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Cuidar nuestro corazón ante la ira

Y el Señor dijo: ¿Es bueno para ti que ardas con tanta ira? Jonás 4:4.

La Biblia tiene preguntas muy buenas, y esta me parece particularmente atinada para los tiempos que atravesamos, las tres “ i”  actuales con las cuales nos enfrentamos: irritabilidad, intolerancia e impaciencia.  En esta pregunta no dejo de ver el cuidado y el amor que hay tras ella, apunta al bienestar de Jonás, una invitación a la apertura y a reflexión, proceso que se encuentra particularmente obstaculizado cuando esta emoción aparece. 

Gracias a Dios, Jesús mismo se enojó y eso nos habla de la habilitación que el maestro nos da para conectarnos con este sentimiento. Como otras emociones el enojo también es parte de nuestra vida emocional y por eso en la palabra hay modelos saludables para aprender a gestionarlo, tips para que no termine arrasando con aspectos centrales de nuestra vida. Tal vez, te pasó o conoces personas que por esta problemática perdieron oportunidades de nuevos puestos de trabajo, o dañaron vínculos valiosos, etc.

Como es mi costumbre te quiero contar qué pasa en nuestro cerebro cuando suena esta alarma, rápidamente se desencadena una señal de emergencia en el cuerpo que activa nuestro sistema nervioso. Cuando el enojo llega la sangre inunda la corteza frontal y anula el pensamiento racional

Esto es así porque este lóbulo interviene en la toma de decisiones, resolución de problemas y control de nuestro comportamiento. Decía Séneca, la ira es un ácido que hace más daño al recipiente en el que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte. El corazón también se ve afectado y si esta emoción es bastante frecuente el sistema cardiovascular se sobrecarga y se desgasta

Actuar cuando, justamente, lo que nos ayuda a resolver problemas o cuidar formas está anulada no es el mejor consejo. Neuro- psicológicamente hay una clara, pero no fácil conclusión: en momentos de enfado es mejor esperar. Ya lo decía Séneca, contra la ira, un buen antídoto, la dilación. Y,  en la Biblia este recurso, lo encuentro en Nehemías, sí, el reparador de muros casi “arquitecto” de la palabra también lidio con esta emoción.

En un momento y por una situación que no viene al caso, expresó:

Me enojé de gran manera (Es decir intensamente). Entonces lo medité  (toma una pausa, una dilación, la palabra meditar contiene la palabra medicar, este recurso si lo sabemos utilizar nos puede calmar), y luego reprendí a los nobles por lo acometido. (es decir actúa como consecuencia del proceso de pensamiento). Nehemías 5:6.

Para mi un gran ejemplo, ya que muchas veces invertimos la sabia ecuación de Nehemías y por ende no edificamos, primero actuamos, luego pensamos y como consecuencia terminamos reprendiéndonos a nosotras mismas: porque mandé ese audio, otra vez dije cosas que no quería, etc.

Otras tantas veces nos enojamos, pensamos y pensamos, pero no actuamosEl ser humano necesita justicia, pero le hace muy mal ser juez. 

Te cuento otra historia sobre una viuda insistente, ella tiene un enemigo, y necesita con urgencia que hagan justicia a su favor. El juez designado para su caso es corrupto. La historia de Lucas 18, y es una parábola. En lo que considera la ciencia las situaciones de injusticia provocan enojo. Para explicar esta palabra suelo dividirla en dos, mostrando que tiene sus lentes y suele escanear situaciones de injusticia para aprovechar a estallar.

Por eso,  esta parábola que se presenta como el escenario perfecto para pelear, exigir o demandar, sorpresivamente se convierte en una oportunidad para clamar. Saco una enseñanza: en la injusticia el enojo se hace presente o el clamor se hace fuerte.

¿Puedo contarte un testimonio? Te Imagino diciendo que sí. 

Frente de mi casa vive un vecino que solía tener momentos muy disruptivos, cuando sonaba una alarma en la cuadra con una piedra la callaba, ladraba un perro y los insultos no tardaban en llegar. Este muchacho quiso pelear con Sergio, mi esposo en reiteradas ocasiones y siendo sincera mi esposo tuvo que contenerse varias veces para no entrar en el conflicto. Esta situación no solo preocupaba a Sergio, sino que también lo enojaba. 

Pero un día dejó de lado lo que él creía que era justo y empezó a orar, íbamos a un congreso y la cara de este vecino venía a su mente entonces inmediatamente oraba, pasaba por su casa y oraba. La oración pasó a clamor y cuando el clamor despertó, el enojo (de mi esposo) menguó.

De por sí, esto solo ya tiene beneficios para nuestra salud, por lo detallado anteriormente. Pero esto se fue a más, un día mi hijo vio a un hombre en la esquina tirado, mi esposo cruzó la calle, lo trajo a nuestra casa, le hizo curaciones, nos enteramos que era el hermano de la persona en cuestión y que este lo había golpeado fuertemente la cabeza hasta fisurar el cráneo, te darás cuenta que no alcanzaron los primeros auxilios realizados sino que dos operaciones de urgencia fueron necesarias para salvarlo. 

Lo llevamos al hospital y como era necesario el documento de este muchacho para la internación, tuvimos que ir a buscarlo a la casa del agresor (vivían juntos). Él nos atendió, y palabras más o palabras menos Sergio tomó sus manos y oró por él. Después me confesó que tenía miedo que le pegara y por eso sujetó sus manos. Lágrimas comenzaron a caer, la oración empezó a recorrer su corazón.

Retomando nuestra parábola, la consecuencia de esta insistencia es una respuesta: justicia para los hijos que claman de día y noche. El resultado al clamor de mi marido fue tan hermosamente justo, mi vecino una respuesta de misericordia y gracia en un mismo pack. En este caso en particular ni cárcel, ni muerte y en cuanto a nosotros la oportunidad de ver a Cristo frente a nuestro hogar.

Nadia Steppat
Nadia Steppat
Licenciada en psicología. Trabaja con docentes y niños en una institución educativa como también en el consultorio particular donde atiende adolescentes y mujeres. Forma parte de un equipo de pastores y junto a su esposo acompañan matrimonios con el fin de fortalecer familias.

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