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Daniela Freidzon: “Cuando recibís la verdad de Dios, entendés quién sos en Él”

Un nuevo episodio en nuestro living de “Mujeres en Movimiento”, donde Mayra Djimondián conversó con Daniela sobre su testimonio, el altar familiar que la acercó a Jesús, la pasión de esta generación y una sola misión: estar a los pies de Cristo.

Testimonio de quebrantamiento

Es una de las cosas que me gusta compartir. Yo crecí en la iglesia como hija de pastores, y en ese ambiente conocí al Señor; tantos momentos de oración, tantos momentos con la Palabra, en que nos introducían a Jesús en nuestras vidas, y todo eso siempre fue algo que pude vivir. Pero en la adolescencia transité el bullying, momentos muy difíciles en la secundaria, con gente que con sus palabras saben herir la autoestima, el cuerpo; eso dañó mucho mi corazón y yo me las comencé a creer, a formar una identidad en mí, hasta el punto de entrar en depresión.

Lloraba por las noches; no sabía por qué mis padres oraban por mí, pero para mi espíritu y mi corazón era difícil de creer. Se había levantado una fortaleza de incredulidad; de alguna manera no podía recibir esa verdad de Dios. Entonces, poco a poco, mi vida espiritual se fue apagando, ese fuego por la persona de Jesús, por la persona del Espíritu Santo, y me convertí en una persona a quien le costaba creer.

Tenía ese corazón de piedra que puede estar sumergido en un ambiente donde hay vida, pero, aun así, por dentro, estar sometido a la incredulidad, a una falta de fe, a un dolor muy grande. Y esto fue así hasta que en el año 2000, en Canadá, a donde mi papá había sido invitado a predicar, me encontré con el Señor. No sé cómo pasé de estar sentada en un banco a estar en el altar, y tuve mi primera impresión espiritual como si fuese una visión. Lo único que dije fue: “Señor, yo te quiero conocer, ya no quiero vivir más así. Sé que tu Palabra es verdad, veo lo que hacés, pero yo no puedo creer, estoy llena de dolor”. Y lo único que recuerdo era expresarle con mis palabras eso. Tuve algo similar a una visión en que el Señor me llevó exactamente a la edad donde todo comenzó, y en cada momento en que yo recibía palabras y miradas que me lastimaban, él me reafirmaba con su amor y me decía: “Sos mía, yo te vi, te formé, te amo, te hice tal cual sos”.

Recuerdo haberme levantado de ese altar como una nueva Daniela, con un nuevo corazón. Y esa verdad resonó en mí tan pero tan fuerte que cambió mi vida para siempre. El Señor hizo un camino en mi vida y hoy puedo dar fe de esa fidelidad, de esa verdad de Dios, y que su verdad resuena más fuerte que cualquier otra mentira. 

La importancia de la familia

Daniela: Mi mamá siempre oró por mí, y mi papá, también, acompañándome, dándome lugar, porque siempre fuimos una familia ministerial. Siempre estuve al lado de ellos amando al Señor, permaneciendo con ellos en la iglesia. Dios siempre nos mostró su amor y el privilegio de servirlo como familia. Mis padres no dejaron de darme ese lugar junto a mis hermanos y nos animaron a amar al Señor con todo nuestro corazón

Mayra: Y si tuvieras que decir una cosa de las que más te hayan impactado en esa relación familiar, ¿qué es lo que más te marcó a fuego en cuanto a tu casa?

Daniela: Tiempos devocionales en familia, tiempos de oración juntos, momentos donde nos tomábamos tiempo para hablar del Espíritu Santo, algo que hoy yo también comparto con mis hijos, hoy, en esta edad, ya que no tenés que esperar a crecer para conocerlo. Ahora es cuando debemos presentarles a la persona de Jesús y que ellos tengan ese verdadero encuentro. Eso me marcó a fuego, y también en mi casa trato de vivirlo con mis hijos. Siempre.

La pasión de esta generación

Daniela: Yo digo que esta es la generación que va a vivir el más grande avivamiento y van a levantar la más grande cosecha de almas para el Señor. Es la generación de las causas del medio ambiente, las causas sociales, y nosotros tenemos la causa más grande, que es la del Evangelio: presentarle el mensaje del Evangelio al mundo para que crea, y sé que va a ser a través de esta generación. El enemigo vino para destruirla, pero creo que más que nunca tenemos que verlos como Dios los ve, llenos de propósito, llenos de fuego, y también veo cómo viven esa fe genuina.

Es una generación que quiere vivir lo que cree y quiere ver. Quiere ver el libro de los Hechos en su día a día. Y eso los motiva, hace que quieran pagar el precio de seguir a Jesús, vivir según las Escrituras. Todo eso viene cuando tienen un encuentro con Dios y cuando comprenden el propósito que Dios tiene para sus vidas.

Y si nosotros les damos ese lugar para que puedan descubrir el talento, la gracia, la fuerza espiritual que tienen por medio del Espíritu Santo, introduciéndolos a ese momento cuando conozcan a la presencia de Dios, serán jóvenes que marcan la diferencia en el colegio, en la universidad, en sus casas. Así que es una generación que tiene un futuro brillante, muy esperanzador. 

