Son muchos los testimonios que seguramente conocemos acerca de misioneros o personas cristianas que han sufrido diversas pruebas bajo gobiernos musulmanes. No obstante, esta historia es un tanto diferente. Marina Nemat escribió un libro por demás apasionante. “Prisionera en Teherán” narra las aventuras -desventuras, mejor dicho- que padeció como adolescente en las calles, escuelas y cárceles de Irán.
Un cristianismo al estilo oriental
Marina nació en 1965 en Teherán. Aunque se trata de un país de mayoría musulmana, sus abuelos eran rusos que habían huido del comunismo y se habían asentado en el país persa. Quizás resulte increíble, pero hasta 1979, Irán era un país que intentaba copiar el modelo de los países occidentales, no siendo fundamentalista como lo conocemos en la actualidad. Además, se trataba de un país limítrofe, de fácil acceso desde Rusia.
Fue así que los abuelos de Marina se instalaron y comenzaron una nueva vida. Así lograron ser una familia de grandes diversidades: hablando farsí, inglés y ruso, siendo cristianos ortodoxos -como la mayoría de los rusos-, pero con amigos musulmanes y católicos que se encontraban en las calles, plazas, parques y escuelas. Los padres de esta mujer tenían sus trabajos y costumbres normales, siendo ella dueña de un salón de belleza y él, profesor en un salón de ballet clásico.
Todo este mundo de naturalidad, diversidad y libertad se vería interrumpido en 1979, de manera casi instantánea.
La Revolución Islámica de Irán
Es complicado hacer un resumen de la historia de este otro país milenario -más antiguo que China, India o Japón-. Para no hacerlo complejo, Irán era gobernado por un rey, por lo demás, corrupto y autoritario. A pesar de esto, pretendía parecerse a cualquier otro país de América o Europa, con libertades individuales y económicas.
Pero en 1979 todo esto llegó a su fin: el ayatolá Jomeini, un clérigo musulmán, comenzó una campaña en contra de este gobernante, logrando que se exiliara en este año. Desde ese momento comenzó la incertidumbre, desconociendo que tipo de país iba a ser Irán desde ahí en adelante: una república, una monarquía, una mezcla de ambas.
A fines de 1979 quedó establecido el nuevo tipo de gobierno: una República islámica, donde la ley musulmana sería la base fundamental del nuevo país. De pronto, quedó prohibido cosas que son normales en nuestra vida diaria, como pasear una pareja de la mano en la vía pública, usar ropa corta, ir a la playa o pileta con bikini en verano o ir a la escuelas mixtas -me refiero a las aulas mixtas-. Desde ese momento prevaleció el modo de justicia, de costumbres y modo de vida islámico. Es en este contexto donde se empezó a complicar la vida a Marina.
Lucha por aprender matemáticas
En 1979, Marina tenía 14 años. El gobierno musulmán la comenzó a perseguir debido a su activismo en la escuela secundaria. La lucha consistía en pretender volver a tener clases de materias que denominaríamos “normales” -matemáticas, lengua, física, etc.- y no cursar materias de adoctrinamiento islámico, cosa que se normalizó desde ese año.
Además, Marina fue partícipe del diario escolar donde se pronunciaba en contra de las medidas fundamentalistas. Como dije anteriormente, se cambiaron las materias básicas de aprendizaje por otras con bajada de línea islámica. Los docentes que no estaban de acuerdo con el nuevo gobierno, eran cambiados por otros más adeptos.
El comienzo de los problemas
En 1982 comenzaron los problemas para ella. Hacía un tiempo sabía que estaba en problemas, debido a su “activismo adolescente”, con sus opiniones y su lucha. Según ella relata, estaba en una “lista negra” de su profesora a cargo, una mujer fanática del islamismo. Una noche, mientras estaba bañándose, llegó a su departamento la policía oficial del régimen.
Con una actitud estoica, decidió ir con ellos, no poniendo resistencia. Desde el primer momento, reconoció su fe cristiana y su actividad en el colegio. Esto no fue gratuito, sufrió una de las peores torturas: recostada en una cama de madera, con los pies desnudos, fue azotada en la planta de los pies. El dolor es inimaginable. Según su relato, perdía la memoria por momentos, donde había lapsos de tiempos que no podía pronunciar palabras coherentes. Durante toda su tortura, no dejaba de rezar, pidiendo a Dios que acabara su sufrimiento.
Recluida en Evin, la cárcel más sanguinaria del país, tuvo varios meses de sobreviviente, donde fue torturada, obligada a leer literatura islámica al igual que mirar programas de las mismas características por televisión. Como si fuera poco, estuvo a punto de sufrir la pena de muerte, pero fue salvada a último momento.
Con 16 años fue obligada a casarse con uno de sus torturadores, un guardia fundamentalista, la cual la amenazó con la idea de que, si no accedía, arrestaría a toda su familia. Era evidente que manejaban la información de dónde residían y a qué se ocupaban.
Este brevísimo resumen del libro “¨Prisionera en Teherán”-libro que recomiendo con entusiasmo- tiene un final feliz. Quiero evitar hacer spoiler de la biografía de esta valiente mujer, que nunca abandonó sus creencias cristianas, y que pudo ayudar a otras mujeres durante su encierro y casamiento forzoso. Finalmente se pudo casar con el hombre del que estuvo enamorada en su juventud, tener hijos y vivir en otro país. ¿Cómo sucedió esto? Los invito a conocerlo mirando su historia en entrevistas por internet, o mejor aún, leyendo su libro. Es una historia que les aseguro, no los decepcionará.