En esos días en los que se recordó el acto de amor más grande en la humanidad, distintas congregaciones festejaron y alabaron a Dios por el sacrificio en la cruz.
Por mucho tiempo, algunos de nosotros hemos creído que la alabanza a Dios consiste en cantar canciones rápidas en los cultos de nuestras iglesias y, la adoración, en cantar canciones lentas y tranquilas que nos lleven a tener un encuentro íntimo con el Señor. ¿Es así?