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El femicidio de Úrsula: una muerte más, una vida menos

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Tenía 18 años. A pesar de haber denunciado que sufría violencia de género, su ex pareja la asesinó de 20 puñaladas. Es la víctima número 44 en lo que transcurrió de este año. No es una cifra, no es una estadística, es la vida de otra mujer más que muere por la inoperancia de un sistema que, aunque visibiliza estos los casos, parece no encontrar una solución; pero ¿la están buscando?

Úrsula Bahillo fue hallada sin vida la noche del pasado lunes en un paraje de Rojas, una localidad ubicada al norte del interior de la provincia de Buenos Aires. El asesino, Matías Ezequiel Martinez (25), es un suboficial de la policía que, a pesar de contar con una carpeta psiquiátrica, una orden perimetral y acumular 18 denuncias por violencia de género, perpetró el horrendo femicidio que conmueve al país.

Alrededor de las 20.30 horas de ese trágico día, la madre de la joven presentía que algo no estaba bien. Es que en la casa de familia cenaban juntos a la misma hora, cada día. Pero Úrsula no estaba a la mesa, y su mamá le envío un mensaje de Whatsapp: «amor ¿dónde estás?”. Al no recibir respuesta, volvió a insistir: “Ursu, contéstame”.

Lamentablemente, la terrible noticia de esta inexplicable muerte sacudió a la comunidad de Rojas, que rápidamente se autoconvocó y concentró frente a la comisaría del pueblo para exigir justicia. El reclamo, cargado de dolor e impotencia, desató una pueblada en la que los vecinos se enfrentaron a los efectivos policiales.

La protesta no fue pacífica. La ira, el dolor y la indignación de todos los vecinos se descargó sobre quienes tienen que velar por su seguridad. Porque Úrsula no fue víctima de un evento espontáneo, sino qué, durante siete meses fue acosada, golpeada, maltratada y amenazada de muerte en incontables ocasiones. Con interminables denuncias que nunca prosperaron en la comisaría de la mujer o en los juzgados. Las acusaciones tampoco sirvieron para que, al menos, le dieran el beneficio de llevar consigo un botón de pánico.

En Rojas la Justicia falló. ¿Quién puede alegar lo contrario? Si la presencia de la joven, con notables síntomas de violencia sobre su cuerpo, no fueron suficiente para que se escuche su pedido desesperado de auxilio. Las fuerzas de seguridad, la Justicia y las interminables instancias burocráticas son responsables de una muerte que se pudo prevenir. En Rojas la Justicia está tan ciega que ni siquiera logra ver los golpes en la cara de una mujer.

Múltiples mensajes de Whatsapp evidencian la violencia que sufría Úrsula.

Su amiga de toda la vida, Milagros Almirón (16), fue una de las primeras en enterarse de la violencia con la que Martínez hostigaba a Úrsula. Uno de los primeros mensajes que recibió como alarma fue en noviembre de 2019, cuando le escribió “estoy temblando, no me respondas nada de lo que te digo, me re cagó a palos mal; y esta vez fue muy posta”.

Y a pesar de que el tiempo pasó, el acoso y el maltrato se mantuvieron. Milagros continuó siendo testigo de la desmejora de su amiga, quien vivía aterrorizada por la conducta de Matías Martínez, que rompió la perimetral una vez más para amenazar a Úrsula el pasado domingo. Él se había acercado a la víctima, y ella se mantuvo distante, presa del miedo, pidiéndole a los gritos “déjame en paz, no quiero hablar con vos, ándate”.

Aunque Milagros se acercó a la comisaría a denunciar que Matías había violado la perimetral que la Justicia le impuso, la indiferencia seguía signando el caso de Úrsula. Nadie fue a apresar al suboficial, así como tampoco intervino un fiscal de turno que garantice la integridad de la joven.

Úrsula tenía 18 años, la misma cantidad de denuncias que tenía Matías Martínez por violencia de género.

Cómo si no fuera suficiente, días antes, la madre había denunciado nuevamente a Martínez en el Juzgado de Paz por atacar a su hija y porque sospechaba que también estaba siendo amenazada. Para su sorpresa se encontró que el acusado tenía varias presentaciones en su contra, esperando que algún juez de oficio lo cite a declarar.

Luego de que Úrsula presentó una exposición contra el policía el nueve de enero, solo recibió una fotocopia. Un papel que le servía de prueba para un juicio que nunca llegó a suceder. Ahora solo hay bronca y tristeza, porque este femicidio era previsible, como tantos otros. Sin embargo, todo el sistema le volvió a fallar a la mujer. A una joven como Úrsula, con toda una vida por delante, con toda una vida que quedó sepultada por la cobardía de un hombre acuñado por el poder político y policial local.

Otra vez podemos aseverar que la violencia de género se parece a una pandemia interminable, y nos hace creer que, para este caso, no hallaremos la cura.

Redacción
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