El año 2020 fue literalmente atípico para el todo el mundo.
Me impactó saber que una señora había perdido cinco de sus familiares directos por el Covid-19 y nos pedía oración por su prima enferma para que el Señor le concediera la vida. Yo pensé qué diferente se vería su mesa navideña y la de fin de año sin ellos. Qué dolor y cuántos espacios vacíos.
Y así, todos tenemos nuestra historia de cómo tuvimos que hacerle frente a este año a nivel personal, familiar, económico, organizativo, sentimientos, etc., etc., y los pastores —como en mi caso— al sobrellevar las cargas de la Iglesia del Señor.
Abre tus ojos
Pienso en aquel día cuando Jesús resucitó y dos de sus discípulos estaban camino a Emaús (Lucas 24) e iban hablando de su muerte, de las noticias de los últimos días, así como nosotros lo hacemos (“¿Te enteraste…?”, “Se corre la voz de que…”). Discutían, sin darse cuenta de que Jesús se les había acercado y caminaba con ellos. Sus ojos estaban velados por la tristeza, tal es así que no lo reconocieron.
Lo cito puesto que podemos enfocarnos en la realidad (en lo que ocurre aquí) o en el Reino de los cielos (en el más allá, en esa realidad que es más real que la natural). ¡Sí, en medio de la pandemia el Resucitado —Emanuel, que es Dios con nosotros— caminó a nuestro lado!
Paz
En esta época recordamos a los ángeles diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad” (Lucas 2:14). Ya había profetizado Isaías (9:6) la llegada de este Niño diciendo: “… se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”.
Dios le dice a su Pueblo cautivo en Babilonia que la paz ansiada estaba condicionada a la paz de la ciudad donde vivían. “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz” (Jeremías 29:7, RVR1960).
¿Qué habrá que hacer para que haya paz donde habitamos? Lo dice Dios: Procurar y rogar por la paz de ella.
“Procurar la paz” es no quejarse, es vivir una vida tranquila, productiva, involucrarnos en la vida pública para traer el Reino de Dios a la tierra.
“Rogar por ella” es pedir por la paz con autoridad y con fe al punto de que mañana en los titulares veamos símbolos de esa paz que ya se empieza a plasmar. Trabajemos por la paz y la prosperidad, por el bienestar de la localidad donde pasamos nuestros días, porque de eso y de nuestro clamor depende nuestro bienestar. “Si la ciudad prospera, también ustedes prosperarán” (TLA).
Gratitud
En lo personal tengo alabanza y gratitud al Señor por su fidelidad, a pesar de lo diferente y caótico que se presentó el año, ya que he visto un despliegue impresionante de su poder. Siento que es hora de hablar de sus bendiciones y bondades y de darle al Señor toda la honra.
El Salmo 145:4-12 (RVR1960) dice: “Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos. En la hermosura de la gloria de tu magnificencia, y en tus hechos maravillosos meditaré. Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza. Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad, y cantarán tu justicia. Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras. Te alaben, oh Jehová, todas tus obras, y tus santos te bendigan. La gloria de tu reino digan, y hablen de tu poder, para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, y la gloria de la magnificencia de su reino”.
No vamos a olvidar el 2020, hubo crisis, muertes, desdichas, estremecimiento mundial y a su vez vimos, experimentamos y escuchamos tantas maravillas como nunca antes y queremos que las próximas generaciones lo sepan.
Esperanza
Creo que para finalizar y comenzar un año llenos de esperanza, con fe, paz y gratitud tenemos que poner nuestra mirada en Cristo; Hebreos 12:2 dice: “Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios”.
El Señor Jesús es suficiente ejemplo de una confianza plena en el Padre, quien siempre está en control. Pongamos nuestros ojos y atención en Él, de Él viene nuestra confianza para caminar con optimismo, en agradecimiento y fortaleza, para adaptarnos a lo nuevo y para seguir siempre y sin desmayar.
Bendigo tu vida y le pido al Señor que establezca contigo un pacto eterno. Te comparto esta promesa maravillosa orando que se haga una realidad en tu vida:
“Y haré un pacto eterno con ellos: nunca dejaré de hacerles bien. Pondré en el corazón de ellos el deseo de adorarme, y nunca me dejarán. Me gozaré en hacerles bien, y con fidelidad y de todo corazón los volveré a plantar en esta tierra. Esto dice el Señor: así como traje todas estas calamidades sobre ellos, así haré todo el bien que les he prometido” (Jeremías 32:40-42 NTV).