Con solo 21 años tuve el privilegio de compartir dos años de mi vida junto a la familia Sosa Gómez en Bielorrusia y conocer la gente de este lugar donde Dios me regalaba la oportunidad de servir.
Mi mamá y mi papá eran cristianos y mis tres hermanos y yo fuimos criados yendo a la iglesia. Sin embargo, ir a la iglesia no lo convierte a uno en cristiano.