La vida cristiana es un desafío diario; la cotidianidad nos ofrece un cúmulo de pequeños avatares en los que tenemos que poner en marcha nuestras herramientas espirituales y emocionales.
La Palabra de Dios dice que al unirnos en matrimonio somos uno, lo cual implica dejar de pensar en mí mismo para pensar en esta nueva familia que el Señor ha formado