Mayra: ¿Cómo hacemos como madres y como Iglesia para que se puedan generar esos espacios en la práctica?

Daniela: Crear momentos para que ellos tengan ese encuentro con Dios, introducirlos a la Palabra, tener momentos donde podamos buscar a Dios, cuando puedan por medio de la adoración y la oración tener ese encuentro con el Señor. Eso es muy importante. Que haya momentos de altar, de búsqueda, para luego abrirles espacios donde sirvan a Dios, porque cuando servís a Dios, cuando hablás a otros de Jesús, podés ver el poder del Evangelio en acción, y cuando eso sucede a través de tu vida, lo querés seguir viendo y eso te enciende.

Y si todos los días servís al Señor con lo que Él te dio, con el talento que tenés, con el espacio que podés encontrar dentro de la iglesia, tu vida espiritual va a ir en crecimiento y contagiará tu entorno. 

Mayra: Es una generación que tiene expectativa, una generación de avivamiento. Porque cuando vos tenés expectativa estás esperando que Dios haga algo. Es una generación que está esperando que cuando salgan a predicar cosas pasen. Que los enfermos se sanen y que las personas se conviertan. Y creo que quizás nuestra generación a veces pierde un poco esa expectativa. Ellos nos infunden nuevo ánimo. ¿Cómo nos podemos potenciar entre generaciones? 

Daniela: El mover de Dios es intergeneracional, y creo que eso es lo más hermoso que vemos también en la Palabra, la promesa de que el corazón de los hijos se volverá al de los padres, y el de los padres, a los hijos.

Y eso es lo que Dios quiere hacer en familias completas. Creo que en la iglesia local es donde vemos por qué la Iglesia es ese diseño de Dios, es esa familia espiritual donde podemos servir al Señor juntos.

Es importante nunca familiarizarnos, nunca decir: “Ya lo conozco todo, ya lo sé todo, ya lo vi todo”. No, Dios es tan asombroso. Dios es tan grande. Todavía hay tanto más de Dios. Necesitamos mantener siempre la expectativa: “Señor, ¿qué quieres hacer este fin de semana? ¿Qué quieres hacer hoy en mi familia? ¿A quién quieres que le hable esta semana?”.

A los pies de Cristo cada día

Reconozcamos que lo necesitamos a Dios. Necesitamos la gracia y el poder de Dios. Él es la fuente. Él es la fuerza que necesitamos: reconozco que soy una mujer que necesito depender de Dios todos los días.

Entiendo quién soy en Dios y Él me da lo que necesito para encarar ese día, para organizar mi tiempo, para tener esa palabra que mi familia necesita, para poder ser una buena amiga, para poder cumplir el llamado de Dios en mi vida. Si hoy te sentís apagada, pedile al Señor; “Te necesito en este día, rindo mi corazón, abro mi vida a ti, te pido que hoy hagas una obra nueva, que me des un nuevo corazón”. Y Dios lo hace, porque escucha nuestro clamor. 

Mayra: ¿Cómo ves a la mujer en general, a las mujeres de fe? ¿Qué palabra de ánimo o quizás de dirección podés darnos, más allá de todo lo que venimos compartiendo hasta ahora? 

Daniela: Que donde estás, Dios te puso ahí. Dios sabe, Él está en control de todas las cosas, y creo que hoy es el tiempo de la mujer.

Se habla en el mundo muchísimo de la mujer. La mujer está teniendo oportunidades como nunca antes, en cada lugar que ocupamos en la sociedad, sea profesionalmente, en nuestras familias, donde sea. Se trata de entender que tenés un propósito y un llamado, simplemente abrir tus ojos y decir: “Señor, ¿cómo puedo acá, donde estoy, ser luz?”.

Porque donde está la luz, las tinieblas se tienen que disipar, y este mundo, más que nunca, necesita mujeres que se levanten, que hoy alcen su voz, que sean capaces de decir: “Vivo por algo mucho mayor que yo, que es el propósito de Dios, el plan de Dios eterno, y soy parte en escribir esta historia”.

Cuando somos dependientes de Dios y acudimos a Él, Él sabe lo que necesitamos, y nos lo va a dar.

El altar es el lugar del sacrificio; encontramos al Señor en el altar, el lugar donde yo me tengo que quedar: una vida rendida a los pies de Jesús, que dice “Señor, yo sin ti no soy nada, te necesito, quiero cada día conocerte más y quiero vivir apasionadamente, llena de ese fuego, de ese propósito”.

Que nadie te diga lo contrario; Dios ya te dio un propósito, Dios ya te dio un destino, ya te dio una visión. Solamente resta que la podamos conocer y recibir, y caminar por medio del poder del Espíritu Santo en ese destino de gloria

Ánimo a cada mujer a que hoy vuelva a correr a los pies de Jesús y le diga “Señor, yo te necesito, como la primera vez que te dije que te necesito con todo mi corazón”.

Redacción
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