El escritor y ministro internacional publicó una carta en la que aclaró que no tuvo intención de vulnerar al colectivo LGTBIQ+ por una predicación de años anteriores.
Semanas atrás, el pastor y conferencista internacional fue criticado duramente por un grupo de personas que se congrega en la Catedral Nacional de Washington, debido a su posición doctrinal respecto al matrimonio igualitario. Luego de permanecer en silencio por varios días, el conferencista emitió un comunicado oficial a la iglesia episcopal en el que manifestó su arrepentimiento por herir con sus dichos a la comunidad gay, pero también ratificó su posición en cuanto a la cosmovisión bíblica y cristiana.
Aunque muchos portales online informaron que la ofensa fue por la predica del domingo 7 de febrero de 2021, Lucado salió a aclarar que, en realidad, se trata de un mensaje que realizó en 2004, cuando habló sobre la inmoralidad sexual y el diseño de Dios para la familia. Pese a que su actual sermón no hablaba sobre el matrimonio igualitario, cierto sector de la comunidad gay salió a repudiar que la iglesia episcopal anglicana le cediera el pulpito al ministro, citando el material de archivo.
En la carta publicada en la página Episcopal New Service, Max Lucado expresó “ahora veo que, en ese sermón, fui irrespetuoso. Hoy al releerlo me siento hiriente. Realmente con mis palabras he lastimado a mucha gente”. Y agregó que “me entristece que mis predicas hayan herido o hayan sido utilizadas para herir a la comunidad LGBTIQ+. Les pido disculpas y le pido perdón a Cristo”.
El ministro no pasó por alto su postura con respecto a las verdades bíblicas y también se refirió sobre su creencia y escribió “quiero ser claro al respecto en este punto, yo sigo creyendo en la comprensión bíblica tradicional del matrimonio, pero también creo en un Dios de gracia y amor ilimitado”, y añadió que “las personas LGTB deben ser respetadas y tratadas con amor, porque son hijos de Dios y fueron creados a imagen y semejanza de su Creador”.
Por último, Max Lucado dijo que “durante siglos la iglesia ha dañado a las personas de la comunidad gay, como también a las personas con diferentes creencias o por cuestiones de raza, género, divorcio o adicción y muchas otras cosas, por eso los cristianos debemos ser mejores para poder servirnos en amor unos a otros”.
El pastor firmó el comunicado en el que reconoció sus anteriores declaraciones, pero también mantuvo la firmeza de ceder a sus convicciones cristianas. Y remarcó que, a pesar de que muchos no estén de acuerdo con lo que enseña la Biblia, tampoco se puede usar la Palabra herir a otros.
Autoridades del organismo internacional preparan un listado de seguimiento que podrían integrar quienes defiendan los valores de la familia y la vida según la fe cristiana.
La Oficina de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) comenzó a enlistar los nombres de agrupaciones y líderes sociales, religiosos y políticos que no favorezcan los intereses de la agenda LGTB global. La tarea de vigilancia ideológica será coordinada por el costarricense Víctor Madrigal-Borloz, especialista en defensa de temas de género.
Según detalla el Centro por la Familia y los Derechos Humanos de Estados Unidos, la iniciativa podría incluir la implementación de medidas drásticas como imponer sancionesa quienes manifiesten abiertamente que no comparten los postulados del colectivo LGTB. Además, según precisa la institución, en un comunicado difundido por la ONU se busca dar con quienes deberían formar parte de la lista: “¿quiénes son los principales actores que argumentan que los defensores de los derechos humanos de las personas LGBT están promoviendo una llamada ideología de género? ¿cuáles son sus principales argumentos?”.
Entre otras indagaciones, el documento también consulta si estas personas señaladas “¿han sido efectivas en hacer retroceder los derechos humanos de las personas LGBT?”, en un intento por tildar y estigmatizar a quienes no comparten sus ideas. Así, la cuestionable iniciativa se propone también implementar una estrategia en la que el debate de las ideas se lleve a una verdadera disputa ideológica, en la que la “teoría de género” no es una ideología, sino una verdad que no debe ser cuestionada ya que, al hacerlo, se violan los derechos de un colectivo.
La metodología implementada por Víctor Madrigal-Borloz tiene amplias similitudes con el accionar de Southern Poverty Law Center, una organización estadounidense que, según publica en su página web, “supervisamos los grupos de odio y otros extremistas en todo Estados Unidos y exponemos sus actividades al público, los medios de comunicación y las fuerzas del orden”.
En 2019, el especialista costarricense de la ONU había pedido a las autoridades de Estados Unidos que “tomen medidas decisivas” sobre los líderes religiosos del país norteamericano que no apoyan la ampliación de derechos LGTB. En esta nueva embestida, la propuesta es a nivel internacional y se espera que los colectivos de estas minorías adhieran a la iniciativa en los países de todo el continente americano.
