En los diez años que llevamos acompañando a pacientes oncológicas en nuestra Fundación, pudimos recoger una gran cantidad de testimonios sobre la influencia y la relación de fe vs diagnóstico.
Muchas llegan agobiadas y desesperanzadas. Acaban de recibir un papel donde está escrita la palabra “cáncer” y automáticamente una sentencia de muerte recae en sus hombros. A pesar que algunas pacientes están aferradas a Dios, en ese momento el temor y la incertidumbre de qué va a pasar las invade.
El tratamiento comienza, y dependiendo del tipo de cáncer que sea y su localización, empieza una batalla entre quimioterapias, rayos, medicación, estudios, cirugías, etc.
La ciencia va haciendo lo suyo lo mejor posible, se han visto muchos avances en tratamientos y la tecnología ha contribuido en crear equipos cada vez más sofisticados y precisos, pero siempre Dios tendrá la última palabra.
Cuando nos entendemos como seres integrales y que nuestras partes interactúan y se equilibran bajo el gobierno del Espíritu Santo, podemos asegurar que quien cede el control de toda situación a Dios, por más delicada que ésta sea, la paz y el gozo los gobiernan. En muchos casos, dará como fruto una mejoría, sanidad o testimonio de que Dios está al control y que nada se le escapa.
Estudios científicos británicos aseguran que las personas de fe se recuperan o superan diagnósticos de cáncer o ACV, mucho más favorablemente que aquellos que no albergan ningún tipo de creencia.
Un médico muy reconocido asegura que la fe también es una función biológica, que el pensar o sentir a Dios activa el lóbulo límbico (situado en medio de ambos hemisferios cerebrales), y dicha activación actúa como un “medicamento” que el mismo organismo produce, y logrando comprobar la mejoría del paciente.
En ese mismo lóbulo límbico lo encontramos en el centro de producción de las emociones, las que al ser liberadas al cerebro comienzan a dar señales de esperanza, gozo, gratitud y paz, llevando al paciente a vencer los pensamientos de muerte, los temores y miedos; este comienza a dejar todo el proceso en manos del Señor, pudiendo entonces cambiar la queja o el enojo por alabanza y confianza en el gobierno de Dios.
Cada día del tratamiento puede ser:
- una oportunidad para ver a Dios glorificarse, es Soberano.
- una oportunidad para que Cristo crezca y obre, es Todopoderoso.
- una oportunidad para acompañar a otros que transitan el diagnóstico sin fe.
- una oportunidad para experimentar el amor y la misericordia; Dios sigue sentado en su trono.una oportunidad de ver como son disipados los temores y experimentar su paz, es el Príncipe de Paz.
“alabaré al Señor en TODO tiempo, su alabanza estará DE CONTINUO en mi boca” (Salmo 34:1)
Nuestras pacientes saben que el diagnóstico no es su destino. No se pueden callar, sus bocas se abren para expresar gratitud más allá de la circunstancia que estén atravesando.