La respuesta amable calma la ira. Proverbios 15:1.
El enojo es una emoción muy fuerte que puede llevarnos a niveles tan intensos que proferimos palabras hirientes y gritos desmedidos. Hay un relato que nos enseña qué puede haber detrás de esta emoción y cómo gestionarla saludablemente, es la historia de David y Abigaíl.
David estaba bajo el estrés de ser perseguido por el celoso rey Saul, quien quería matarlo, además, estaba en un proceso de duelo porque Samuel el profeta había muerto.
Esto es un punto de quiebre para su vida, porque Samuel representaba la voz de aceptación para este pastor rechazado por su familia y amenazado de muerte por su suegro. Samuel le expresó un mensaje inequívoco: “David, sos elegido, no sos ignorado”, una noticia potente para restaurar su psiquis herida temporalmente por el rechazo, una combinación de amor y aceptación eterna.
Resulta fácil identificarse con David en ocasiones donde mediante una palabra, una oración o tras la fuerza de un abrazo somos conscientes de ser especiales para el cielo; recibimos un bálsamo para nuestras heridas del alma.
Por eso, esta muerte no es cualquier pérdida para David; el profundo dolor y el desconcierto lo pusieron en un escenario de vulnerabilidad emocional, después de esta muerte David bajó al desierto.
Y como él nosotras también podemos estar pisando la misma arena. Un referente espiritual para tu vida te decepciona o deja de estar tan presente porque está atravesando asuntos personales muy difíciles, el líder que no tiene tiempo para una charla esta semana o entra en crisis con la iglesia, inclusive vos podés representar la voz de Dios para alguien y no estar en un momento esencial de su vida. Samuel puede morir varias veces, pero hay algo que permanece, la voz de Dios aún sigue silbando apaciblemente.
Volviendo a nuestra historia, líneas más tarde, David necesitaba atravesar el campo de Nabal, un hombre insensato que le respondió al pedido con una mezcla de indiferencia, desprecio y rechazo, “¿¡y vos quién sos para pasar por mis campos!?”.
Esto es suficiente para que David se llene de enojo y tome una medida desproporcionada, matar a todos lo que viven junto a Nabal. A esta altura no era Nabal el único insensato.
Ahora bien, esto no suena muy propio de David, ¿verdad? Es decir, un hombre que esquivaba lanzas de su suegro y aun así no tomaba venganza, ahora estaba cegado por la ira.
¿Qué hay detrás de este enojo?
Hay heridas a flor de piel, la amígdala que tiene conexiones con el hipocampo (donde se almacenan los recuerdos) está conectando no solo con el rechazo de Nabal sino con los rechazos de su vida, el de Saul y más profundamente el de su papá. Su reacción es exagerada porque hay un contexto mayor que el que se lee: David sin Samuel en el escenario volvió a conectar su alma con el rechazo del pasado.
Para el cerebro la herida física y la herida emocional duelen de la misma manera, porque cuando nos lastimamos físicamente se activa el circuito cingulado anterior, mismo lugar que se activa cuando uno se siente rechazado y no amado.
El problema de las heridas emocionales es que no suelen verse como vemos una quemadura en nuestra piel, esto dificulta su atención y cuidado. Y así sin ser atendidas empiezan a existir en secreto.
Las heridas emocionales son invisibles para los otros y tal vez inclusive para nosotras, pero nunca para Dios. Es por eso que en esta historia aparece un remedio maravilloso: Abigaíl.
Esta mujer se entera de lo que está pasando y, sin perder tiempo, decide llevar regalos para ofrecer una disculpa por la necedad de su marido descendiendo por un lugar secreto del monte (1 Samuel 25:20) intercepta a David y él entra en un estado de tranquilidad absoluta.
La Biblia dice que los regalos abren puertas y de hecho así lo hicieron porque abrieron la visión de David para darle otra perspectiva. Cuando profundizamos en el significado del nombre Abigaíl nos encontramos con esa raíz secreta, Abigaíl significa la sonrisa del padre, y con ella David recibe un recordatorio para su alma: No te olvides que el cielo te sonríe aunque muchos te rechacen.
El recordatorio de esa sonrisa es TODO con lo que David y nosotras necesitamos linkear. Llevar a nuestro interior Su SONRISA con eco eterno, quitándoles los ojos a las situaciones de rechazo (actuales o históricas) que nos hacen sufrir, enseñarles a nuestras neuronas espejo que aprendan a mirar una realidad en la cual somos constantemente afirmadas.
El resultado en David no solo fue calma, sino que además compartió este regalo de aceptación con los que estaban a su alrededor (1 Samuel 25:27).
Esta historia nos recuerda que ese espejo está siempre reflejando una respuesta de amabilidad, ‘sos mi hija amada en quien me complazco’, respuesta de amor capaz de calmarnos y “calma” tiene adentro la palabra “alma”, solo este espejo tiene el poder de sanar las heridas de ella, razón suficiente para aprender a mirar esa sonrisa con eco de eternidad enseñándole a nuestra alma a almacenar y a abrazar perpetuamente esta verdad.