«Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las escribió. Y sabemos que su testimonio es verdadero». Juan 21:24
«¿Quién escribió el Evangelio de Juan?», se pregunta hoy la iglesia, ya confundida con las distintas teorías que merodean en la academia teológica. La respuesta solía ser sin tapujos y vueltas, «por supuesto que el apóstol Juan», aunque hoy mismo esta postura suele ser defendida por una minoría catalogada -injustamente- como «fundamentalista» o de manera más amigable, «tradicionalista»; y es que, para el mundo académico, lo tradicional «ha pasado”, «he aquí todo es hecho nuevo».
El debate respecto a la autoría juanina es tan solo un vástago de una discusión mucho mayor: no solo nos preguntamos acerca de la autoría del cuarto evangelio, sino que hacemos lo mismo respecto al Pentateuco (¿Moisés?), Isaías (¿el profeta o sus discípulos?) y la Carta a los Efesios o Colosenses (¿el apóstol Pablo o la escuela paulina?). Lo que antes quedaba fuera de toda discusión, hoy se pone en jaque, y hasta queda relegada para «unos pocos que no han avanzado lo suficiente como para conocer el avance de la academia teológica».
¿Es esto realmente así? ¿Será que la iglesia debe conformarse con «lo viejo», mientras que la academia bíblica se presta a «lo nuevo y más reciente»? ¿Debemos disociar lo que enseñamos y predicamos de lo que sabemos «que realmente es así»?
Para responder a esta pregunta, necesitamos ser conscientes de que existen distintas «escuelas» o «formas de pensar» en la academia teológica. La más común para el laico es aquella propuesta por la Escuela Tradicional, quien simplemente responde a las preguntas ateniéndose a lo que ha sido propuesto durante los años de existencia de la iglesia. En el caso concreto, se responde que, históricamente, la iglesia ha reconocido a Juan el apóstol como el autor del evangelio en cuestión.
La contrapropuesta que disputa esta aserción es la que responde al pensamiento que caracteriza a la Escuela Crítica (EC). Según D.A. Carson, el punto de inflexión se halla en los escritos de David F. Strauss (en alemán, Das Leben Jesu. Kritisch bearbeitet) quien presta cierto escepticismo respecto a la autoría juanina. Sus argumentos siguen esta línea de pensamiento en la que todo lo sobrenatural pertenece a la categoría de «mito». En esa tónica, Strauss cree que la Cristología ofrecida en este último evangelio es ni más ni menos que un invento sin valor histórico, escrito por una escuela post defunción de Juan.
Sin ser tan críticos con lo «sobrenatural», pero siguiendo la misma tónica de «sospecha», esta línea de pensamiento ha sido defendida y expandida por grandes biblistas tales como Raymond E. Brown (1974) y más recientemente Urban C. von Wahlde (2010), quien propone 3 etapas diferentes antes de llegar al texto que hoy conocemos en cuestión. Si algo caracteriza a la EC, podríamos decir que es la «duda de lo que creíamos que ya sabíamos» (en castellano, si bien creímos durante tantos siglos que Juan lo escribió, hoy no estamos tan convencido de ello»).
Presentar a toda la Escuela Crítica de manera negativa será injusto para muchos eruditos que, a pesar de seguir esta línea, tienden hacia una mirada menos «cruel» contra la tradición, y más cristocéntrica en su confesión de fe. Uno no debe caer en la tentación de equiparar «Escuela Crítica» con «descreimiento» y ateísmo bíblico». No obstante, Gregory Beale pone un asterisco a la tendencia masiva de seguir estas posturas modernas y postmodernas tendientes a la duda y a la sospecha.
En su libro «The Erosion of Inerrancy in Evangelicalism» (en castellano, «La Erosión de la Inerrancia en la Iglesia Evangélica»), Beale cuestiona que si esta forma de hacer teología no estaría dañando nuestra percepción acerca de la autoridad bíblica. Por supuesto que no todo seguidor de la EC estará de acuerdo con el postulado de Beale y otros tantos: se argüirá de que nada tiene que ver lo uno con lo otro, y que la autoridad bíblica está fuera de toda duda. Aún así, la pregunta sigue estando en el aire, y la iglesia deberá decidir qué postura tomar.
Una tercera línea es aquella que, sin desmerecer los avances académicos de la EC, toma toda la evidencia postulada y se presta a tomar una decisión inteligible, académica, y sin necesariamente caer en una postura de descreimiento». Tal línea de pensamiento es defendida por el mismo D.A. Carson, Edward Klink III, y Craig Keener, quien en su masivo comentario juanino («The Gospel of John, vol. 1 & 2, 2012) deduce que la autoría de Juan en el cuarto evangelio es más factible que la postura alternativa, basado no solo en la tradición de siglos (lo cual de por sí es un argumento favorable), sino también:
- en la clara evidencia interna de que «el discípulo amado» es ciertamente Juan;
- en el estilo semítico de sus escritos;
- en los estudios recientes en los que se defiende el nivel académico de personas con el oficio de Juan -no solo pescadores, sino hombres de negocio en la Galilea del primer siglo
- en el hecho de que incluso la secta gnóstica del segundo siglo haya afirmado sin dudar de que Juan es el autor;
- en las dificultades que presenta la solución alternativa, tanto en desechar a Juan como el autor, como en la afirmación de que ha sido redactado por varios en el transcurso del tiempo.
Quiere decir que no se desmerecen todas las propuestas alternativas: se las examina, se las juzga, y se concluye que sus argumentos, aun plausibles, no son mejores que los tradicionales.
Al final, cada uno tomará su decisión, y seguirá la línea teológica que más conveniente le sea o crea pertinente creer. En todo caso, el llamado es a una teología sana, inteligente, académica, sin ser radical ni extremista, que no caiga en la tentación de lo que es «nuevo», sino que «todo lo examine, y retenga lo bueno».
Dr. Arturo Kim
Se graduó de abogado en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y culminó un Master in Divinity y un Master in Theology en Nuevo Testamento en el seminario Gordon-Conwell de Massachusetts, Estados Unidos.
Actualmente es co-pastor de la Iglesia Presbiteriana Bethel en Argentina y es profesor adjunto de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología Integral de Buenos Aires. Está felizmente casado con Priscila.