Un día me llama una hermana por teléfono y me pregunta si había algún sueño en mi corazón y yo sí dije: “¡Sí! Tener un comedor para niños”, y ella se comprometió a orar.
Con solo 21 años tuve el privilegio de compartir dos años de mi vida junto a la familia Sosa Gómez en Bielorrusia y conocer la gente de este lugar donde Dios me regalaba la oportunidad de servir.
El viaje a la ex Unión Soviética EN 199 cambió la perspectiva de la visión, fue una inversión de tiempo y recursos que trastocó los corazones, especialmente al ver lo receptiva que estaba la gente