El análisis de una práctica tan compleja y necesaria, a la luz de la palabra.
No era raro que le hicieran preguntas difíciles a Jesús. Algunas veces la gente preguntaba sinceramente, otras, los interrogatorios venían con doble intención. Es que los principales grupos religiosos de la época se veían afectados por la predicación de Jesús y su figura se estaba haciendo molesta.
Por esta razón preguntaban cosas complejas para hacerlo caer. Esta vez fue el turno de los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos. Los primeros, un grupo que estaba en proceso de extinción, pues el ministerio de Juan se acababa. Los segundos, ya habían sido criticados duramente por parte del Señor.
“¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?” (Mateo 9:14, RVR95)) ¡Qué buena pregunta hicieron los discípulos de Juan el Bautista! Dejemos un segundo de pensar en la capciosidad de los fariseos y en el sentido de competencia de los discípulos de Juan y solo detengámonos en la idea del “por qué no…”, pues tal vez entender por qué ellos no debían ayunar, nos daría la razón por la cual nosotros sí deberíamos hacerlo.
Qué es el ayuno y por qué hacerlo
Definamos esto brevemente. En forma ineludible, en el contexto bíblico, la palabra ayuno significa abstenerse de alimentos y llevaría todo un libro describir formas, tiempos e intensidades. La Biblia nos menciona ayunos de uno (Jueces 20:26) y de cuarenta días como Moisés o Jesús.
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Podría implicar abstinencia total o parcial como en el caso de Daniel y sus amigos que se abstuvieron de los manjares de la mesa del rey y solo comieron legumbres por diez días. Podría ser llevado a cabo por una sola persona o muchas en acuerdo y, en este caso, podría ser voluntario, como los ninivitas en el libro de Jonás, o ceremonial como en el Día de la Expiación.
Otra cuestión, y tal vez sea esta la que más nos preocupe, es por qué ayunar. ¡Ahí empezamos! ¿Cuáles serían las razones que podrían llevarnos a abstenernos de algo tan natural, placentero y necesario como la alimentación? Lamentablemente, la teoría de someter el cuerpo para liberar el espíritu, nacida en las filosofías griegas y tan presente en el trasfondo católico, se ha mezclado en nuestra teología sobre el tema pervirtiendo el sentido de esta actividad que es cien por ciento bíblica y deseable.
Otro pensamiento muy normal es que el ayuno sirve para conseguir un favor de Dios, algo así como una moneda de cambio. Ayunar para conseguir un milagro. Ayunar para… ¿Quién podría tener una voz autorizada para resolvernos el conflicto? ¡Creo que conozco a Alguien! Y su respuesta, acertadísima como siempre, se encuentra en el mismo pasaje que citamos al principio.
Jesús les respondió a los discípulos de Juan por qué los suyos no debían ayunar… por ahora, y también les respondió cuándo sí les sería necesario hacerlo. ¡Amo ver cómo Jesús parece irse de tema en sus enseñanzas! ¡Qué tiene que ver una boda! Claro, nadie ayuna en una boda, porque hay comida. Pero lo que el Señor trata de explicar con el ejemplo va por otro carril. Nadie ayuna en un boda porque el novio está presente.
Pero qué pasará cuando él les sea quitado. La clave está en entender el ayuno en relación con la persona de Cristo, entenderlo como un instrumento de comunión. Los discípulos no necesitaban ayunar porque Jesús estaba con ellos. Era tiempo de fiesta, eran días de boda. No había aflicciones, no había necesidades. Eran días de comunión plena.
Y hoy… el Novio nos ha sido quitado y Él mismo, antes de irse, habló sobre quedarnos aquí, en el mundo, y padecer aflicción (Jn. 16:33;17:13-15). Desde su partida sí es el tiempo del ayuno con el principal objetivo de encontrar al Novio, no por lo que pueda hacer o darnos sino para entrar en intimidad con Él. El pecado no está en tu cuerpo para que lo atormentes.
Dios no necesita que sufras para actuar. Él no necesita que ayunes para convencerlo.
Nosotros necesitamos ayunar para encontrarlo, porque hacerlo es nuestra meta máxima en la vida; es restar tiempo de nuestras necesidades materiales para darle espacio a las espirituales. Seguro, a consecuencia de ese tiempo de comunión, oiremos su voz con mayor claridad y seremos capaces de entender y aceptar su obrar.
Así que, si necesitas un milagro, ¡ayuna!; si necesitas tomar una decisión importante, ¡ayuna!; si estás pasando por una crisis, ¡ayuna!… pero nunca olvides, más allá de la intensidad de tus problemas, ayunas para verte con Él.
