Como todo hijo de pastor, crecí en la iglesia, pasé por todas las crisis posibles, traté de escaparme, pero de una forma u otra siempre terminaba en alguna actividad o campamento de misiones. Un día me di por vencida y decidí seguir a Dios y a donde fuera que eso me llevara.
A lo largo de los años vamos viviendo experiencias, conocemos mucha gente, aprendemos y desaprendemos, pero jamás me imaginé lo que iba a experimentar en diciembre del 2019.
Estaba en una ciudad en Inglaterra en el tiempo práctico de mi EDE, compartiendo con un grupo de adolescentes en una iglesia. Nos habían pedido que compartiéramos un testimonio de unos cinco minutos, había estado orando y pensando sobre qué podía hablar pero la verdad es que había llegado sin nada.
Así que me senté en la ronda y simplemente empecé a hablar; no me acuerdo muy bien de qué hablaba exactamente pero mientras lo hacía me acordé que hacía muchos, muchos años, un grupo de Juventud con una Misión había pasado por mi iglesia y en ese momento pensé: “cuando sea grande quiero viajar por el mundo, hablar de Jesús y usar aritos raros”. Y ahí estaba, en Thanet, hablando de Jesús y usando aritos raros.
“En ese momento, lo único que pude decirle a este grupo es que Jesús está loco y sus caminos son mucho mayores que los nuestros”.
A partir de ese momento, no pude dejar de pensar en esa nena de ocho años esperando a crecer para poder viajar y hablar de Jesús. Estaba viviendo uno de mis sueños, de esos que ni me acordaba que tenía. Como todo tiempo práctico, los planes cambiaban frecuentemente y cada día nos encontrábamos en situaciones más y más extrañas.
Habíamos llegado a Malasia y nos estábamos preparando para ir a un pueblo para trabajar con una iglesia, el pastor nos dijo “preparen una obrita feliz de unos 5 minutos y aprendan esta canción en bahasa para cantar enfrente de unas treinta personas”, tuvimos unas dos horas para preparar todo eso y salimos rumbo a este pueblo.
Viajamos unas 4 horas en auto, ya era la tardecita y mientras entrabamos al centro, pasamos por lo que parecía una feria, alguien en chiste dijo “seguro nos presentamos ahí” … esa feria era un festival de año nuevo chino con unas 700 personas.
Nos bajamos de los autos, llegamos al frente donde estaba el escenario y escuchamos “gracias por venir, en 5 se presentan ustedes, ah, y que alguien comparta de Jesús al final”, y ahí estábamos, 11 personas de diferentes partes del mundo, con jet-lag y hambre, tratando de recordar una canción en un idioma que nadie hablaba.
“Esa noche me paré en un escenario con un traductor para decir a unas 700 personas que festejaban el Año Nuevo chino que Dios las ama y desea una relación con ellos”.
Esos fueron los días más locos que tuvimos, pero no era el final ni mucho menos: cenamos con el futuro primer ministro, fuimos a escuelas para enseñar de Jesús, y finalmente, en nuestra última semana llegamos a una escuela para niños refugiados.
Esa semana cambió todo
Conocí a Musa, un nene de 11 años que había llegado a este país hacía dos semanas y no hablaba ni una palabra de inglés. Los maestros nos dijeron que no nos preocupáramos por él y que enseñemos al resto de los chicos lo que teníamos preparado.
Musa tenía cara de perdido, tímido y sin poder decir ni “hello”, se sentó al fondo de todo. La verdad es que no pude resistirme, no escuché a Dios ni mucho menos pero no podía dejarlo solo durante toda una semana. Me senté con él y como podíamos empezamos a hablar hasta que llegó una traductora. Jamás había enseñado inglés en inglés a alguien que no sabía ni una palabra, pero no había dudas, con el equipo decidimos que esa semana me dedicara a estar con Musa.
Ese día improvisé como pude con lo que tenía, luego comencé a orar y pensar cómo podía enseñarle inglés a Musa. La creatividad fue lo que Dios puso en mi corazón para comenzar con los colores, animales y algunas formas. Al final de esa semana Musa podía presentarse, jugar al veo veo con sus pares y leer algunas palabras en inglés.
Esa semana no se trató ni de mis sueños, capacidades ni de nada de lo que yo pudiera hacer por Musa. Conocí a un Maestro que no deja a nadie atrás, que se fija en cada persona y sus necesidades específicas. Esa semana enseñando aprendí como nunca antes lo había hecho.
Paula Fanderwud tiene 25 años y es argentina. Es psicopedagoga y parte del equipo en Holmsted Manor, Inglaterra.