El liderazgo bíblico genuino no responde a construir un modelo determinado y sistemático tan solo, más bien a manifestar un modelo de vida basado en el accionar y el carácter de Cristo.
Para Jesús la grandeza y el poder no se medían por el número de personas que servían a un líder sino por la medida en que el líder estaba sirviendo a la gente.
Las Escrituras nos concientizan de nuestro estado de ser natural y en Cristo, de nuestra precariedad humana y de la gracia de Dios y su investidura, siendo conformados a su voluntad para ministrar como líderes.