Cuando el que ayuna pierde de vista este objetivo, pierde el norte de la actividad. Dejaría de ser “el ayuno que a Dios le agrada”, como dice el profeta Isaías para convertirse en una actividad netamente humana no muy lejana a la huelga de hambre. Una lucha en la carne contra la carne. Un intento de manipulación para imponer mis criterios por sobre los designios divinos.
Lástima que los discípulos de Juan no escucharon el Sermón del Monte. ¡Jesús ya había hablado del ayuno de los fariseos! (Mateo 6:16-18). A ellos les gusta destrozar su apariencia para hacerse notar. “Pero…”. ¡Jesús y sus peros! “Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto…” (Mateo 6:6). Y, aunque Jesús habla de recompensa pública, ¿a quién le importaría algo más que eso?
Nuestra mayor recompensa será encontrar al Señor en lo íntimo.
“… Vi una puerta abierta en el cielo, y la misma voz que había escuchado antes me habló (…) ‘Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto’” (Apocalipsis 4:1-11,NTV).
Todas las visiones que Juan tuvo en los primeros capítulos de Apocalipsis se relacionan con Dios y su trono: 1:4; 3:21; 4:2. Ve a Dios el Padre (4:2), al Hijo (5:6) y al Espíritu Santo (4:5). Juan nunca habría soportado el peso de la visión apocalíptica si no hubiera visto a Dios sentado en el trono. Sin embargo, no le fue revelado ningún acontecimiento apocalíptico antes de ser ungido: “… El Espíritu comenzó a controlarme…”, (Apocalipsis 4:2, PDT). ¿Cuándo recibió la unción? Mientras adoraba a Dios en el día del Señor:“En el día del Señor vino sobre mí el Espíritu, y oí (...) una voz…”, (Apocalipsis 1:10).
La Biblia dice que “… mientras oraba [Jesús], se abrió el cielo” (Lucas 3:21). ¿Puedes recordar qué estaba haciendo Pedro cuando le llegó la revelación del cielo?, oraba: “… Pedro subió a la azotea de la casa para orar (…) De pronto (…) tuvo una visión. Vio que el cielo se abría…” (Hechos 10:9-11, TLA). ¿Y Pablo? “…mientras oraba en el templo tuve una visión” (Hechos 22:17).
Recuerda que los apóstoles oraban en el templo y adoraban el primer día de la semana. Jamás menosprecies el poder espiritual que se desprende de la adoración en el templo, en el día del Señor.
Si quieres vivir bajo cielos abiertos necesitarás unción, que solo te será entregada en el lugar secreto.
Esta enseñanza tan profunda se ve reflejada en el orden de los elementos del tabernáculo. La mesa del pan simboliza el alimento espiritual y el candelero de oro representa la presencia de Dios al alcance de aquellos que han pasado antes por la estación del sacrificio (encarnada por el altar) y la purificación (simbolizada por el lavacro).
En el altar del sacrificio se inicia el camino a la presencia y revelación divina. Hoy en día no necesitamos ofrecer animales como los israelitas en tiempos pasados; pero precisamos arrepentirnos para que la sangre de Jesucristo nos limpie de todo pecado, dispuestos a ofrecer otros “sacrificios” como tiempo, capacidades, dinero y dones si es que queremos gozar de mayor unción y revelación.
A continuación se encuentra el lavacro, lugar de purificación. Hoy en día somos purificados mediante las disciplinas espirituales de la oración, el ayuno, la vigilia, el retiro y el estudio bíblico. Solo después de pasar por estas estaciones se puede entrar al lugar santo donde se encuentra el candelabro de oro, cuyas dimensiones no están estipuladas en la Biblia.
¿Por qué? Porque representa la luz de Dios, la cual es inconmensurable. Este elemento nos muestra que es imposible ponerle límite al crecimiento espiritual de una persona que persevera en buscar a Dios. ¡Cobra ánimo! ¡Dios anhela llenarte de su presencia!
Luis Cinalli, pastor de la Iglesia de la Ciudad (Chaco).
Volvamos a Apocalipsis. Juan tenía una misión única: escribir acerca de los acontecimientos del fin del mundo. ¿Cómo pudo ser testigo de esas cosas sin que su fe se desplomara? ¡Vio primero al Señor sentado en su trono! ¿Cómo pudo Esteban soportar el martirio y perdonar a quienes lo apedreaban? ¡Vio primero al Señor sentado en su trono!“Esteban (…) —¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!” Hechos 7:55-56 (PDT).
¿Y qué decir de Pablo? “Cinco veces recibí de los judíos los treinta y nueve azotes. Tres veces me golpearon con varas, una vez me apedrearon, tres veces naufragué… Mi vida ha sido un continuo ir y venir de un sitio a otro; en peligros (…) de parte de mis compatriotas, peligros a manos de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar y peligros de parte de falsos hermanos (…) muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed, y muchas veces me he quedado en ayunas; he sufrido frío y desnudez. Y, como si fuera poco, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:24-28).
