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La fábrica de nuestros deseos

¿Te pasó luchar mucho tiempo con alguna debilidad? 

Parece ser que la historia se repite una y otra vez. Cuando leemos el libro de Éxodo vemos al pueblo de Israel ser liberado por la poderosa mano del gran “Yo soy”. Casi dos millones de personas vieron caer siete plagas sobre los egipcios, fueron testigos del mar abrirse camino para que pasen los escogidos, la columna de fuego y la nube de día, el maná ultra nutritivo que cayó del cielo y muchas maravillas más. 

Sin embargo, vagaron durante cuarenta años en el desierto, wow, casi toda una vida dando vueltas en un lugar que era de tránsito. Leemos mil veces esta historia y nos asombramos ¿Cómo pudieron morir y no entrar a la tierra prometida?

Bueno, amigos, esto es sombra y figura de lo que sucede en nuestras vidas hoy. Muchos de nosotros vimos grandes milagros de parte de Dios, vimos su mano poderosa en nuestra vida, fuimos trasladados de esclavitud a libertad, pero nos quedamos en los desiertos de nuestra alma. 

Luchamos con debilidades, pecados, quejas, temporalidad, dudas, desconfianza, murmuración y así se nos pasan, 5, 10, 40 años de nuestras vida como agua entre las manos. 

¿Cómo salir de este círculo vicioso? 

El autor de los gálatas nos deja una pista para vencer a nuestros deseos pecaminosos. Si despejamos la x de la ecuación podremos resolver el problema.

Pablo apunta a una palabra que pasamos de largo, naturaleza. Los deseos son los frutos de un árbol, y nosotros hacemos agua cuando combatimos con los deseos, porque es como cortar las ramas de un árbol frondoso y fuerte. Aunque lo podemos volverá a crecer. 

Nuestro problema no son los deseos, sino la fuente que los origina: “nuestra naturaleza pecaminosa”. Tenemos que desmontar la fábrica que manufactura nuestros deseos de pecar e ir contra la voluntad de Dios. De nada sirve cambiar la maquinaria de lugar, ese sistema de producción debe ser implosionado de adentro hacia afuera.

¿Alguna vez vio cómo se derriba un edificio? 

Se pone dinamita en los cimientos de manera estratégica para que el edificio caiga por completo sin generar daños colaterales. Si en lugar de poner explosivos por dentro, se quisiera tirar un misil balístico desde afuera, eso traería tal vez muerte innecesaria, y tampoco quedarían derribados los fundamentos. 

Así que Dios, nos da su “dunamis”, su Espíritu Santo, en el original se traduciría dinamita. Y ese poder que nos otorga el Padre en Jesucristo, no es para orar por enfermos, expulsar demonios, o hacer milagros, no primeramente es para demoler de manera programada nuestra “fábrica de deseos pecaminosos”. 

Dios necesita derribar nuestros cimientos para construir su edificio en nosotros, la iglesia de Cristo. Es por eso que ahora resolvemos la otra parte de la ecuación y es la Y. Sólo lo podemos hacer si andamos en el Espíritu. 

Podemos oír una y mil veces que tenemos que morir y permanecer en la cruz de Cristo juntamente con él. Pero nunca lo podremos lograr con nuestras fuerzas ¿acaso no lo notó? ¿no se siente frustrado querer alcanzar la santidad bajo sus propios medios? Querer llevar una vida moralmente aceptable se hace una carga muy difícil de sostener.

Tal vez se niegue a un montón de cosas, pero nunca podrá negarse a usted mismo por completo. Porque ¿si usted lo pudiera hacer? entonces para qué necesitaría al Espíritu Santo. ¿Lo ve?

El Espíritu Santo, puede hacer lo que es imposible para los hombres. Llevarnos a morir gozosamente, para cumplir la voluntad del Padre. 

Usted y yo, ya sabemos que tenemos que hacer, pero ahora sabemos con quién hacerlo. No son nuestras fuerzas ni nuestros esfuerzos. Es andar en la maquinaria perfecta del Espíritu. 

¿Está listo para esta aventura? Debemos darle el permiso de agendar el derribamiento de nuestra fábrica interior para ver su majestuosa construcción en nosotros. Porque el que comenzó la buena obra, la terminará por completo.

Redacción
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