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Misionar en Córdoba

En JuCUM tengo la oportunidad de servir en el Reino de Dios, pero por sobre todas las cosas, Él me honra cada vez que puedo escuchar su voz.

Son tantas las historias vividas que fue difícil elegir cuál compartirte; sin embargo, quiero contarte uno de los hechos más relevantes en mi vida. 

Trece años atrás, sobrevivía con mucha tristeza y dolor las situaciones familiares y las malas decisiones me habían agotado. En ese momento no había “algo”  que saciara la profunda necesidad interior, busqué varias alternativas y nada.  En cierta ocasión, escuché acerca de JuCUM, aunque al principio pensé que era un país o algo así, después descubrí que no tenía nada que ver con eso, ya puedes darte cuenta, nunca un 10 en geografía.   

A los 18 años emprendí un viaje rumbo a Argentina buscando una vida diferente, vida en la que estaba completamente segura de encontrar a Jesús

En ese momento no sabía cómo hacerlo. No fue un proceso fácil, pero sí, glorioso. Llegue a JuCUM pensando: “Dios me va a restaurar y voy a poder seguir adelante con mis planes y proyectos”: una carrera profesional, un buen trabajo, viajar, tener una casa, un auto, como se dice popularmente, “Ser alguien en la vida”.  Lo sé, estaba muy equivocada.

Recuerdo la primera vez que escuché la voz de Dios, fue en un tiempo de oración grupal. No voy a negar, tenía muchas dudas y hasta incredulidad; pero fui sorprendida, me sentí especial.  ¡Dios me habló! Ese día no solo comprobé que Dios podía hablarme, sino que quería más, quería escuchar lo que Él tenía para decir, y al parecer Él también tenía esa intención. 

Poniendo las cosas en su lugar… 

Estaba avanzando, cada vez que el Señor me hablaba, dudaba menos. En mi primer viaje misionero, unos días antes de finalizar mi Escuela de Discipulado y Entrenamiento, le dije a Dios: “Estoy lista para volver”, y Él me respondió: “Quédate en JuCUM Córdoba, hecha raíces, no es el momento de regresar a Colombia, porque la obra que Yo comencé en ti, la voy a perfeccionar”. 

En ese momento parecía que retrocedía, no podía creer que el Señor me estuviera pidiendo algo así, de repente todo lo maravilloso que era escucharlo a Él se desvanecía. Empecé a invadirlo con preguntas: “¿Y mis planes?”, “¿Mi familia?”,  “¿Cuánto tiempo?”,  “¿Y el dinero?”, “¿Acaso no me conoces?, ¿ no puedes continuar tu obra conmigo en Colombia?”. 

¿Y sabes?, para cada una de ellas, Dios tuvo respuesta, aunque me aterrorizaba lo que Él me estaba pidiendo,  en el fondo lo disfrutaba, estaba teniendo una charla con mi Señor. Y lo disfruté mucho más cuando abracé mi llamado de servir a tiempo completo en nuestra comunidad misionera. Esta ha sido de las mejores oportunidades de Dios para conocerlo,  escucharlo.

A lo largo de estos años me he encontrado en diferentes escenarios, algunos cargados de mucha presión y otros no tanto.

En esta travesía conocí y caminé junto con otros pioneros de aquel momento, en donde pudimos reconocer la identidad que Él nos daba como ministerio. 

La visión del Señor era más amplia que la nuestra, sus palabras de afirmación fueron: Somos sus hijos apasionados por su presencia, una comunidad de fe generosa que no se detiene, un ejército de todas las naciones que responde a su llamado en adoración.

Escuchamos la voz de Dios para caminar en obediencia, comunicar con integridad su palabra y llevar el mensaje de vida que es Jesucristo. Comprometidos a formar discípulos de Jesús y alcanzar las esferas de la sociedad. Entrenándolos para conquistar y abrazar en su amor las generaciones.

Mirando hacia atrás podemos ver que mucho de esto se ha cumplido en cada persona que formó parte de esta gran historia, del sueño nacido de Dios, sueño que aún continuamos alcanzando. 

Para acortar la historia,  reconozco, a mi carne le costó y mucho, pero en medio del temor que me daba tomar una decisión así, tenía mucha paz. Después de todo le creí al Señor y pensé: “No quiero la vida insípida que tenía”. Una vez escuché que toda decisión tiene un resultado,  ya sea para bendición o frustración. Cada camino que he tomado me llevó a un destino y he aprendido que el camino que quiero elegir es el de seguir a Jesús.

Hoy, doce años después de una vida sin esperanza, Dios me ha honrado más de lo que podía imaginar. Me dio vida, una maravillosa familia, mi esposo y mis dos hijos, un llamado, la oportunidad de servir en su Reino, pero por sobre todas las cosas me honra cada vez que puedo escuchar su voz. 

María Fernanda Briceño
Nació en la ciudad de Bogotá, Colombia. Hace doce años es misionera en Argentina. Es directora de JuCUM Córdoba.

JUCUM
JUCUMhttp://jucumitu.com.ar
Juventud Con Una Misión es una comunidad misionera de cristianos provenientes de diferentes trasfondos, culturas y tradiciones cristianas, dedicados a servir a Jesús alrededor del mundo. Servimos principalmente de tres maneras: a través del entrenamiento, la proclamación del Evangelio y al preocuparnos por aquellos en necesidad. Actualmente trabajamos en más de 1,200 lugares en alrededor de 180 países.

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