Algunos lo hacen de forma sistemática; otros, para llevar a Dios pedidos especiales. El ayuno está presente entre los cristianos de una u otra forma.
Si bien es una práctica bíblica, se han esgrimido teorías acerca de cómo, cuándo y por qué ayunar. Existe un imaginario social cristiano a su alrededor, acerca de una cierta espiritualidad superior; un cristiano que ayuna (dejando de comer) es mejor que los demás. ¿Será así?
Excede el alcance de esta nota poder realizar una exégesis exhaustiva del tema, pero hay algunos pasajes puntuales que transversalizan la práctica y traen suficiente luz, veámoslos para reflexionar juntos en este tema.
El ayuno en la Biblia
Ya en el Antiguo Testamento se encuentran ejemplos acerca de los ayunos, por ejemplo en 2Cr. 20:3; Esd. 8:21; Neh. 9:1; Jer. 36:9; Dn. 9:3; Jl. 1:14, 2:12,15; allí se observa que tenía como meta lograr arrepentimiento, búsqueda y clamor. Una actitud del hombre hacia Dios; es decir, no hay una regulación divina del cómo, por qué y para qué del ayuno.
Bien conocida es “la receta” del ayuno de Daniel; que está tan extendida que se pueden encontrar guías para este ayuno en las redes sociales. Aunque tiene un hilo enclenque fundado en una acción personal (Dn. 10:3). Por su parte, Jesús mismo lo reconoce como práctica ya que era costumbre judía (Mt.6:16-18); Él ayunó 40 días. y de esto se deriva otra “receta” que se ha hecho popular.
En nuestro tiempo es sostenida una idea con “base” en los dichos de Jesús: “no sale sin oración y ayuno”. Es decir, que hay ciertos espíritus sobre los cuales el poder de Dios no alcanza teniendo como sustento la oración intercesora. Este argumento no tiene peso exegético ya que esa mención es una adición al texto. Los escritos más antiguos no tienen esa cláusula.
La mención en Mateo 17 es un cierre similar al de Marcos 9, pero en ambos se encuentra el agregado de la palabra “ayuno”. Éste se dio en la época en que la fuerza del monaquismo, el ascetismo, eran fuente de garantía para un cristianismo sólido. Así, en las sucesivas copias pasó a ser parte del texto.
Los manuscritos más antiguos y cercanos a los originales cierran en ambos evangelios con la palabra “oración”. La condición es más una cuestión de fe como la mencionada en el versículo 20 de Mateo, que de no comer. Hay versiones como la Biblia Textual, NVI, NTV y RV2015, en las que el versículo 21 no está, se lo considera añadidura. En Marcos estas versiones cierran sólo con “oración». Así se han construido las teologías acerca del ayuno bíblico.
Jesús y el ayuno
Teniendo en cuenta que Jesús lo practicó, y su evidencia en el Antiguo Testamento, es muy interesante la mención en Isaías 58. Dios habla al pueblo acerca de esta costumbre y sirve como parámetro para lo que resta en el texto bíblico ya que son palabras del Señor mismo.
La profecía mencionada llega al reino del sur, entonces se quejaban porque no tenían de parte de Dios las respuestas esperadas, aunque interponían sus ayunos en el reclamo, por eso el Señor, por medio de Isaías, les respondió.
El pueblo ayunaba para su propio provecho (vers. 3,4) y hacían alarde (vers. 5). Es en este contexto que Dios directamente define cuál es el ayuno que él escoge (vers.6). Es allí también donde los estereotipos se rompen porque el ayuno según el Señor es una manifestación práctica. Zacarías 7 sostiene lo mismo.
Toda la bendición que ellos esperaban alcanzar era que Jehová los pastoreara, ser como huerto de riego, que no faltaran las aguas (vers. 8-11); tiene una condición y es el ayuno…¡de la propia vida! Conectores como “entonces” ponen en evidencia esta realidad. Son promesas condicionales.
La condición de la que se habla no se cuenta en días de hambre, sino en tiempo de entrega al otro.
El ayuno escogido por Dios es brindarse a los demás: desatar ligaduras de impiedad, cargas de opresión, dejar libres a los quebrantados, romper los yugos, partir el pan con el hambriento, albergar al pobre errante, cubrir al desnudo, no esconderse del hermano (vers. 6,7).
Ayuno es quitar el dedo amenazador, dejar de hablar vanidades, saciar al alma afligida (vers. 9,10). Cuánto cambia la mirada. ¿Ésto amerita decir que el ayuno no es una práctica pertinente?, de ninguna manera, de hecho, Jesús mismo estableció parámetros, como la sinceridad, el momento “en el que el novio les sería quitado”, pero lo que no queda establecido es puntualmente el para qué y el cómo… ¿es solo dejar de comer y orar con un propósito específico? ¿Es pasar hambre a la espera de que esa acción “frote la lámpara divina”?
¿Ayunan para mí o para ustedes? preguntaba Dios por medio de Zacarías.
Y ¡claro! necesitamos ayunar como Jesús, pero no por cuarenta días sino la vida misma, como lo hizo Él al hacerse hombre, venir a cargar la cruz y, en el recorrido, saciar, sanar, vendar y amar.
Entonces, ¿Ayunar o ayunarnos? Tal vez sea mostrar carácter en el desierto, ser investidos en el poder del Espíritu y brindarnos de tal forma a los demás que nuestra vida lo refleje a Él. Ser cristianos es manifestar la vida misma de Cristo en nosotros, como dice en el original, ser pequeños Cristos.