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“El Reino”, la otra cara de la ficción

La última superproducción argentina de Netflix está en boca de todos. Desde cristianos que alzaron su voz con indignación, hasta los que la reivindican como un fiel reflejo de la “mugre” de la iglesia. No es para menos. Podemos apreciar que la plataforma apostó mucho a una producción mediática, con la certeza de que su tono provocaría muchas repercusiones.

El primer secreto de su éxito está en ser un thriller político. Género que, en la gran mayoría de los casos, tiene un impacto inmediato en los espectadores. En segundo lugar, su notoriedad reside en que la política argentina parece un laberinto sin salida, en el que casi todos tratan de apostar por un salvador carismático que venga a redimir a la nación. Pero, quizás el condimento que la hace estar en boca de todos es también su punto más débil.

En otras palabras, resulta muy impactante que esa talla de artistas y productores implicados hayan encarado un tema tan rico de una manera tan ignorante. Cuando uno se detiene a observar minuciosamente cada episodio, es notorio cómo los productores no se preocuparon por investigar al personaje que pretendieron retratar: la iglesia cristiana evangélica.

Algunos dirán: “pero, es una ficción”. Sí, todos sabemos eso. Pero, no es una ficción inocente. Detrás de la actuación, el guion, la producción y la dirección hay una intención clara de juntar todos los prejuicios, lugares comunes y mentiras que circulan en distintos ámbitos de la sociedad sobre la iglesia. En este sentido, el producto es una celebración al “hablemos sin saber”. En donde los protagonistas se llaman a sí mismos “evangelistas”, y los creyentes poseen una mezcla de catolicismo, un tinte de secta y total ausencia de capacidad analítica.

Basta ver unos minutos del primer episodio para plantearse: con tanto dinero implicado, ¿qué les costaba hacer la tarea antropológica de visitar comunidades de fe para aprender sus formas? Es obvio que no les costaba. Simplemente no encajaba con lo que pretendían mostrar.

Una de las cosas que más impactan al ver la serie es toparse con un elevado nivel de intencionalidad en distorsionar todo lo que muestran. Ejemplo de esto es una entrevista que una de las actrices principales dio para un medio de comunicación, contando con toda liviandad que no había investigado para nada el papel que le tocaba representar. Los que amamos el cine sabemos apreciar que este tipo de conducta (poco profesional en artistas de ese nivel) no es casual. Más bien, evidencia los preconceptos de los que están implicados.

Ahora, ¿es extraño encontrar este tipo de ignorancia en gente que no conoce a Jesús? Para nada. Así que no debería ser un problema para nosotros. La iglesia no tiene necesidad de defenderse ante un mundo que responde como siempre respondió ante el cuerpo de Cristo: considerando nuestra fe una locura (como ya lo dijo Pablo en 1 Corintios 1:18). Por eso, mi intención a través de estas líneas no es ni defendernos, ni criticar a los que están implicados en “El Reino”. Más bien veo a esta serie como un disparador para analizarnos y analizar el mundo al que estamos llamados a amar.

No tenemos necesidad de defendernos porque nuestra tarea corresponde a un plano que el común denominador de nuestra sociedad no podrá interpretar jamás.

En estos días vi a muchos líderes espirituales publicar mensajes en defensa de la tarea de la iglesia a raíz de la serie. En estos trataban de contrastar la verdad social de lo que brindamos generosamente a la comunidad con la mentira del robo, la corrupción y el abuso que la serie muestra. Entiendo que hacen esto porque lo social es un elemento que sensibiliza a todo el mundo, pero bíblicamente considero que no es lo que distingue a la iglesia.

Quiero ser enfático con esto. Lo que en verdad nos lleva a ser una luz de esperanza es ofrecer una solución espiritual y sobrenatural a través de Jesús al mundo. La tarea social estuvo desde el principio, y la seguiremos sosteniendo. Pero, en un mundo tan lleno de ONG de todas las formas y colores, no podemos considerarnos una organización social más. ¿Este tipo de respuestas no reflejará también algo de nuestro estado? Si desde el principio nuestra marca distintiva fue el amor y el poder del Espíritu, ¿no lo debería seguir siendo también ahora?

Por supuesto, que por todos los prejuicios y la ignorancia que la serie reúne, también ridiculizan los hechos sobrenaturales del Espíritu entre nosotros.

Todo está puesto en tela de juicio, y atravesado por un filtro clasista. Lo único místico que la serie se permite corresponde a las clases populares (encarnadas en el fantástico “Pescado”), y que reflejan otro lugar común de la izquierda: el valor de lo que llaman “religiosidad popular”. En contraste, la sobrenaturalidad de la iglesia es mostrada como un show burdo y mentiroso, que esconde una fachada de idolatría por el poder y el dinero.

Creo que molestarse por este tipo de retrato prejuicioso es no lograr discernir lo que se mueve detrás. La falta de discernimiento, en este caso, nos puede llevar a actuar de la misma manera en la que ellos están actuando. Teniendo al Espíritu de Dios en nosotros, ¿qué sentido tiene responder con la ignorancia a la ignorancia?

Por otro lado, creo que en algún punto deberíamos estar felices por esta serie. Grafica cómo algunos sectores pretenden estigmatizar a los cristianos a causa del avance que perciben. Pero bajo estos términos es importante evaluar ¿es malo que alguien plasme su ideología en una producción? Para nada. Pero, sin dudas, no es inocente.

Para finalizar, la pregunta que los cristianos deberíamos hacernos es: ¿A qué “reino” se refiere “El Reino”? Deberíamos estar tranquilos, y no hacernos cargo, porque, en cuanto a la Iglesia que Dios ve, no se refiere al nuestro. Por supuesto que quienes caminamos en pos de Jesús cursamos los procesos de Dios, somos imperfectos caminando a la modelación del varón perfecto, con muchos problemas a enfrentar en la única solución que Dios proveyó, su hijo. Nuestro Reino no es de este mundo (Juan 18:36), y aunque estamos en este mundo, “no libramos batallas como lo hace el mundo”, es Dios quien pelea por nosotros, sabiendo que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios (2 Corintios 10:3 NVI).

Lo que Dios dice y tal vez sí refleja la serie nos debería abrir los ojos: La Gloria postrera va a ser mayor que la primera. Lo que hoy percibimos como el futuro de su iglesia es brillante.

David Decena
David Decena
Pastor junto a su esposa, Abigail, del Centro Familiar Cristiano de Eldorado (Mnes. Argentina). Realiza una maestría en orígenes del cristianismo en España. Es Director y co-fundador de EDES (Escuela de Entrenamiento Sobrenatural). Junto a Abigail, pastorea los ministerios creativos de su casa, trabajando en la expansión territorial de la iglesia en otras ciudades.

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