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AGOTAMIENTO:La gota que colmó el vaso

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mujeres

Estallamos cuando hay una constante en nuestro día a día: dar demasiado y recibir muy poco. Esto produce agotamiento.

Muchas veces asumimos un sin número de responsabilidades, estamos disponibles para todos, nos pasamos la vida haciendo felices a los demás y nunca es suficiente. Entonces, el pasado nos visita sin que lo llamemos y retumban en la mente frases como: “Toda la vida tuve que se madre de mi madre, estoy agotada”; “Entregué todo por mis hijos y ni me valoran”; “Me siento invisible”.


Como resultado de esa entrega constante, y hasta desmedida, aparece el nerviosismo y la irritabilidad. Estamos hipersensibles ante todo cometario. Sentimos que perdemos el control y reaccionamos con un estallido emocional por nimiedades, cosas sin importancia a las cuales en otro momento ni siquiera les hubiéramos prestado atención.


La gota que colma el vaso no es, generalmente, un acontecimiento muy importante, pero sí es determinante porque saca a relucir lo mucho que hemos aguantado situaciones que nos sobrepasan.

¡¿Que?! ¿Agotada yo?

¡Sí, estoy agotada! Todas podemos agotarnos psicológicamente por estar sometidas a vivencias estresantes, a demasiados cambios en muy poco tiempo, a las demandas continuas y a determinadas características de personalidad que lo propician.


Muchas somos hipersensibles y asumimos los problemas de los demás como propios, sin ser capaces de establecer una distancia psicológica de protección. También solemos caer en asumir un exceso de responsabilidad por creer que los demás no sabrán hacer las tareas o no estarán a la altura, entonces, nos sobrecargamos por no delegar. Asumo con facilidad mi perfeccionismo cotidiano. Nos exigimos mucho a nosotras mismas, tendemos a fijar expectativas muy elevadas que nos consume demasiado tiempo para su concreción y entonces nos amargamos.

Nos exigimos mucho a nosotras mismas, tendemos a fijar expectativas muy elevadas que nos consume demasiado tiempo para su concreción y entonces nos amargamos

Cuando evaluamos con rigidez nos generamos ansiedad, miedo al fracaso y hasta depresión. ¡Las invito a buscar ejemplos cotidianos de estas características en su vida! Cuenta la historia bíblica que Esaú había estado cazando y probablemente sin comida durante un par de días. El agotamiento físico y hambre extrema lo llevó a cometer un grave error, tomar una decisión que le cambió la vida:

Un día, cuando Jacob estaba preparando un guiso, Esaú llegó agotado del
campo y le dijo: —Dame de comer de ese guiso rojizo, porque estoy muy
cansado. (Por eso a Esaú se le llamó Edom).
—Véndeme primero tus derechos de hijo mayor —le respondió Jacob.  
—Me estoy muriendo de hambre —contestó Esaú—, así que ¿de qué me sirven
los derechos de primogénito?  
—Véndeme entonces los derechos bajo juramento —insistió Jacob.
Esaú se lo juró, y fue así como le vendió a Jacob sus derechos de primogénito.
—Génesis 25:29-33

El agotamiento llevó a Esaú a no medir consecuencias, tomar decisiones apresuradas y dinamitar su futuro. Cuando estemos agotadas y en necesidad, debemos reconocer nuestras debilidades, ser conscientes de nuestras propias limitaciones y posponer decisiones hasta que hayamos recuperado nuestra fortaleza para luego no lamentarnos.

¿Qué hago? ¿Cómo sigo?

Ante todo, admitir lo que te está sucediendo. No permitir que el agotamiento psicológico se perpetúe y devore nuestra salud mental y física. Aprender a priorizar, teniendo en cuenta no solo las cosas que parecen ser urgentes, sino también aquellas que más nos apasionan y nos brindan satisfacción.

Muchas veces, nada grave sucede si nos equivocamos, si las cosas no salen perfectas o si las aplazamos. Dejemos de recriminarnos y criticarnos duramente y seamos menos exigentes con nosotras mismas. Es importante actuar en positivo, en acción, no en reacción. Desconectar y alejarnos, aunque sea por un período breve de tiempo de aquello que sobrecarga la mente.


es necesario guardar al menos media hora para la higiene mental, hacer actividades que desbloqueen las preocupaciones
y el estrés diario.

Por ejemplo: actividades que nos gusten, que sean divertidas para cada una como leer, ver una película, escuchar música, tomar una taza de café… Permitirnos en esos momentos navegar en las líneas de la novela, en las calles donde transitan los personajes de aquella película y hasta permitirnos cantar y bailar. Quizá, conectarnos con el perfume del café, con su temperatura y recordar así el abrazo de una amiga, de un ser querido y del Padre Eterno.