¿Cómo pudo soportar tantas privaciones? Había visto al Señor al principio de su ministerio (Hechos 26:16). ¿Recuerdas a Micaías? Profetizó muerte al rey Acab (1 Reyes 22:17-18). ¿Cómo pudo enfrentar al peor de todos los reyes de Israel y hablarle palabras tan duras de parte de Dios? Micaías dijo: “… Vi al Señor sentado en su trono en el cielo…” (1 Reyes 22:19, PDT). ¿Y Jesús? Vio el cielo abierto y al Espíritu Santo descender sobre Él en el día del bautismo (Mateo 3:16).
Cada vez que leas en la Biblia acerca de cielos abiertos verás que se relaciona con la revelación divina que llega a un hombre para que emprenda un nuevo servicio para Dios u obtenga la fortaleza espiritual para hacer lo que se le encomendó.
Cuando el Señor tenga un nuevo servicio o ministerio te abrirá una puerta en el cielo y te revestirá de la unción necesaria para que cumplas con la misión, pero con una condición: ¡que estés dispuesto a pagar el precio de buscarlo en el lugar secreto! Solo el sacrificio de tiempo en el lugar secreto te lleva a su presencia, y solo su presencia desata revelación.
La importancia de desarrollar el hábito de la oración y la meditación de la Palabra en familia.
Para quienes conocen la Biblia y la consideran su fuente de fe, inspiración y conducta dispondrán de todas sus posibilidades para vivir conforme a los principios y prácticas que allí se enseñan. Una de ellas es la oración.
Entendemos que ella es parte imprescindible y necesaria para todo creyente por las razones, consecuencias y beneficios que aporta a la vida espiritual. Pero también las Escrituras hacen referencia a las oraciones comunitarias, de grupos, de la iglesia reunida. En ese mismo marco es que podemos pensar en la realizada en familia.
Cada uno puede elegir el momento del día, la forma, el tiempo y la extensión de sus oraciones diarias; sin embargo, cuando se piensa en la oración familiar eso demanda otras atenciones:
Un lugar común: que sea un espacio en el que cada miembro de la familia se sienta parte, admita ese lugar como suyo. Que ninguno se considere invadiendo el espacio de otro o invadido por los demás; tal vez la cocina o el living serían muy adecuados.
Un momento establecido: el momento del día en que nadie se sienta apurado, perseguido o con la sensación de que está siendo demorado para otras actividades. Con hijos pequeños esto es más fácil de decidir, pero desde la adolescencia en adelante los horarios se complican; los tiempos de sobremesa, los ratitos previos al inicio de las actividades diarias pueden ser muy pertinentes.
En muchas ocasiones nuestras oraciones familiares las hicimos diariamente en nuestro auto en dirección a la escuela de nuestros hijos; o en ocasiones mientras caminábamos hacia allá, muy temprano en la mañana.
Una forma acorde: la posición de nuestro cuerpo cuando oramos pasa a segundo grado cuando es el corazón el que se humilla delante de Dios en tiempos de oración. Como la Biblia sugiere las más diversas formas de hacerlo (de pie, sentados, de rodillas, tendidos en el suelo, con manos alzadas, postrados), imponer una de ellas sobre las demás no hace la diferencia.
Un tiempo considerable: la oración familiar no es igual a la oración personal que cada uno hace. En el caso de hacerlo en familia, el tiempo en que dure la búsqueda de Dios dependerá de cómo está conformado cada hogar y la edad de los hijos.
No podemos pretender invocar largas y concentradas oraciones cuando en casa hay niños pequeños que por sus años no tienen mucho tiempo de atención en una sola actividad. Será mucho más productiva una plegaria corta, con sentido, entendible para los hijos y acompañada por alguna sencilla explicación.
Familia haciendo una oración breve por los alimentos, con niños pequeños. Créditos: Freepik
Además, algo tan importante como la oración implica cultivar el hábito de hacerlo en familia. Vale aclarar que existen diversas teorías acerca de cuánto tiempo se necesita para establecer un hábito y las posibilidades giran entre 21 y 66 días, todo dependerá de la insistencia, el interés y cuán significativa resulta la actividad en cuestión. Por lo tanto, lograr este hábito demandará tiempo, orden y constancia para alcanzarlo.
Esta práctica será mucho más receptiva en los hijos si los padres hicieron de la oración en familia un hábito aún antes de la llegada de ellos. En tal caso, en la medida en que los niños vayan creciendo incorporarán con mayor facilidad esos momentos de encuentro y búsqueda del Señor.
Sin embargo, esos tiempos de oración familiar preestablecidos no necesariamente deben ser los únicos, ya que los padres deberían estar muy atentos a las situaciones cotidianas de sus hijos. Así, cualquier momento y cualquier motivo pueden ser buenas razones para orar juntos. De la única forma que se puede aprender a orar es orando.
