Todas las semanas decenas de personas entregan su vida a Jesucristo en el barrio de San Telmo, donde el Reino de los Cielos se hace visible con poder.
El sábado pasado fue un día en el que el clima frío y ventoso hizo que la mayoría de los mortales se refugiaran en la comodidad de su hogar. Pero no fue así para un grupo de personas apasionadas por Jesús, que en medio del parque Lezama se reunieron para predicar las buenas nuevas de salvación.
El reloj marcaba las 16 horas mientras yo iba descendiendo por el parque, a lo lejos se veía un tumulto de personas y se alcanzaban a oír algunos acordes de guitarra. Ni bien llegué me acomodé como uno más de los que estaban allí para registrar cada cosa que pasaba, pero no pude. La presencia del Espíritu Santo era tan fuerte que me llevó a conectarme con lo que Dios estaba haciendo en ese momento y en ese lugar.
Las bajas temperaturas fueron aplacadas por un fuego del Espíritu arrollador, todas las personas que se reunieron adoraban genuinamente al Señor, y muchos que estaban de paso por allí se quedaban a presenciar lo que ocurría en el parque. Mientras Zeki Álamo tocaba la guitarra, apareció un joven de pelo largo y visera, con una Biblia en alto y sin ningún protocolo religioso comenzó a predicar “Dios nunca abandonó al hombre, sino fueron nuestras decisiones que nos alejaron de Él”, en ese momento ni una mosca se atrevía a volar cerca.
El evangelista se movía de un lado a otro con una mirada concentrada, y con autoridad volvió a decir “no hay métodos, ni pastillas, ni ideologías que puedan salvarte, el único que te da vida eterna es Jesús, no hay otro”, Javier Velázquez tomó aire y volvió a gritar “Dios te amó tanto que dio a su Hijo», volvió a hacer una pausa breve y preguntó «¿quién necesita a Cristo? Venga corriendo ahora mismo”. En ese instante muchas manos se iban levantando, mientras que algunos rostros se quebrantaban y entregaban su vida a su Salvador.
En un abrir y cerrar de ojos, comenzaron a suceder varias cosas al mismo tiempo pero la iglesia congregada comenzó a interceder; porque hubo personas que se manifestaron y fueron libres, jóvenes llorando, otros fueron llenos del Espíritu Santo, y sanidades que ocurrieron en tiempo real. Un avivamiento en el corazón de San Telmo, lugar donde se fundó la Ciudad de Buenos Aires. Nada es casualidad para Dios. ¿Acaso será el inicio de un mover espiritual para toda la región?
Tal como me lo había anticipado Jochi Álamo por teléfono, no exageró al darme los detalles de lo que sucede sábado tras sábado. Al terminar la reunión al aire libre pudimos hablar con Javier Velázquez Y Marite Álamo, matrimonio pastoral de la congregación Águilas Reales.
“Hace cuatro años que venimos todos los sábados, esto no es de ahora, sino un trabajo de persistir en el tiempo, porque ahí es donde vemos los frutos”, cuenta el joven Javier. Este grupo apasionado está plagado de testimonios increíbles, pareciera de una serie de Netflix, pero no, todo es cien por ciento real. Los casos van desde personas que estaban en situación de calle y consiguen trabajo a gente que está en la delincuencia y cuando oyen la palabra de Dios se postran llorando, tiran sus armas en público y abandonan sus malos caminos. También han visto muchos enfermos sanarse, y a personas con depresión e intentos de suicidio ser libres, entre cientos de historias más, que necesitaríamos un libro para poder contarlas todas.
«En ese momento comenzamos a orar, y declarar la vida de Cristo, reprendimos la muerte y el chico volvió a la vida, resucitó».
Marite Álamo, pastora de Águilas Reales.
La pastora Marite cuenta que el sábado previo al día del niño «estábamos orando e intercediendo y un chico de unos doce años comenzó a sentirse mal, se agarró la cabeza y de un momento para el otro se desplomó en mis brazos. Se acercaron dos estudiantes de medicina, le tomaron el pulso y me dijeron que había fallecido. En ese momento comenzamos a orar y declarar la vida de Cristo, reprendimos la muerte y el chico volvió a la vida, resucitó». Este tipo de sucesos son habituales cada vez que se reúnen, el poder del Rey de Reyes fluye de una manera impresionante en medio de la iglesia en la calle.
Pero esto no es lo único que hacen sino que luego de finalizada cada reunión un ejército de colaboradores le dan de comer a las personas que se encuentran en el lugar, no importa si sos rico, de clase media o pobre, todos comparten el pan. Ese día de frío casi extremo prepararon un riquísimo guiso de lentejas, casi como si lo hubiera cocinado mi abuela. «Nosotros compramos todas cosas de primera calidad, no le damos a la gente algo que nosotros no comeríamos, así con la ropa y los juguetes, todo tiene que ser excelente, lindo y nuevo», dice Javier.
Todos los sábados entregan más de doscientos kilos de comida, muchas personas se acercan con tupper para frizzar y racionar durante la semana. Velázquez cuenta que «además, tenemos un peluquero, que hoy no pudo asistir, pero brinda cortes gratis a todo aquel que lo necesita», mientras la gente detrás de nosotros se ríe, come y habla, siempre respetando los protocolos de distanciamiento y barbijo, un joven de la calle se acerca a saludar y dice «pastor, conseguí trabajo» y su cara de felicidad era imposible de disimular.
«Seguimos el ejemplo de Jesús, la iglesia sale a las calles a manifestar el Reino».
Javier Velázquez y Marite Álamo, pastores del ministerio Águilas Reales.
Marite explica que esto «es un trabajo constante, de perseverancia, pero la verdadera guerra se gana en oración; los días de semana intercedemos por todas las personas junto a la congregación, esto no es el trabajo de uno o dos iluminados, sino de toda la iglesia que se pone en la brecha. Vas a ver niños orando por niños, mujeres, grandes, chicos, acá todos somos parte de lo mismo».
Esta crónica queda corta a todo lo que realmente se vive en ese parque, porque para entender lo que sucede hay que presenciarlo. No solo se predica el Evangelio con poder, sino que hay una atmósfera de familia, de amor hacia Cristo y la gente. Luego de que oraron por mí y experimenté el poder del Espíritu Santo en mi vida, un joven me agarró y me dijo «no te vayas sin comer», así que volví a mi casa, como todos los que asisten a «JesusLezama», con el alma y el estómago lleno. De primera mano pude corroborar que El Reino de los Cielos se hizo visible en ese lugar con poder.