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El problema de la madurez espiritual

Hoy en día, sucede algo muy triste en la Iglesia. Muchos de los llamados no se comportan como tales y se comportan casi de la misma manera que antes, cuando estaban en el reino de las tinieblas (reino que se supone que abandonaron).

Bajo la superficie de la Iglesia encontramos celos, disputas, apatía y egoísmo. La falta de amor en la Iglesia, la falta de frutos para Dios y la falta de poder espiritual no se deben a que los creyentes están en rebeldía, que son malos o desobedientes, simplemente es porque están en vías de desarrollo. Son recién nacidos.

No pueden hacer más o amar más, no pueden dar más o evangelizar más, no porque sean rebeldes, sino porque son bebés. De eso se quejaban los apóstoles acerca de los cristianos de la Iglesia primitiva.

«…A ustedes lo que les entra por un oído les sale por el otro. En realidad, a estas alturas ya deberían ser maestros, y sin embargo necesitan que alguien vuelva a enseñarles las verdades más elementales de la palabra de Dios. Dicho de otro modo, necesitan leche en vez de alimento sólido. El que solo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho. En cambio, el alimento sólido es para los adultos, para los que tienen la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, pues han ejercitado su facultad de percepción espiritual». Hebreos 5:11-14

«Yo, hermanos, no pude dirigirme a ustedes como a espirituales, sino como a inmaduros, apenas niños en Cristo. Les di leche porque no podían asimilar alimento sólido, ni pueden todavía». 1 Corintios 3:1-2

Los niños en Cristo aún son niños

¿Quién es responsable de esta condición? ¿Los culpables son los bebés? ¿Son los pastores? ¿Acaso son las estructuras de la iglesia o las tradiciones teológicas? Bueno, no vamos a intentar descubrir quién es el culpable, pero sí intentaremos encontrar una solución a este problema.

En primer lugar, si realmente queremos estar abiertos a Dios, debemos ser humildes y reconocer esta falta de desarrollo espiritual. Si no estamos listos para dejar el biberón, el chupete y los pañales, no podemos crecer. Necesitamos reconocer las estructuras que están hechas para niños por lo que son.

Cuando era niño, fui a lo que en Argentina llamamos «La República de los Niños», un lugar donde todo es pequeño, donde las calles y las casas son del tamaño de los niños. Lo disfruté mucho. Pero ahora, cuando llevo a mis hijos, no puedo entrar en esos edificios pequeños que tanto me gustaban, como la oficina de correos, el hospital o los pequeños restaurantes. Tendría que inclinarme mucho para poder entrar, porque el tamaño sigue siendo el mismo, pero soy yo el que crecí.

Esto mismo sucede con las estructuras, por lo general, son rígidas y estáticas; pero la vida es dinámica y crece.

Cualquier persona que crece un poco se choca contra el techo de la estructura y ahí comienzan los problemas.

Juan Carlos Ortiz

Necesitamos estar listos para los cambios, listos para tener relaciones que se mueven y crecen dentro de una comunidad de llamados que es dinámica y está en crecimiento. ¿Estamos listos para ser parte de una nueva comunidad que será el resultado del mover del Espíritu sobre la carne y traerá la verdadera vida del reino de Dios? Abramos nuestros ojos para reconocer nuestro estado de desarrollo y confiar en la vida de Dios en nosotros para un nuevo crecimiento.

Dios se preocupa por mis vitaminas y mis proteínas. Él lo sabe todo. Él me creó. Él sabe cuánto necesito de todo. Si yo vivo completamente para Él, Él hará lo mejor para mantenerme en buena forma, en forma para su reino.

Estaremos ansiosos por contarle esto a otros. Ya no tendremos que inyectar oraciones como sedantes solo para aliviar el dolor por un momento en lugar de curar la causa de la enfermedad.

¿Qué esperanza hay para el alivio permanente si nuestra gente no crece? No la hay. Nuestra única esperanza es ver la luz y recibir el alimento sólido que Dios quiere darnos.

Redacción
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