Si a las oraciones familiares se las acompaña con una meditación de la Palabra de Dios, la bendición será mayor. Procurar compartir con los hijos pequeños pasajes bíblicos sencillos de entender, que muestren los sagrados atributos del Señor serán más que suficientes para crecer en el conocimiento y la fe de un Dios vivo, real y cercano.
Meditar en la Palabra de Dios en familia para nada debe ser un monólogo rígido, estructurado y rodeado de silencio, al contrario, todos pueden participar en la lectura, la explicación, las preguntas y, sobre todo, en la construcción de las respuestas guiadas bajo el consejo bíblico.
Es la familia la primera iglesia, el mejor espacio para internalizar la fe, la oración, la espiritualidad, la Palabra de Dios y la comunión con Él. Eso mismo parece haber encontrado el joven Timoteo y que tanto bien le hizo:
“Traigo a la memoria tu fe sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida y a tu madre Eunice, y ahora te anima a ti. De eso estoy convencido” (2 Timoteo 1:5).
Él fue uno de los primeros pastores de la primera Comisión Ejecutiva Nacional de los cristianos en Argentina.
Su vida fue abocada al Señor desde muy joven, formó y fue el primer superintendente de la Iglesia Pentecostal de Santidad por más de 40 años junto a Dora Elson de Passuelo. En 1965, ellos dos junto a Elvio Canavessio, Omar Cabrera y Jeanet Hart de Hutchinson establecieron las pautas prioritarias de los ministerios cristianos para obtener la inscripción en el Registro de Culto de la Nación y la personería jurídica nacional. Los objetivos fueron y son la evangelización, la enseñanza y fundar iglesias.
Juan Victor Passuelo tenía 89 años, contaba con formación teológica pentecostal cursada en el Instituto Bíblico Río de la Plata. Él comenzó su formación ministerial en 1954 cuando sirvió de apoyo en las campañas de Tommy Hicks, el primer avivamiento en Argentina. Además, en julio de ese año se caso con Dora Elson, con quien tuvieron tres hijos y luego fueron abuelos de diez nietos y dieciséis bisnietos
El avivamiento se realizo en el Estadio Atlanta con capacidad para 45 mil personas. Créditos: Catedral Cristiana.
En 1968 Passuelo fue uno de los fundadores y primer director del Instituto Bíblico Sudamericano, junto a su esposa fueron misioneros de catedral y participaron del establecimiento de la obra de la Iglesia Pentecostal de Santidad en Paraguay, Peru, Uruguay, Ecuadror y Venezuela.
El pastor fue presidente de FeCEP, Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal, un trabajo esencial para el funcionamiento del CNCE, Consejo Nacional Cristiano Evangélico, en el que confluyen tres federaciones que nuclean a las iglesias evangélicas, con fines de representación pública. Las instituciones son la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA), FeCEP y la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE).
Uno de sus nietos, pastor Diego Passuelo, en sus redes sociales compartió una emotiva foto de sus abuelos en la que expresó “eternamente gracias abuelo Juan por infinidad de cosas que lograste y nos dejaste, esa pasión por Dios no me la voy a olvidar jamás”.
El presidente de ACIERA, Rubén Proietti, afirmó ante la noticia “era un hombre que vivió siempre palmo a palmo con ACIERA, conmigo. Era un hombre de toda la cancha. Amante de la unidad. Un ejemplo de siervo de Dios”.
El pastor Osvaldo Pupillo, quien fue vicepresidente de FeCEP cuando Passuelo era presidente, publicó en sus redes sociales un emotivo mensaje “nos deja un hermoso legado pentecostal y muy buenos recuerdos de un siervo de Jesucristo, dispuesto a honrar a Dios y defender los valores del Evangelio de nuestro Señor”.
El legado pastoral de Juan Victor Passuelo trasciende fronteras por ser un reconocido predicador de la Palabra, hombre de fe y líder nato. La iglesia que fundó, Catedral Cristiana, actualmente esta a cargo su hijo David Passuelo y allí le realizaron un homenaje con toda su trayectoria para despedirlo y conmemorar todo su trabajo de evangelización realizado en la tierra.
Preocupación por la gran cantidad de incendios forestales sufridos en estos dos años.
Desde enero del 2020 hasta esta última semana, las llamas arrasaron el equivalente a cincuenta y nueve veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires, algo que no se registraba hacía veinte años en la Argentina. Según los registros del Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF), el noventa y cinco por ciento fueron provocados por el hombre.
