De joven, conocí a varios misioneros e incluso experimenté algunas actividades misioneras; dejé mi ciudad, mi zona de confort, y me trasladé a otros lugares para servir.
Mi incapacidad para frenar una seguidilla de frustraciones fue la clave para enfocarme en aquello que cambiaría mi trayectoria y experiencia como profesional y empresario.
Con la muerte del Hijo, Dios llora con nosotros al considerar nuestras aflicciones momentáneas de esta vida; en su resurrección, el Señor nos hace partícipes de la vida eterna en su presencia.
He aprendido a vencer a mis enemigos más internos, a conocer más el corazón del Padre y camino cada día abrazando cada sueño que tiene para mí y mi familia....