“Rahab recibió en paz a los mensajeros”, Hebreos 11:31. Quiero mediante estas líneas honrar la historia de una mujer cuya vida, al menos para mí, desafía, confronta, motiva y enseña.
El contexto de esta heroína es el siguiente: a las puertas de una guerra el miedo a la muerte entre su gente era una moneda corriente, la incertidumbre y ansiedad corrían por las calles, dentro de los muros de Jericó se vivía una total pandemia de temor. Ella, Rahab, lo expresa así “cada habitante de esta tierra vive aterrorizado” (Josué 2: 9).
Rahab significa, entre otras cosas: ancha y espaciosa. Creo que así somos las mujeres, quiero decir, alojamos amigas, parientes, gestamos vida, escuchamos y hacemos lugar en nuestro interior a ideas, sueños, pensamientos y emociones. La amplitud, el ser espaciosas, es parte de nuestra vida, pero muchas veces, como en una casa, nuestros espacios pueden estar mal aprovechados, vacíos o desordenados.
No dejo de encontrar ecos en su entorno de hace miles de años y el nuestro de hoy, año 2021, donde la pandemia hizo y hace de las suyas trayendo aumentos en la incidencia de diversos trastornos de la salud mental. Nuestros pensamientos, emociones y funciones como el sueño sufren afectaciones, los entornos no firmes o inciertos son especialmente propicios para enfermarnos, palabra que viene en su etimología de in firmus, no firme. Hoy en día también se habla del desgaste pandémico, al cronificarse y descubrir que nada está bajo nuestro control la desmotivación y el desaliento nos alcanzan.
“Como consecuencia del desgaste pandémico tenemos casas agotadas y estresadas”.
Me pregunto ¿Cómo se sobrevive en momentos difíciles? ¿Qué podemos hacer para combatir esta alarmante situación? ¿Es posible no sumarse al temor generalizado y ser generadoras de cambios positivos a nuestro alrededor?
Volviendo a la historia anclada en Jericó, esta mujer hubiese pasado desapercibida si no fuese por una buena decisión. En tiempos complejos creo que una decisión es algo a resaltar, ya que muchas veces la corteza prefrontal, área cerebral involucrada en el proceso de toma de decisiones, puede sufrir como una especie de “tsunami emocional” viéndose interferida en su actuar. Ser resolutivas es toda una conquista.
Equilibrio emocional
Ahora bien, no es solo el poder tomar una decisión lo que me admira de ella, en realidad lo que me asombra es su equilibrio emocional, la Biblia lo expresa así, “Rahab recibió en paz a los mensajeros”. Es decir, afuera había caos, pero en la casa de Rahab se respiraba bienestar, el contexto no se hizo texto de su vida, el entorno no la torneó o le dio forma, es decir, en lo de Rahab reinaba la paz.
Me gusta pensarla como una mujer que abrió su casa y corazón actuando contrariamente a lo que propone a veces un entorno de temor donde las reacciones más habituales son la evitación y la huida. Rahab no solo abrió su casa, si no que también puso un recordatorio de esperanza en su hogar, ya que estos mensajeros le hicieron una promesa de cuidado a su vida y familia sellada en una cuerda color rojo que colgó en su ventana, es así que cuando esta mujer miraba la ventana sus ojos eran capturados por esa promesa de esperanza, vida y salvación.
Según Martin Seligman, la esperanza es un factor poderoso de protección de la salud mental, esperanza que no significa estar pasivo aguardando con ingenuidad que todo mágicamente se arregle sino más bien en ser intencionales en no dejarnos atrapar por el desánimo y el desaliento combatiendo activamente los pensamientos e ideas catastróficas (todo va a ir de mal en peor).
Ella en esa soga no solo recordaba la promesa, sino que además logró hacer algo estratégico para sobrevivir a situaciones críticas, Rahab pudo en ese cordón rojo temporizar la dificultad, algo así como tener presente que “esto en algún momento va a terminar”. Lo que me resulta muy sabio ya que cuando los sucesos son negativos podemos interpretarlos como permanentes perjudicando aún más su transitar.
¿Cómo sigue el resto de esta historia? nuestra heroína, a esta altura espero que también sea la tuya, fue preservada de toda la destrucción, como también su familia. Se casó y la maternidad golpeó a su puerta, su hijo -tema que merece otro capítulo- fue un hombre ejemplar que también supo dar lugar y cobijar. Pero todo esto hubiera sido imposible si no fuera por una mujer que en el seno de su hogar hospedó la paz.