En dicho período las llamas arrasaron un millón ciento setenta y ocho mil ochenta y ocho hectáreas, esto es once mil setecientos ochenta kilómetros cuadrados, y en lo que va de 2021 ya fueron quemadas veintiseis mil hectáreas. Las provincias más comprometidas fueron Córdoba y Entre Ríos, que acumulan entre ambas el cincuenta y cinco por ciento del total de la forestación carbonizada. Los lugares más afectados por las llamas fueron la zona serrana y el delta del Paraná.
El SNMF remarca que los incendios fueron provocadas por causas antrópicas, esto quiere decir que son originadas por el hombre, principalmente por negligencia o intencionalidad para deforestar. Entre las primeras se encuentra el uso del fuego para la preparación de áreas de pastoreo, el abandono de tierras, las fogatas y las colillas de cigarrillos mal apagadas.
Imágenes de los incendios en El Bolsón.
Los incendios generan una alteración significativa en el sistema natural que provoca: la pérdida de biomasa y pérdida de especies características de la región. El impacto más notorio sobre la fauna se presenta en la pérdida de su hábitat, lo que reduce la diversidad y su abundancia relativa, con un efecto que se prolonga en el tiempo luego de que pasan las llamas.
Entre enero y el 13 de febrero de 2021, el SNMF, registra una quema total de 26.157,78 hectáreas. En este período, Ríos Negro encabeza la lista de las provincias más afectadas por los incendios, con nueve mil ochocientas cincuenta y seis hectáreas arrasadas por el fuego. En segundo lugar, se ubica la Pampa con 5.075 hectáreas; Buenos Aires, con 5.050 hectáreas; Mendoza, con 1.985,50 hectáreas; Santa Cruz, con 1.916,19 hectáreas.
En diciembre pasado el Congreso sancionó una ley que desalienta los emprendimientos inmobiliarios y cambios de actividades agrícolas en las zonas incineradas. La medida busca desalentar la quema de tierras que se realizan de forma intencional con fines de explotación económica.
Aún los que tienen mayor capacidad de hacer daño, necesitan el abrazo de la gracia.
Con cuánta frecuencia encontramos notas, libros, flyers, dándonos información que define a los tóxicos, cómo descifrarlos y librarnos de ellos. Existen cuasi diccionarios para delimitar la toxicidad humana. Pudiera ser ,tal vez, una buena herramienta defensiva para depositar en los otros aquello que no queremos ver en nuestra propia vida.
Qué cosa las palabras; alguien ha dicho que son mitad de quien las dice y mitad de quien las escucha. Son construcción social, clivaje que ancla en la cotidianidad, en tanto que un significante cualquiera, eso enunciado, se va constituyendo en significado y en el proceso, en significación social imaginaria, paradigma y verdad.
En tanto significante, tóxico puede ser aquello referido a un veneno o toxina. Sustancia que produce efectos, alteraciones o trastornos que pueden terminar en la muerte. Se miden por su grado de toxicidad, es decir la capacidad para hacer daño. El efecto está determinado por la dosis y el tiempo de exposición. Por ende, mediando el proceso de anclaje social, el código y lo simbólico, ese término y su connotación se usan para catalogar a las personas.
Michael Foucault (2008), en su libro Las palabras y las cosas, sostiene que “buscar la ley de los signos es descubrir las cosas semejantes. La gramática de los seres es su exégesis. Y el lenguaje que hablan nos dice nada más que la sintaxis que los liga”. Esto es, que somos hablados por lo social, en tanto nos constituye. Las palabras portan el sentido construido por el cual, al escucharlas, conocemos al hombre mismo. Somos lo que decimos, y el juicio que hacemos de los otros, por medio de nuestros discursos, habla de esa construcción.
En todo caso, ¿no tenemos todos algo de toxicidad?, ¡porque estamos en proceso!
“Vamos en aumento como la luz de la aurora hasta que el día alcanza su plenitud” (ver Proverbios 4:18). Aunque la realidad nos muestra algunas verdades acerca de las llamadas relaciones tóxicas, esto no es aval para rotular a las personas así como lo hacemos con un elemento químico. Es aquí donde necesitamos preguntarnos si esos principios se condicen con los del Reino de los cielos.
Los evangelios están inundados de encuentros entre Jesús y gente que hoy sería definida como “tóxica”. Los amó, los exhortó y les dio una oportunidad. Los miró con ojos de amor, mientras pronunciaba palabras de aceptación y no de condena. Cuando el Maestro habló trayendo luz sobre la ley, los valores del Reino adquirieron un poder liberador que hasta ese momento no habían tenido.
Qué pasaría, me pregunto, si a esto de medir a la gente por cuán tóxico es, lo expusiéramos bajo la lupa del “Ustedes han oído (…) pero yo les digo” (Mateo 5:21ss.). ¿Soporta este nuevo andamiaje social, el peso de la Gracia?, peso que, de forma paradójica, aliviana las cargas de la vida. Esa Gracia abraza, no cercena. Acerca, no distancia. Como Iglesia, necesitamos rever los paradigmas para que tengan como base la gracia recibida.
