Uno de los padres de la Iglesia dijo: «Un teólogo es aquel que ora».
El Espíritu Santo es quién nos enseña el verdadero conocimiento de Dios.Jesús dijo: «El Espíritu tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes» (Juan 16:15).
Sabemos que Jesús no vino a enseñarnos una filosofía nueva, sino a traernos una vida nueva; no un pensamiento nuevo, sino un espíritu nuevo.
Les ruego, hermanos, por la misericordia de Dios, que cada uno ofrezca su cuerpo como un sacrificio vivo a Dios. No se amolden a este mundo, sino sean transformados mediante la renovación de su mente para que puedan experimentar la perfecta voluntad de Dios (Romanos 12:1-2).
Él vino para darnos el punto de vista de Dios en cada detalle de la vida. Su voluntad.
Solo el Espíritu Santo puede enseñarte teología. Solo los que tienen la promesa del Padre en sus corazones pueden ser teólogos en su verdadero sentido. También existe otro requisito indispensable para el Estudio de Dios.
¿Cuál es el requisito para experimentar la voluntad de Dios?
Presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivos. Dios puede hacer lo que quiera con nosotros, vivos o muertos.
Tú eres un sacrificio vivo. Dios puede enviarte donde quiera. No podrás decirle que no. Él puede revelarse a ti y a través de ti. Tú eres suyo.
Juan Carlos Ortiz
Además, no estás hecho acorde a este mundo. No somos conformistas. Es maravilloso cómo las formas del mundo pueden invadir al pueblo escogido de Dios. Tal vez tú crees que esto solo habla del exterior. ¡No! El espíritu de este mundo es individualista, capitalista y humanista. Esos también son aspectos de este mundo.
¿Cómo sucede ese proceso en nuestras vidas? A través de la renovación del entendimiento.
Cuando estás en un período de transformación, ya no eres el mismo hoy que ayer y mañana continuará la metamorfosis. Esto sucede por la renovación de tu mente, en la que se producen grandes cambios. Al final, Dios mostrará su perfecta voluntad.
Dios puede mostrar su voluntad a una persona que no quiere cambiar y es como un tren que no quiere salirse de las vías? En un caso así, nuestros dogmas están establecidos y las doctrinas no se pueden cambiar; somos como un carrusel, como los niños que están sentados allí en un auto pequeño, podemos mover las ruedas, pero el auto está fijado al carrusel y siempre gira de la misma manera.
A veces, le decimos: «Señor, ¡muéstranos tu voluntad!», pero sabemos que no vamos a cambiar. Queremos seguir cantando las mismas canciones, repitiendo las mismas oraciones y oyendo los mismos mensajes una y otra vez. Entonces, ¿cómo puede Dios mostrarnos su voluntad?
Dios anhela nuestro crecimiento:
Recién cuando crecemos podemos acercarnos a nuestros padres y decir: «Oh, mamá y papá, ahora entiendo por qué me han dado nalgadas tantas veces. ¡Gracias! ¡Ahora entiendo por qué lo hicieron!». Eso sucede porque ahora nosotros también somos padres. Recién cuando crecemos espiritualmente podemos decirle a Dios: «Ahora, querido Padre, entiendo tu carga. ¡Perdóname! Querido Dios, ahora veo las cosas desde tu perspectiva. ¡Ahora veo tu reino como tú lo ves!».
Ahora, cuando crecemos espiritualmente podemos decirle a Dios: «Ahora, querido Padre, entiendo tu carga. ¡Perdóname! Querido Dios, ahora veo las cosas desde tu perspectiva. ¡Ahora veo tu reino como tú lo ves!».
Juan Carlos Ortiz
Aquí es cuando las Escrituras cobran verdadera vida y confirman la palabra del Espíritu que hemos oído en nuestros corazones. ¡Aleluya! La Biblia es la plomada del constructor que asegura la rectitud del edificio e impide que se incline hacia la derecha o a la izquierda.
Es grandioso cuando comenzamos a tener la mente y el corazón del Padre. Él no escoge bandos y tampoco lo haremos nosotros.