mail

Suscribite a nuestro boletín

¿Un Dios para mí o un yo para Dios?

Alguna vez te hiciste la pregunta: ¿para qué hago lo que hago en mi fe? ¿Cuál es mi motivación real?

Como hijos, el único sentido que tiene nuestra vida de fe es la gloria de Dios, pues sino estaríamos portando una religión y no expresando una vida; la vida de Cristo.

Cada vez más se predica un tipo de fe que motiva a poner a Dios a nuestro servicio, incentivando a la búsqueda del positivismo, los logros personales y las bendiciones temporales. Así vamos alimentando y elevando al hombre, dándole múltiples herramientas para agrandarlo en vez de llevarlo al lugar correcto: la cruz.

Este tipo de mensajes no es el camino de quien decide vivir la verdadera vida de Cristo, porque para poder vivir y experimentar esta nueva creación, nuestro “yo” debe morir y esto no es algo que podamos hacer con nuestras propias fuerzas. Sin embargo, en el poder de su Espíritu podemos despojarnos de nuestro ego, de nuestros propios intereses que provienen de la vieja naturaleza, a fin de que Su vida sea manifiesta en plenitud desde nuestro interior y lo llene todo.

“Desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño.” (Efesios 4:22)

La mejora personal real aparece cuando renunciamos a esa mejora personal. ¡Sí! Dios no está en el negocio de mejorar la vieja creación sino de aniquilarla por completo.

“Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia…” (Mateo 6:33 RV1960)

La fe no es para que Dios termine haciendo lo que yo creo, sino para que Dios logre en y a través de nosotros lo que Él desea. Como verdaderos hijos de Dios no tenemos que hacer para recibir bendiciones, sino que hacemos y nos movemos en Su voluntad, donde Él se complace en la obediencia.

“Ustedes corrían muy bien la carrera. ¿Quién les impidió seguir la verdad? Seguro que no fue Dios, porque él es quien los llamó a ser libres. ¡Esa falsa enseñanza es como un poquito de levadura que impregna toda la masa! Confío en que el Señor los guardará de creer falsas enseñanzas. Dios juzgará a la persona que los está confundiendo, sea quien fuere.” (Gálatas 5:7-10 NTV)

Nuestra principal motivación no tiene que estar en el futuro, tampoco en el pasado, sino en las cosas de arriba, así como enseña Su Palabra: poner nuestra mirada en lo eterno, entendiendo que todo lo que es temporal no pertenece al Reino de los Cielos. Cristo, en su muerte, nos dio su vida en abundancia. La pregunta es ¿qué nos importa más? ¿lo que ven nuestros ojos físicos o espirituales?

“Y este es el testimonio que Dios ha dado: él nos dio vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Les he escrito estas cosas a ustedes, que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.” (1Juan 5 11-13)

No nos queda más que rendirnos a sus pies con un corazón agradecido. Tenemos que humillarnos y reconocer que, aún sin merecerlo, Él nos salva. Debemos recapacitar y entender que la obra que Él hace en nosotros es ser modelados a Su imagen y semejanza. La persona de Jesucristo es el Evangelio y debemos negarnos a nosotros mismos para que Él lo sea y no nosotros, tomando la cruz y caminando en el propósito.

Debemos sentir pasión por que sea Cristo revelado en nosotros quién sea exaltado. Morir para vivir. Perder para ganar.

“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21)

“…y el día que morimos es mejor que el día que nacemos” (Eclesiastés 7:1)

Constanza Núñez
Constanza Núñez
Ultramaratonista, influencer cristiana. Mamá de Blanca e hija de Dios. Apasionada por animar a otros a correr la carrera de la vida en Cristo más allá de los obstáculos que presente.

Otras

CRISTIANAS

hola
Enviar Whatsapp
error: Gracias por interesarte en las publicaciones de La Corriente, para su uso o difusión, por favor escribirnos a [email protected]