Si Jesús caminara hoy entre nosotros, tal vez el mensaje sería: porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer (…) estuve enfermo, y me atendieron, me decían tóxico y vinieron a mí (ver Mateo 25:35ss.). Si como Iglesia no manejamos otros valores en medio de la sociedad, al definir la toxicidad de otros estaremos solo mirándonos al espejo.
Si te preguntáramos cuál es el mejor método para combatir la infidelidad, ¿qué dirías?
Mucha gente piensa que el mejor método es “controlar” o como se dice hoy en día “stalkear” a tu pareja, seguirle todos sus movimientos y monitorear sus actividades para asegurarte de que todo esté en “orden”, pero no creemos que la manera de que exista el respeto en la pareja es exactamente el control.
La verdadera tragedia de la infidelidad es que muchos matrimonios terminan en divorcio. La confianza y la seguridad que son una de las bases de un matrimonio saludable se destruyen. Lamentablemente, en algunos casos se necesitan años de trabajo dedicado para reconstruir la confianza perdida y en otros es imposible que desaparezca el fantasma del engaño.
Para protegernos, debemos tomar la decisión diaria de tener una relación a prueba de infidelidad. Este “escudo” que diariamente nosotros levantamos se conforma de estas cuatro actitudes…
1-Intimidad(y no estamos hablando de ese tipo de intimidad…)
Asegúrate de que tu relación sea íntima, que es “conocer a tu pareja” en todos los aspectos, y conocerla a fondo. Aclaramos que no es controlar lo que siente o piensa sino estar al día de lo que el/ella está viviendo.
Para nosotros es importante saber si el otro está pasando por una crisis, si necesita hablar, si necesita más atención de lo normal. No es raro que un esposo o esposa busque consuelo o apoyo en un amigo/a si en su pareja no lo encuentra. Si esa tercera persona le presta atención a lo que la pareja ignora, una cosa puede llevar a la otra aun sin que la intención que inició el momento no haya sido engañar, todo comienza por una infidelidad emocional.
Es mucho mejor que construyamos una relación en la que tu pareja pueda resolver las cosas contigo, conocer exactamente cómo te sientes y si te preguntas cómo logramos esa intimidad, lee el siguiente punto.
La comunicación es para nosotros como el pegamento que mantiene unida a nuestra pareja. Nos ayuda a tomar mejores decisiones, tener menos peleas y, lo más importante, tener toda la confianza entre nosotros para hablar cualquier tema como mejores amigos.
¿Puedes hablar de todo con él/ella? Todo incluye los momentos en los que dudas de lo que sientes, todo es compartir que estás insatisfecho y necesitas desahogarte, todo es poder decirle que te llegó un mensaje inapropiado y te sentiste incómodo, hasta tentado. Más eficiente es la comunicación cuando dices todo y la verdad no ofende ni trae problemas, sino que entre ustedes buscan cómo solucionar un posible problema.
Si juntos se esfuerzan por crear momentos donde existan largas charlas, sinceras y llenas de verdad, ya están creando un cerco anti infidelidad.
3-Límites y acuerdos
La comunicación lleva a que entre nosotros conversemos y conformemos una serie de límites. Ojo, no lo confundamos con “reglas impuestas” que se vuelven pesadas y controladoras, sino que son acuerdos mutuos para resguardar nuestra relación.
El otro día, conversando, nos dimos cuenta de que nuestra relación se había convertido en la inversión más valiosa de nuestra vida e hicimos una comparación muy acertada. Al igual que cuando ahorras y ahorras para comprar un terreno o una casa, cuando finalmente la tienes como la soñabas, le pones cercas y sabes exactamente dónde empieza el límite de tu terreno y dónde termina, para que nadie traspase y para que sepas cuándo te estas saliendo de él.
Límites que, juntos, con amor y respeto, sin imponer o dictar, ponemos para proteger nuestra familia con la conciencia de que hay situaciones que nos llevarán a que la confianza se rompa. Estar atentos para que cada uno personalmente evite encuentros inapropiados, llamadas, mensajes subidos de tono y todas las cosas que están fuera de lo que permitimos como familia.
4- Atenciones y detalles
Para no caer en la rutina y siempre estar unidos no solo por compromiso sino por elección, es importante que le hagamos cierto mantenimiento a nuestra pareja, ¡que la pasemos bien juntos! Salir en citas (nosotros nos propusimos una semanal fija), divertirnos, probar cosas nuevas, ser afectuosos, salir de la rutina con una escapadita fuera de la ciudad. Invertir tiempo de calidad.
No olvidemos las cosas simples de cada día, que aunque parecen no importar, hacen una convivencia especial. Un “buenos días” un “por favor” un “gracias” ayudan a que el “monstruo” de la rutina no destruya lo que con tanto amor hemos construido.
