Marcos 1:14-15 (NBLA)
“Después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios. «El tiempo se ha cumplido», decía, «y el reino de Dios se ha acercado; arrepiéntanse y crean en el evangelio».”
Jesús sale del desierto lleno del poder del Espíritu Santo y comienza a predicar el mensaje más revolucionario de todos los tiempos: “El Reino de Dios se ha acercado.”
No es solo una frase bonita.
Es una declaración de guerra contra todo otro reino… especialmente el nuestro.
Amigos, esta es la noticia más gloriosa que podríamos haber recibido. ¿Sabes por qué?
¡Porque Dios quiere venir a reinar en nuestras vidas!
¡Porque nosotros hemos fracasado rotundamente tratando de ser los reyes de la nuestra!
¡Porque hemos gobernado con impulsos, caprichos y heridas, y así hemos llevado nuestra vida al borde del colapso!
¡Porque nuestras reglas se contradicen, se derrumban y nos dejan sin rumbo!
¡Porque el corazón humano sin dirección divina termina extraviado y esclavo de sus pasiones!
¡Necesitamos un Rey que ordene nuestras vidas!
Y seamos honestos: ¿A dónde nos ha llevado nuestro propio reino?
A emociones que nos gobiernan en lugar de servirnos, a relaciones marcadas por heridas, egoísmo y falta de perdón, a una búsqueda interminable de aprobación que nos deja vacíos, a decisiones apresuradas que solo traen confusión, a cargas que ya no sabemos cómo soltar, a un corazón dividido, agotado y cansado de fingir estabilidad.
La verdad es que no sabemos gobernar nuestras vidas.
Hemos probado de todo: nuestras propias reglas, ideologías, religiones vacías, filosofías de moda, placeres momentáneos, metas que no llenan…
Y a pesar de todo eso, seguimos rotos, confundidos y sedientos de algo real, algo eterno, algo firme.
¡Necesitamos un nuevo Reino! ¡Necesitamos un nuevo Rey!
¡Un Rey que traiga orden, dirección y propósito!
¡Un Rey que gobierne con gracia, verdad y autoridad!
¡Un Rey incorruptible, inmutable, eterno!
¡Un Rey que conoce lo más profundo de nuestro corazón y aun así nos ama!
¡Un Rey que no solo quiere reinar en el cielo, sino dentro de ti, aquí y ahora!
Y aquí está la Buena Noticia:
«El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado» (Marcos 1:15 NBLA).
Pero la pregunta de hoy es:
¿Me alegra que Su Reino se acerque a mi vida?
¿Me alegra que las cosas van a cambiar en mí?
¿Me emociona que ya no va a gobernar mi palabra?
¿Estoy dispuesto a dejar de andar por mis propios caminos?
Porque el problema no es que el Reino de Dios no se haya acercado…
El problema puede ser que yo no quiera que gobierne sobre mí.
Que me aferre a mi pequeño trono, a mi pequeña corona, a mis pequeñas reglas…
Aunque me estén destruyendo.
Es Su Reino o el nuestro.
Es Su Palabra o la nuestra.
Es Su camino o el nuestro.
¡No hay manera de combinarlos! ¡No hay manera de fusionarlos! ¡No hay manera de complementarlos!
Dios no comparte Su trono.
Dios no negocia Su Palabra.
Dios no entra para ser un consejero más.
Dios entra para ser el Rey absoluto… y transformarlo TODO.
Juan Calvino lo dijo así: “No hay una pulgada en todo el dominio de nuestra existencia sobre la cual Cristo, que es soberano sobre todo, no clame: ¡Mío!”
Hoy no es solo un mensaje…
Es una invitación directa del Rey.
Jesús nos enseñó a orar así:
“Venga tu Reino, hágase tu voluntad.” (Mateo 6:10 NBLA)
Porque solo cuando Él reina, comienza la verdadera vida.
Y eso empieza… ahora.