Cuando Jesús no obra de la forma y en el tiempo que querríamos, lo más fácil para nosotros es rendirnos y/o amargarnos.

Un día Jesús estaba caminando rodeado de una gran multitud y uno de los jefes principales de la sinagoga, llamado Jairo, se tira a sus pies y le suplica que por favor vaya a su casa porque su hija estaba agonizando. Él era un hombre importante, pero estaba desesperado y acude a Jesús como su última opción. Jesús accede al pedido de Jairo y comienza a caminar. Y junto con Él una gran multitud. 

Imagina conmigo el sentido de urgencia de esta escena. La niña que está muriendo, el padre desesperado que se olvida de su status y se tira al piso a los pies del carpintero de Nazaret y la multitud expectante: “¡¿qué pasará?!” Pero, en medio de esta escena Jesús se detiene, para y pregunta: ¿quién me tocó?

Me imagino a la gente alrededor de Él gritando: ”¡¡Jesús!! Estamos yendo casi corriendo a la casa de una nena que está muriendo, las multitudes te están apretando, ¿y vos parás para preguntar quién te tocó? ¡Qué importa! ¡Vamos! ¡Jesús apúrate! Pero Jesús sigue parado, mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho.

Y finalmente sale esta mujer del anonimato y se anima a decirle que había sido ella. Resulta que hacía 12 años que padecía de hemorragias y no encontraba una solución médica a su problema.

Pongámonos en el lugar de Jairo, imaginemos su ansiedad y su enojo, la indignación de los discípulos y de la multitud: ¡Jesús! Yo sé que la mujer también merece su milagro, pero después volvemos, ¡lo mío es urgente! ¡Lo de ella no ! Jesús por favor apurate, mi hija está muriendo. Pero Jesús no está apurado ¿verdad? Él sana a la mujer, y en medio de esta escena lo más temido por Jairo sucede.

Llegan noticias de la casa diciendo que la niña ya ha muerto, que no moleste más a Jesús, que ya no hay nada más para hacer. Y esa mínima esperanza que Jairo tenía en el momento que se había tirado a los pies de Jesús se desvanece. Ya está, Jesús llegó tarde. Y así nos pasa a nosotras ¿no? 

Cuando Jesús se demora experimentamos cómo nuestra esperanza se desvanece. Cuando vemos esa relación que está muriendo o que ya murió, ese matrimonio que ya parece no tener salida, esa carrera que quedó olvidada, ese milagro de sanidad que Dios aún no hizo. 

Y, además, como Jairo escuchamos testimonios de otras personas que sí experimentaron el milagro inmediatamente, y nos amargamos. La esperanza se va diluyendo y peor aún, nuestro corazón se va rompiendo. 

“Jesús: tu demora me rompió el corazón. Te quedaste hablando con esta mujer que no tenía ningún apuro, y mi hijita se murió.”

Pero Jesús…. no le da importancia al parte médico que viene de la casa de Jairo. Jesús lo mira y le dice: no tengas miedo, cree solamente. Y Jesús te mira y te dice: “¡no tengas miedo! ¡cree! ¡no dejes que la esperanza muera!”.

Jesús te dice: “Mi gracia y mi amor son compatibles con tus tormentas, mi gracia y mi amor son compatibles con mis aparentes demoras. Confía en mí, ten paciencia”.

Timothy Keller define: `”Paciencia es ese amor para el largo camino; es resistir bajo circunstancias difíciles, sin rendirse ni caer en la amargura”.

Cuando Jesús no obra de la forma y en el tiempo que querríamos, lo más fácil para nosotros es rendirnos y/o amargarnos. Pero cuando crece en nosotros la certeza de que somos incondicional y profundamente amados por Dios entonces el resultado es paciencia y confianza en Sus tiempos y en su obrar. 

Y Jesús sigue camino hacia la casa de Jairo. Cuando llegan, todos están llorando a la niña muerta y Jesús dice: —¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña no está muerta, sino dormida.Yo no sé lo que está muriendo en tu vida, pero hoy quiero decirte que Jesús está entrando a esa temporada de llanto y te está diciendo: no está muerto, solo duerme. Y Jesús entra a la habitación de la niña, le toma la mano y dice: “Talita cum”.

Los expertos dicen que la palabra Talita es la palabra que usaban comúnmente los padres para referirse a sus hijas. Además de niña, hoy podríamos traducirlo como: cariño, corazón, chiquita, o como tú le digas a tus hijas….

Jesús se acerca a la niña, la toma de la mano y le dice: corazón, chiquita, levántate. Seguramente lo que Jairo hacía cada mañana: acercarse, tomarla de la mano y decirle: Talita, chiquita, cumi, es hora de levantarse, vamos a desayunar

Hoy Jesús te dice: hijita, hijito, corazón, cariño, levántate, se acabó la noche, se terminó el llanto, talita, cumi. ¿Cómo no tener paciencia, cómo no confiar en un Jesús con tanto poder y tanta ternura? Jesús se enfrenta a la mismísima muerte y te toma de la mano como un Papá bueno en la mañana. ¿Por qué querríamos apurar a alguien así de poderoso y cariñoso, que nos trata con tanta ternura? ¿Por qué nos impacientaríamos con alguien así? 

Yo no sé en qué área de tu vida sentís que Jesús está llegando tarde. No sé qué está muriendo en tu vida. No sé por qué tu esperanza se rompió. Pero sí puedo decirte que el deseo de Jesús es tomarte de la mano en medio de la oscuridad y levantarte 

En la cruz, Jesús experimentó la muerte, la más profunda oscuridad, el más doloroso abandono, para que nosotros podamos ser libres de eso. 

Ese es Jesús. El Jesús que responde al dolor y al reclamo de nuestros corazones con un tranquilo y seguro: NO TENGAS MIEDO, CREE SOLAMENTE

El Jesús que en la agonía de la cruz gritó: consumado es, ya todo fue hecho, todo se ha cumplido. Y en ese grito nos aseguró que nunca jamás llegaría tarde. Y no solamente eso, se aseguró de que nunca más enfrentemos nuestras dudas, nuestras tormentas, con ese temor a ser o no amados por Él. 

En esa cruz nos garantiza, nos expresa, de la forma más apasionada e intensa que SÍ le importa, que SÍ nos ama y que Él está al control.

Pastora de la Iglesia del Centro, esposa de Ezequiel y mamá de Sofía y Juan Bautista . Licenciada en RRHH y estudiante de psicología.Ha dedicado gran parte de su ministerio al servicio de los adolescentes y trabaja diariamente en la edificación de la iglesia de Cristo.