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¿Vivís en las promesas del Padre?

«En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: “¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva”. Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él».

Juan 7:37-39

Si alguno tiene sed. ¿Sed de qué? ¡Sed de hacer la voluntad de Dios! Si alguno tiene sed y desea hacer la voluntad de Dios, pero no puede lograrlo, ¡esto es algo bueno para ti! «El que cree en mí, tendrá ríos de agua viva fluyendo de su interior. Ese es el Espíritu que voy a enviar, la promesa del Padre».

Jesús dijo que esto sucedería «como dice la Escritura», y no había ningún versículo que dijera eso. Jesús no está citando un versículo, está citando a todo el Antiguo Testamento. Su promesa es desde Génesis hasta Malaquías. Las Escrituras están llenas de esta promesa. Los profetas hablaron de esto: Los que creen en Dios tendrán un nuevo corazón y un nuevo espíritu en ellos.

Jesús no dijo: «El que cree en mí tendrá la sana doctrina», ¡habló de ríos! ¿Qué tienes tú? ¿Una correcta declaración de fe? ¿O tienes ríos? La promesa del Padre son ríos en el interior.

Juan Carlos Ortiz

Lo mismo dijo en Juan 4:13-14: «Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna».

¡Es una fuente! ¿Qué tienes tú? ¿Un libro bajo tu brazo o una fuente en tu interior? Hay muchas personas que tienen la Biblia bajo un brazo y un libro de doctrina bajo el otro, pero no tienen el río, no tienen la fuente; y la salvación es una fuente, un río en Cristo.

Jesús dijo: «Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes».

Lo que Jesús dice aquí acerca de la promesa del Padre es esto: «En los tiempos de antes, estaban bajo la palabra. Se guiaban por la ley y por reglas. Ahora, yo he venido y se guiarán por mí. Yo les mostraré el camino. Pronto me iré, pero les enviaré a otro Consolador, el Espíritu de verdad, y él los guiará hacia toda verdad.

»Antes de que yo viniese, ustedes vivían bajo la Ley, pero ahora viven bajo mi cobertura. Después de mi resurrección, voy a ponerlos otra vez bajo la ley».

¿Acaso dijo eso? ¡No! Eso sería retroceder, sería regresivo, pero la revelación de Dios siempre es progresiva, de gloria en gloria.

Después de Jesús, ya no estuvieron más bajo la ley, porque Él es más grande. ¿Quién es más grande? ¿La ley o su Autor?

Ju

Luego, Jesús dijo: «Les conviene que me vaya… » (Juan 16:7). ¿Por qué? Porque «ahora estoy con ustedes, pero luego estaré en ustedes, y eso es mejor». Entonces, Él se fue al cielo y envió la promesa del Padre. Vino el Pentecostés y el Espíritu Santo estaba en ellos. La promesa de Jesús se cumplió: «El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él» (Juan 14:23).

Cuando Él los dejó, ellos no tenían materiales de escuela bíblica, ni cassettes, ni Nuevo Testamento, ni seminarios a los que enviar a sus pastores; solo tenían la promesa del Padre. Así es como aprendieron, crecieron y recibieron la guía. ¡Las buenas noticias se esparcieron por todo el mundo! Ellos tenían realidad.

«La ley es solo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia misma de estas realidades. Por eso nunca puede, mediante los mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, hacer perfectos a los que adoran» (Hebreos 10:1).

La ley escrita es la sombra de la realidad. La realidad es el Espíritu de Cristo, que es dinámico, actual y siempre está obrando. La ley no puede lograr la perfección, ¡pero la realidad sí!  El Espíritu sí puede hacerlo, esa fue la promesa del Padre. «Te mostraré cómo andar en mis caminos y tú guardarás mis preceptos».

Redacción
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