Me gustaría irme a vivir solo, pero estoy cómodo y tengo sentimientos de culpa por abandonar a mis padres. ¿Qué dudas se presentan y cómo enfrentarlas ante esta decisión?
Llega un momento en la vida de cualquier persona, por lo general ocurre entre la adolescencia y la adultez joven, en donde puede surgir la idea o la inquietud de dejar ese hogar en donde uno creció con sus padres, para dar un paso hacia la madurez de irse a vivir solo. Es un proceso donde se produce una separación-individuación de la familia de origen para dar lugar a un proyecto nuevo. Muchas veces este proyecto conlleva ciertas responsabilidades que antes no se tenían en cuenta, por eso quizás hoy no son tantos los que toman ese camino, sino que deciden esperar un poco más.
Por un lado, entendemos lo saludable que es ver en los hijos la necesidad de alcanzar esta independencia, pero estamos notando, a raíz de nuestras consultas en @cti.psicologia, que las ansiedades o temores respecto del futuro, así como la carga emocional y financiera que esto acarrea, produce un letargo en la decisión. Por eso, consideramos importante alentar a los que se sienten preparados para tomar este camino, aquellos que sienten que sus motivos son sanos como para generar un crecimiento personal, o que simplemente tengan el deseo, la iniciativa y el impulso para tomar la decisión correcta.
Hay varios motivos por los que uno decide irse a vivir solo o dejar el hogar, entre los más comunes suelen estar: la necesidad de independencia, el irte a vivir con algún amigo con el cual te identifiques. También puede ser por un tema de ubicación geográfica, vivir cerca de tu trabajo o del lugar en donde estudias, o bien otro motivo que sigue mencionándose a menudo es por un desarrollo personal, por el hecho de “crecer”.
En el lado opuesto, es bueno mencionar que también existen motivos menos saludables por los cuales una persona decide irse a vivir sola, estos pueden ser relaciones familiares tóxicas, la necesidad de huir del hogar por violencia o discusiones frecuentes o simplemente por falta de espacio.
No solo hay que tener en cuenta que el motivo es el principal motor de la salida o mudanza, sino que hay que poder analizar si ese motivo es resultado de una búsqueda de crecimiento personal o como una vía de escape. En esos casos no es aconsejable tomar la decisión de irte sino que lo recomendable es que repases y pienses bien cuáles son los motivos reales que te llevan a tomar esa decisión.
“Es posible que si tomas las decisiones equivocadas el impacto o las consecuencias sean mucho peores en el futuro”.
Los padres
Muchos jóvenes se angustian pensando en qué dirán sus padres si ellos les comparten lo que desean; el irse de sus casas les genera culpa por dejarlos ¿Se sentirán mal si me voy?
Creo que es importante que en toda decisión que tomes tengas en cuenta a tus padres, el poder hablar con ellos y preguntarles cómo se sienten o cuál es su preocupación te dará la seguridad y confianza necesarias para tomar la decisión correcta.
La mayoría de los padres busca la felicidad y la independencia de sus hijos, pero es posible que debido a sus experiencias puedan estar pensando en algo que aún no hayas tomado en cuenta o que tengan un buen punto de vista que valga la pena evaluar. En los padres surge el miedo a extrañarlos demasiado, el miedo a que sus hijos no puedan.
Si se hablan todos estos temas en familia o, en un ámbito terapéutico, muchas veces ayuda a despejar la mente de ansiedades anticipatorias que influyen de manera negativa en el proceso.
Es importante que, dependiendo de la edad que tengas al hablar con tus padres, si después de haber conversado de forma franca y teniendo condiciones óptimas para poder dar este paso, tus padres aún siguen expresando ciertos miedos o ansiedades, reconsideres y tomes en cuenta sus preocupaciones. Ellos te conocen y en general saben, por amor y experiencia, que es bueno para vos.
Si aun así y a pesar de todo creés que estás en el camino correcto, no te detengas. Este es un paso necesario y lógico y a veces los padres también tienen que acostumbrarse a la idea. Es posible que a algunos les cueste más que a otros. Dales un tiempo, contales con anticipación, que no sea una decisión que se tome de un día para el otro.
“Lo bueno y prudente es que ambas partes se puedan ir acostumbrando a la idea y que todos estén tranquilos de que esta es la mejor decisión para vos”.
Es fundamental que si aun así tenés dudas, sentís que no es el mejor momento o no podés vencer la culpa, consultes a un profesional. Siempre se puede conseguir un terapeuta entrenado en temas de familia que te ayude a revisar todas las causas, los motivos y ayudarte a reflexionar para tomar la mejor decisión.