Bernardo Stamateas, en su libro La preciosidad de Cristo, comentó: "Toda su gloria estaba escondida; nadie podría soportar su luz expresada en su totalidad".
Me desperté, transpirando frío y gritando: “Dios, tiene que haber algo más. ¿Voy a invertir los próximos treinta años de mi vida para obtener fama, riqueza y éxito solo para descubrir de repente que eso es todo lo que hay?”.