Fuimos creados para estar donde Él está
Me gustaría empezar diciendo esto: “Todo ser humano fue creado para estar donde Dios está”. Hay productos que adquirimos en el supermercado que cuentan en el dorso con instrucciones como: mantener en un lugar seco, evitar la exposición a temperaturas mayores de 35 grados, guardar en el refrigerador; y así, podemos saber cómo tratar ese producto para que cumpla su propósito y llegue a su máximo potencial. Creo que, si naciéramos con una etiqueta de instrucciones, diría algo como: “Debe estar donde Dios está”. Lastimosamente no venimos con una etiqueta semejante, y, como consecuencia, muchos pasamos la vida entera buscando ese lugar “IDEAL” para el cual fuimos creados.
El Edén y la desconexión
Cuando leemos la historia de Adán y Eva, vemos que, a causa del pecado de ellos, como seres humanos perdimos lo más sagrado y valioso que teníamos como creación: la intimidad con Dios. El pecado nos separó de ese lugar ideal para el cual fuimos creados. Es interesante leer que cuando el hombre y la mujer cayeron en pecado, Dios bajó a buscarlos y preguntaba al hombre: “¿Dónde estás?”. Obviamente, es claro que Dios ya sabía dónde estaban.
Dios no estaba diciendo en el cielo: “¡Guau! ¡Qué bien se esconden estos, no los puedo encontrar”. La razón por la cual Dios les preguntaba dónde estaban era porque eso demostraba la pérdida de intimidad que el hombre y Dios tenían. Desde ese momento, Dios empezó el plan más grande y espectacular de la historia: “VOLVER A LA INTIMIDAD”.
Hoy quiero recordarte que esos sentimientos de que algo te falta, ese vacío, esas dudas, esos miedos, o la sensación de estar atascado se disipan completamente cuando vuelves a Dios, cuando retornas a ese lugar de intimidad y relación con Él. Lo que tu alma está buscando consciente o inconscientemente no es más dinero, nuevas amistades, más seguidores en las redes sociales, más alcohol, más drogas o más fama. Tu alma anhela con desesperación volver a la intimidad con Dios, ya que tú y yo fuimos creados para estar donde Él está.
Todos estamos buscando en esta vida nuestro verdadero norte, esa luz que alumbre nuestros corazones y nos dé claridad y propósito. Creo que hay muchas maneras de ir tras el propósito de nuestras vidas, que incluyen descubrir en qué somos buenos, qué nos gusta hacer, leer libros sobre propósito, y tantas otras cosas. Pero entiendo que el lugar donde realmente se nos muestra la razón por la cual existimos es en nuestro lugar secreto con Dios, ese espacio de intimidad donde solo estás tú y Él.
En Salmos, leemos: “Porque en ti está la fuente de la vida” (Salmos 36:9). ¡Qué hermosa declaración nos da la Palabra! En Cristo está la fuente de la vida, y todos podemos acceder a ella, y luego sigue el mismo versículo: “en tu luz podemos ver la luz”. Es importante entender este pasaje, porque esta vida nos ofrece muchas supuestas luces, muchas distracciones, pero ninguna de ellas nos guía y nos muestra la verdadera luz, que es Cristo. Por eso, solo en Jesús vemos la verdadera luz, ¿y cuál es? ¡Que Cristo es la fuente de la vida! Jesús es aquella verdadera brújula, la única que nos muestra el verdadero norte, la única que sacia el corazón.
Sentados a sus pies
En el libro de Lucas, vemos que en una oportunidad, Jesús visitó a Marta y María. Y en esta historia encontramos dos posiciones que podemos tomar en la vida. Marta estaba preocupada de que todo estuviera bien, que hubiera comida y que todo estuviera ordenado. Estaba trabajando en los preparativos. Y la palabra “preparativos” implica servicio. Es decir, Marta estaba sirviendo a Jesús. Sin embargo, en el otro lado de la habitación, María solo estaba sentada a los pies de Cristo, escuchando SU PALABRA. Cuando Marta vino molesta junto a Jesús a reclamar por la pasividad de su hermana, Él respondió que solo una cosa era necesaria, y que María había escogido la mejor parte. Me encanta lo último que Jesús le dijo: “y nadie se la quitará” (Lucas 10:42).
Nadie puede quitarte tu intimidad con Dios. Nadie puede borrar tu experiencia personal con Jesús en lo secreto. Recordémonos siempre que muchas veces debemos bajar el ritmo de nuestras vidas y solo escuchar la Palabra de DIOS en intimidad. Podemos hacer muchas cosas para Dios: servir, trabajar, predicar, pero nada se compara con solo buscarlo a Él en lo secreto de nuestra intimidad.