrogantes que restituyeron sus tres negaciones y además, reafirmaron y empoderaron su ministerio.

Recuerdo una conversación con el Espíritu Santo donde no habían respuestas, todas eran preguntas que iban revelando unas tras otras la condición de mi corazón. Fue una de las mejores conversaciones que he tenido hasta ahora con Dios, y parecía como si mis respuestas no se expresaran en palabras, sino en las profundidades de mi alma. De hecho, son preguntas que hasta el día de hoy retumban en mi caminar junto a Él, interrogantes que reenfocan mi vida y llamado: “¿Acaso vale más tu reputación que mi sangre? ¿Acaso vale más el ser visto por la humanidad que la propia cruz? ¿De verdad me amas cómo para sufrir el rechazo de otros por mi nombre?”

Es en instantes como estos, como los vividos por Pedro, donde aún en medio de las mil preguntas que podamos tener, nuestro corazón atraviesa el fuego de su amor, para experimentar la gracia divina que nos sostiene. Es aquí, en su abrazo inmerecido, donde vivimos que todo se trata de Él. Porque al final, aunque nuestra alma en muchas ocasiones ansíe réplicas, debemos recordarle que ya podemos disfrutar de la mejor respuesta: ahora tras cada “¿Me amas?” se esconde una nueva oportunidad para que nuestro corazón contemple la cruz. Es su réplica de amor ya sellada sin importar las veces que le hayamos fallado. 

¿Te sientes Pedro? Dios ha visto toda tu vida, las veces que le ibas a obedecer y las que no, y en su voluntad te ha elegido. Hoy es el día para que te dejes envolver en sus preguntas de amor, para que tu vida quede cautivada por la respuesta viva que sigue haciéndose eco desde hace dos mil años atrás y que hará responder genuinamente a tu corazón. 

Marta Durán
Marta Durán
Nació en Cádiz, en un pequeño pueblo del sur de España. Licenciada en Periodismo y Márketing Digital, su gran pasión siempre ha estado entre sus manos desde temprana edad: observar el mundo desde tras la cámara. Ahora, su corazón arde por exaltar a Jesús en sus diferentes formas de expresión de arte y que su nombre sea afamado.

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