En los últimos años el término empoderamiento ganó popularidad en el universo femenino: de cuidadoras del hogar a mujeres todo terreno y todo poderosas. ¿Será posible encontrar un equilibrio sano y no quedar ancladas en alguno de los extremos como si fueran polos opuestos?

Con el objetivo de librarnos del peso de los mandatos sociales que encasillan a la mujer en el rol de esposa, madre y ama de casa, corremos el peligro de perseguir nuevos modelos de cómo debe ser la mujer posmoderna. No dejan de ser estereotipos que también distorsionan el diseño original.

«El equilibrio se encuentra en descubrir cuál es la fuente de empoderamiento»

Natalia Spetale, comunicadora social.

Más allá de las diferentes miradas y opiniones que puede despertar dicha expresión en la sociedad, lo cierto es que las mujeres queremos vernos y sentirnos alentadas, fortalecidas, valerosas. 

En fin, creer que podemos progresar, desarrollarnos y crecer en las diferentes áreas de la vida. Tener la posibilidad de decidir, de hacer y de elegir. ¡Suena fantástico! Siempre y cuando no confundamos u olvidemos de dónde proviene ese poder.

Existen fuentes equivocadas que presumen empoderar, sin embargo debilitan y empobrecen. El yo en el centro de la existencia es una de esas fuentes erróneas. El famoso yo puedo todo y con todo, agota, exprime y alimenta un individualismo cruel y salvaje que persigue el empoderamiento como fin en sí mismo sin importar los medios. 

Es una fuente narcisista que da poder a costa de los demás. Si decidir lo que quiero menosprecia, rebaja, descalifica y hasta elimina al otro, lejos de engrandecer, empequeñece y empaña los lentes con los que miramos la realidad.

El yo en el centro solo se puede mirar a sí mismo

Natalia Spetale, comunicadora social.

Los acontecimientos difíciles de la vida, pasados o presentes son otra fuente engañadora que produce reacción desde el odio, el rencor y la amargura. Supone empoderar, pero solo genera más violencia y frustración. Es una respuesta a la sed de venganza y una búsqueda de justicia por mano propia. 

Esta no deja de ser una fuente emparentada a la del yo porque la reacción nace de las propias experiencias dolorosas. Un yo herido y sin sanar que reacciona creyendo que es la manera de saberse empoderado. 

No construyamos nuestras propias fuentes

La Biblia nos advierte del gran error que significa construir nuestras propias fuentes que no tienen la capacidad de retener el agua que verdaderamente sacia y llena de poder. Jeremías 2:13 dice así: “Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”.

En una región como Palestina, donde el agua no abunda, se volvía indispensable construir cisternas para conservarla. Se cavaban en la tierra porosa y luego se impermeabilizaban con una mezcla de cal y arena. Sin embargo, siempre existía la posibilidad de que se agrietaran y dejaran escapar el agua. Además, la calidad de esta, por estar estancada, no tenía comparación con la que brotaba de la fuente.

Existe una fuente que de verdad alienta, fortalece. Una fuente incomparable y poderosa de la que brota agua viva, la misma que le ofreció Jesús a la samaritana (Juan 4:10,14). Aquella mujer experimentó el empoderamiento que produce beber aguas que sanan, que liberan y potencian. 

Un corazón saciado por el agua viva es un corazón alcanzado por el amor de Jesús, que entiende que no hay mayor empoderamiento que ser una expresión de ese amor recibido.

Natalia Spetale, comunicadora social.

La única manera de ser mujeres empoderadas es permitiendo que el amor de Jesús sea la fuente que nos alienta. Solo de esa forma destronaremos a nuestro yo del centro y no reaccionaremos por los males que tuvimos que enfrentar en la vida. Viviremos fortalecidas y llenas del poder que emana del amor de Jesús en nosotras. Nada nos anima más que sabernos mujeres amadas.

Podemos perseguir nuestros sueños, desarrollarnos y crecer. Podemos perdonar y ser libres. Podemos sanar y avanzar. Podemos conquistar nuevas victorias. Podemos ser mujeres empoderadas cuando la fuente de poder vive en nosotras.

Licenciada en Comunicación Social (UNLP). Casada con Juan Pablo Sosa y tienen dos hijos. Junto a su esposo pastorean la iglesia Vida Sobrenatural en la ciudad de La Plata. Es autora del libro: “Mujer Maravilla, cuando la realidad supera a la ficción”, da charlas, talleres, consejería pastoral y es impulsora de diferentes proyectos audiovisuales.