El día a día puede hacernos caer en la monotonía si no tienes esos pequeños detalles. Aunque parezcan insignificantes, en su conjunto marcan la diferencia entre una pareja feliz y una amargada.
“Reunirse es un comienzo. Mantenerse juntos es progreso. Trabajar juntos es el éxito”.
¡Dinos! ¿Qué haces para proteger tu matrimonio de la infidelidad?
Permitir la muerte del «yo» y afirmar nuestra identidad en intimidad con Dios para encontrar la plenitud como pareja.
Estaban en el altar, bellos y enamorados. Era el día que tanto habían esperado, el más importante de su vida. El futuro les pertenecía, expectantes de una nueva aventura juntos. Y la frase soñada por fin llegó: “Los declaro marido y mujer, hasta que la muerte los separe… Pueden besarse”.
Todo era alegría. La fiesta, la luna de miel, esas primeras semanas de ensueño… Pero las primeras diferencias no tardaron en llegar:
Ella: ¿Cómo no se dio cuenta que necesito que me ayude?
Él: No entiendo por qué me dejó de hablar.
Ella: Ya no es el mismo, ya no me escucha.
Él: No para de reclamarme cosas, nada le alcanza.
Ella: Ya no es tan romántico, ya no le importo.
Él: ¿No se da cuenta el esfuerzo que hago para que no le falte nada?
Así podríamos seguir enumerando otras situaciones diarias que sin darnos cuenta van desgastando la pareja y que, en muchos casos, terminan en separación o divorcio. Son pequeños roces que nos roban tiempo, drenan nuestras energías e impiden que disfrutemos de lo que Dios preparó de antemano para nosotras.
Junto a mi esposo entendimos que la mejor frase que “homologa” un matrimonio, la verdadera “fórmula nupcial” que deberían declarar los pastores al bendecir a las parejas en el altar es “Hasta que la muerte los una”. Nos dimos cuenta, a lo largo de estos veintiún años de casados, que cuando morimos al yo, Jesús ocupa el primer lugar en nuestra vida y, en ese preciso momento, logramos ser un nosotros como matrimonio.
Es entonces cuando entendemos que existe un propósito mayor por el que estamos juntos; no se trata solo de pasar el día y resistirlo. Pero morir tiene un costo. No nace naturalmente, es doloroso. Requiere desarrollar una actituddecidida.
Aun Jesús, al saber que se avecinaba su muerte, le dijo a su padre que no quería morir “Yendo un poco más allá, [Jesús] se postró sobre su rostro y oró: ‘Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mateo 26:39).
Morir significa dejar de lado nuestro ego, el orgullo, esa obstinación que nos mueve a pelear para tener siempre la razón.
Es corrernos de ese ensimismamiento para perseguir un propósito mayor. Pero para nosotras también tiene otro significado. Es morir para descubrir la verdadera vida:
“Luego dijo Jesús a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará” (Mateo 16:24-25).
Para el mundo la muerte es sinónimo de fin, de angustia y tristeza. Pero para nosotras significa principio, un nuevo comienzo, esperanza, trascendencia, restauración. Tener esto presente en nuestro matrimonio hará que transitemos este camino de una forma totalmente diferente. ¡Si morimos a querer tener la razón seguramente obtendremos paz!:“Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos” (Romanos 12:18, RVC).
Para tener un matrimonio exitoso necesitamos morir una y otra vez
Si morimos a pretender que nuestro esposo sea siempre el que da, y nos colocamos nosotras en el lugar de dadoras, sin esperar nada a cambio, seremos saciadas y prosperadas por Dios. “El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado” (Proverbios 11:25, RVR1960).
Si morimos a querer que nuestra pareja nos complete y afirmamos nuestra identidad en intimidad con Dios, vamos a encontrar la plenitud en Jesús:
Para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. (Efesios 3:17-19)
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Si morimos al egoísmo, nos transformaremos en potenciadoras de nuestra pareja: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás” (Filipense 2:3-4).
Si morimos a nuestras peleas, ya no habrá odio, enemistad y dolor. Esto no significa que no haya discusiones. Los matrimonios sanos las tienen, pero en un marco maduro. No se lastiman, pueden hablar, escucharse, ponerse en el lugar del otro, aceptar las diferencias y beneficiarse de ellas.
Necesitamos morir una y otra vez, todos los días, para tener un matrimonio exitoso. Solo así podremos alcanzar aquello para lo cual Jesús nos alcanzó a nosotras y cumplir junto a nuestros esposos el propósito eterno que nuestro Papá celestial trazó.
No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14)
¡Que la muerte nos siga uniendo! Es en la Cruz donde nuestro matrimonio encuentra sentido y se torna exitoso.