Como dice el profeta Isaías: “Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen;   pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán” (Isaías 40:29-31, énfasis añadido).

Por último, es cierto que los cambios no son mágicos y llevan tiempo y trabajo. Pero tengo una buena noticia: aquello que hoy hagamos por modificar nuestra vida, mañana lo cosecharemos en paz y fortaleza. Ninguna carga es para siempre si Dios está en nosotras.

¡SI! SOMOS UNA FAMILIA DE DOS…Y DOS PERROS

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familia

Estamos casados hace exactamente catorce años. Y casi la mitad de nuestro matrimonio hemos estado intentando ser una familia “convencional”, es decir, con hijos. Nuestra vida sin hijos se divide en dos etapas. 
La primera, la más difícil, el intentarlo todo incluyendo numerosas visitas al médico, luchar con diferentes diagnósticos, pasar noches sin poder dormir y alguna que otra pelea por la misma presión que, sin darnos cuenta, nosotros mismos nos poníamos.
Mucha gente nos quedaba viendo como que algo nos faltaba, y aún hoy sentimos esas miradas.

Ciertamente eso no sumó nada positivo a nuestra vida. También en las redes sociales nos han dicho frases como “Si no tienen un hijo nunca sentirán el verdadero amor” o “Laurita, si no tienes un hijo Santi los buscará por otro lado”. ¿Pueden creerlo?
Llegó un momento clave cuando, pese a no tener más energía, nos pusimos firmes y soltamos la carga. Desde entonces nos empezamos a concentrar en hacer todo lo que no podíamos si lo tuviéramos a mano.

A dedicarle tiempo a nuestra relación, a viajar, a tener proyectos que demandan tiempo y arriesgarnos a ayudar a otros en la misma situación.

Ahí fue cuando comenzamos con la segunda etapa, que es la que estamos viviendo actualmente. Está llena de agradecimiento y de paz, pero lo que más nos sorprende es que muchos nos observan y piensan que estamos sin fe o perdimos la confianza en Dios. Incluso, hay quienes piensan que somos egoístas por no tener el deseo de adoptar. 
Algunos nos quieren alentar y nos dicen: “No se rindan, el milagro llegará”, o nos cuentan historias de otros que pasaron por lo mismo. Esos comentarios, que muchas veces vienen de personas que nos desean lo mejor de su corazón, nos han hecho comprender que no todas las familias son iguales.



Viviremos cada día con lo que Dios nos ponga en el camino

Nuestros planes pueden ser de una manera, pero Dios puede tener otra idea y saber eso ya es suficiente para nosotros. La paz con el tema de los hijos viene cuando sientes que el Señor está en completo control y que lo que Él ya te dio es lo que necesitas.


Y cuando sucede que ya no existen los reclamos, y no hay lugar para la insatisfacción, nos convertimos en una familia de dos y dos perros. Quizás, para algunos no parezcamos ser una familia “convencional”, pero somos felices y con eso es suficiente para ver a Dios obrando en nuestra vida. Su plan es que seamos plenos en Él, y en eso estamos.


Creemos que no nos falta nada, estamos perfectamente incompletos. No es el plan que teníamos cuando nos casamos, pero tampoco es un mal plan. Por las noches hemos tenido largas conversaciones sobre esto y llegamos a este pensamiento:

“Vamos a vivir cada día con lo que Dios nos ponga en el camino y si llegan los hijos está bien, seremos muy felices y los disfrutaremos; pero si no es el caso vamos a disfrutar muchas otras cosas que a lo mejor no haríamos si fuéramos padres”. 

A veces la gente se dice a sí misma “Es lo que me tocó”, como si la vida fuera a la suerte, como una repartición de cartas. Pero no lo es. Tu vida está perfectamente orquestada por el Señor, y si hay algo que consideras malo o que no te conviene también está incluido en el diseño original. Cada pelo está contado por Dios, Él tiene tu vida escrita y nadie puede borrar ni una coma de tu historia.

Si vives con Él, comenzarás a ver la vida de esta manera y podrás confiar en el plan que tiene para ti. Así que, a no desesperarte, deja que todo fluya y no sigas luchando contra la corriente de Dios. Nuestro día a día no es perfecto. Existen días en los que sentimos la necesidad de explicarnos, y no entendemos lo que nos tocó vivir. Pero cada una de estas situaciones pueden servir para dos cosas: alejarnos como pareja o acercarnos aún más.


Cuando el lazo se fortalece, todo lo que vivimos vale la pena. Con hijos o sin ellos, aprendimos a ser una familia cada vez más fuerte. Y entendimos que nuestra vida juntos es una bendición tal y como es ahora. Nos tenemos el uno al otro y estamos listos para lo que depare el futuro, porque lo que tenemos juntos, para hoy, es suficiente.

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