Hablar de misiones es hablar de etapas, como la mariposa. Algo que se arrastra y hasta puede parecer que es inofensivo o insignificante puede llegar a convertirse en la más hermosa y llamativa mariposa. Solo el que los vive puede entender la magnitud y la importancia de los procesos.

Llevo más de veinte años en el campo misionero, y ha sido una vida que jamás cambiaría por nada. Aunque los procesos hayan sido un mar de sabores dulces, agrios y algunos hasta amargos. Sabores distintos, procesos diferentes son los que me han llevado a disfrutar de aventuras coloridas.

Habían pasado cuatro años desde nuestra apertura como Misión en Puerto Rico (hoy llevamos seis). Tuvimos un fuertísimo huracán en medio de una necesidad económica e hicimos una movilización masiva. Recibimos y llevamos equipos de gente alrededor de la isla para que ayudaran en la reconstrucción y reparación de viviendas de personas que lo perdieron todo.

Teníamos una casa, alquilamos otra aledaña, y aun así el espacio para recibir los equipos de colaboradores no era suficiente. En una casa para capacidad de 15 personas acomodábamos entre 50-60. Todavía no sabemos cómo lo hacíamos.

Teníamos solamente nuestros autos, así que viajábamos dos y tres veces de la base al lugar de encuentro para llevar los equipos. Nos desgastábamos, estábamos sin recursos y sin posibilidades. Orando y buscando al Señor le preguntábamos: ¿Cómo íbamos a hacer? ¿Cómo podíamos seguir funcionando?

Mi esposo es un hombre de fe, de visión. Un día me dijo: “Sheila, yo estoy orando para que el Señor nos dé una movilidad y nos dé una propiedad más grande, sin pagar”. Lo miré, pensando una y otra vez en el que le decía al Señor: “Dios no le falles”.

No era incredulidad, es que habíamos pasado por tanto, estábamos frente a tantos desafíos y ver la realidad en la que estábamos como país ante la destrucción del huracán, me llevaba a pensar que eso que él estaba orando era difícil de cumplir. Le dije: “Solo un loco inversor que venga a visitarnos y nos dé lo que tu pides, será la única manera de poder tenerlo”. Nos miramos, nos reímos y sé que en lo profundo de nuestro corazón pensamos: “Quién dice que Dios no pudiera hacer esto”.

Para hacer el cuento corto, así fue. Semanas más tarde llegó el inversor que hizo una donación de 50 mil dólares para nosotros y con los cuales pudimos comprar 2 vehículos para movilizar los equipos. Y no solo pagó, sino que buscó los mejores para nosotros. El proceso de la mariposa estaba en marcha.

Resuelta la movilidad de los equipos, y ya teniendo fortaleza suficiente, podíamos mover gente y también equipos, ¡maravilloso! pero en el alojamiento seguíamos igual. La misma pequeñísima cocina para más de 75 personas en las tres comidas diarias.

Mientras tanto, mi esposo seguía orando

Él seguía esperando la propiedad más grande para nosotros, y sin costo. Además, no teníamos el equipamiento necesario para reparar los techos. No teníamos ni un peso y nos suspendieron la electricidad por falta de pago.

Estábamos ayunando y orando por provisión para pagar la luz, pero a la misma vez orábamos para tener las herramientas para el trabajo. Sin luz, sin herramientas, y mi esposo confiando y creyendo que venía una propiedad más grande para nosotros totalmente gratuita.

Antes de que cayera la noche, uno de los jóvenes de nuestro equipo salió a tirar la basura y encontró a dos hombres quienes le pidieron cierta información. Él respondió y uno le solicitó usar el baño. Cuando entró y encendió la luz, se dio cuenta de la falta de energía y preguntó qué había pasado. Al salir de la casa, miró al joven y le dijo: “Dios me habló de darte este dinero para la luz”. Era la cantidad justa para pagarla. ¡Ya teníamos luz! ¡Dios envió a un desconocido a cubrir eso!

Luego, nos llamó una persona extranjera diciendo que quería visitarnos y que Dios le había hablado de llevarnos a una ferretería y comprarnos ¡todos los materiales que necesitáramos para la reparación del techo y para cortar los árboles! Así tuvimos todo lo necesario.

Para terminar, a los meses de este milagro, nos llamó un pastor amigo diciendo que tenía una propiedad y que quería ayudarnos en nuestra misión. Nos la iba a prestar durante cinco años, pagándonos también el agua y la luz y también nos prestaba un almacén para poner todos los materiales que necesitáramos guardar.

Son los milagros de Dios. Él es un Dios de milagros. Debemos obedecer y Él será quien contestará nuestras oraciones. Ser perseverantes y fieles en permanecer en las promesas de Dios, aunque no tengamos o veamos nada. No enfocarnos en lo que nos falta, sino ser agradecidos con lo que nos va dando día a día. El Señor siempre contesta y escucha nuestras oraciones y no nos hace carecer de nada. Al final, nuestros proyectos son de Él. Como las mariposas, mediante procesos podremos volar.

Sheila H. Lopez Hernandez
Misionera por mas de 20 años. Junto a su esposo, Julio Aguilera, Argentino, lideran la Base de JUCUM Urbano Puerto Rico. Madre de 3 hijos, Milena, Briana y Santiago Educadora.

Juventud Con Una Misión es una comunidad misionera de cristianos provenientes de diferentes trasfondos, culturas y tradiciones cristianas, dedicados a servir a Jesús alrededor del mundo. Servimos principalmente de tres maneras: a través del entrenamiento, la proclamación del Evangelio y al preocuparnos por aquellos en necesidad. Actualmente trabajamos en más de 1,200 lugares en alrededor de 180 países.