En su última noche antes de ser arrestado, Jesús vivió momentos de gran cercanía e intimidad con sus discípulos. Lavó sus pies, compartió la última cena, anunció la traición y les dio instrucciones de cómo harían avanzar el Reino de los cielos de una manera abrumadora durante las próximas décadas con la ayuda del Espíritu Santo. Juan relata cómo culminó esa velada: con un clamor al Padre. En esta oración su énfasis fue “… que todos sean uno (…) para que el mundo crea…” (Juan 17:21).

Jesús no oró para que sean grandes evangelistas o predicadores, ni para que realicen tremendos milagros o largas jornadas de ayuno y oración como requisito para alcanzar a los perdidos. Sabemos que estas cosas son vitales para el Cuerpo de Cristo, son importantes. Sin embargo, Él oró por lo que sería más difícil de lograr.

Lleno de fe, le pidió al Padre que podamos alcanzar la “perfecta unidad” y sabemos que el Padre le responde las oraciones al Hijo. Sin embargo, no dejó allí el ruego, sino que agregó la clave para poder lograrlo: “… que sean uno, así como nosotros somos uno(v. 23). Varias veces en la oración enfatizó: así como nosotros. Se refería a la Trinidad.

Jesús reveló el modelo para alcanzar esa unidad. La dinámica entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo es nuestro modelo de unidad.

Mariano Sennewald, director general del Instituto MiSion.

He pasado algunos años estudiando esta dinámica en la Biblia. Y descubrí tres principios clave que desarrolla la Trinidad en su relación, y que nos dan un modelo práctico para aplicar hoy en el Cuerpo de Cristo:

Operan juntos

Si bien cada integrante de la Trinidad tiene roles específicos, cada vez que algo glorioso va a suceder en la tierra, los vemos a los tres operando juntos. 

“Y Dios (…) dijo: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza…” (Génesis 1:25-26).

“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35, RVR1960).

“Un día en que todos acudían a Juan para que los bautizara, Jesús fue bautizado también. Y mientras oraba, se abrió el cielo, y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma de paloma. Entonces se oyó una voz del cielo que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo’” (Lucas 3:21-22).

Hay muchos ejemplos bíblicos donde vemos a la Trinidad haciendo juntos las cosas. Más allá de la función específica de cada uno, no hay competencia, sino complemento. Y Jesús ora: “Sean uno, ASÍ COMO NOSOTROS”. En la Iglesia hay diversidad de dones, operaciones y ministerios. Sin embargo, el Cuerpo de Cristo no es uno dividido en muchas partes, sino unido por muchos miembros.

Actualmente hay más de 50 000 denominaciones evangélicas en el mundo. El problema no es la diversidad de expresiones, ya que Dios nos hizo distintos a cada uno, y hay una gloria en esto (al igual que la Trinidad). El inconveniente es la división. Es la falta de entendimiento de que debemos operar juntos, siendo distintos. «…Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y una casa dividida contra sí misma se derrumbará” (Lucas 11:17).

Aquellos que son diferentes en el Reino, están para potenciarte. Es más fácil hacer las cosas solos, pero es más duradero hacerlas juntos.

Mariano Sennewald, director general del Instituto MiSion.

Según la matemática del Reino, “uno puede con mil, pero dos con diez mil” (Dt. 32:30). Es decir que cuando te unes a otro, logras diez veces más (no dos veces más). Cuando una iglesia se une a otra, pueden diez veces más en esa ciudad. Dos ministerios, que tienen énfasis y expresiones diferentes, si aprenden a operar juntos, logran mucho más. Para ser uno, así como en la Trinidad son uno, tenemos que aprender a operar juntos.

Operan en honra

La segunda característica que descubrí en la dinámica de la Trinidad es que constantemente se están honrando, celebrando y bendiciendo. Déjame mostrarte algunos ejemplos de esta dinámica:

“Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13-15).

“Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así: ‘Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti (Juan 17:1).

Yo te he glorificado en la tierra; y he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera” (Juan 17:4-5).

Todo lo que hacen en la Trinidad es para que el otro sea glorificado. Se celebran y promueven. No operan para su propia gloria sino para honrar al otro.

Y Jesús ora: “Sean uno, ASÍ COMO NOSOTROS”. Cuando vemos esto, comenzamos a hacer lo mismo. Debemos honrar a otros. Todo lo que honramos, lo activamos. Honrar es definir a otros por su identidad celestial y no por su realidad temporal. Jesús lo vio a Pedro, y lo promovió. Lo llamó “pescador de hombres”. A la mujer pecadora, le dijo “ni yo te condeno”. Él vivía para promover a otros. En Nazaret no pudo hacer milagros, porque dijo, “aquí no hay honra”. Donde no la hay, no hay milagros.

Si anhelamos ver el Reino manifestándose en Argentina y en las naciones, tenemos que aprender a honrarnos unos a otros.

Mariano Sennewald, director general del Instituto MiSion.

¿Cuánto hace que no tomas tiempo para bendecir, honrar y celebrar a hermanos de otros ministerios o congregaciones? ¿O personas, dentro de tu congregación, que son distintas a ti?

A siete iglesias llenas de debilidades, Jesús las llama “candeleros de oro”. ¿Por qué? Porque Él nunca nos define por nuestra condición actual sino por nuestro destino de gloria. Y así nos transforma. ¿Cómo defines a una iglesia débil? ¿La ves como candelero de oro o como vasija de barro? La honra sana y transforma. Así lo hizo Cristo con nosotros, y así debemos hacerlo con otros. Debemos cambiar las piedras por toallas. Para ser uno, así como en la Trinidad son uno, debemos aprender a honrarnos.

Operan en amor

Por último, en la Trinidad se aman y expresan amor constantemente.

Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor (…) Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado” (Juan 15:9,12).

“…que los has amado a ellos tal como me has amado a mí (Juan 17:23b).

Cada vez que nos amamos, manifestamos a Dios, porque Él es amor. Dios no dice: “Entiéndanse unos a otros”, ni “Piensen igual unos a otros”. Él dice “ámense unos a otros”.

Para amar tendrás que estar dispuesto a sufrir por otros (el amor es sufrido).  Para amar tendrás que estar dispuesto a no compararte con otros (el amor no tiene envidia). Para amar tendrás que relacionarte con humildad con otros (el amor no es jactancioso). Para amar tendrás que aprender a dejar tus argumentos personales (el amor no busca lo suyo, ni se envanece). Para amar tendrás que aprender a perdonar (el amor no guarda rencor). Para amar tendrás que aprender a esperar (el amor todo lo espera).Es mejor tener amor que tener razón. Todo lo que amas lo transformas. Amar es más poderoso que juzgar, cuando queremos transformar. La Trinidad es un modelo de amor. Y Jesús sigue orando: Sean uno, ASÍ COMO NOSOTROS.