Pareciera que la respuesta es más que obvia: que lo escribió el apóstol Juan. Pero la cosa es bastante más complicada y divertida que eso.

Hacia el final del cuarto evangelio, en el capítulo 21 de Juan leemos claramente quién lo escribió. Dice así: “Pedro se dio vuelta y vio que, detrás de ellos, estaba el discípulo a quien Jesús amaba, el que se había inclinado hacia Jesús durante la cena para preguntarle: ‘Señor, ¿quién va a traicionarte?’. Pedro le preguntó a Jesús: ‘Señor, ¿qué va a pasar con él?’. Jesús contestó: ‘Si quiero que él siga vivo hasta que yo regrese, ¿qué tiene que ver contigo? En cuanto a ti, sígueme’. Ese discípulo es el que da testimonio de todos estos sucesos y los ha registrado en este libro; y sabemos que su relato es fiel” (Juan 21:20,21,24).

En otras palabras, el mismo evangelio dice que no fue escrito por el apóstol Juan. El escritor fue “el discípulo a quien Jesús amaba”. Este es un personaje anónimo y fascinante. Lo vamos a encontrar 5 veces en todo el libro: sentado al lado de Jesús en la última cena (13:21-28), con Jesús y María junto a la cruz (19:25-27), corriendo a la tumba junto a Pedro (20:1-10), pescando junto a los discípulos en el mar de Tiberíades (21:1-11) y charlando con Jesús y Pedro en el pasaje que acabamos de leer (21:20-23). Si les interesa conocer de cerca a este personaje, al final del video les dejo una prédica que habla de esto.

El discípulo amado no tiene nombre. En todo el Evangelio lo vemos cubierto con un halo de misterio, así que no podemos estar 100% seguros de su identidad. Lo que sí podemos hacer es pensar hipótesis que nos permitan explicar de la mejor manera posible la información que tenemos. Hay muchísimo debate entre los biblistas por este tema, pero en esta serie de videos publicados voy a resumir las cuatro teorías más importantes. Vamos con la primera.

Teoría número 1: El discípulo amado fue el apóstol Juan.

La primera hipótesis es la más más conocida, la que seguramente vos aprendiste: que el escritor del Evangelio, del Apocalipsis y de las 3 cartas fue la misma persona, el apóstol Juan. Según el Nuevo Testamente, Juan era hijo de Zebedeo y hermano de Santiago, otro de los apóstoles. Juan fue un simple pescador de la zona de Galilea hasta que Jesús lo llamó.

Según la tradición, Juan ejerció su ministerio en Jerusalén, junto al resto de los apóstoles. Fue el único que sobrevivió al martirio. En algún momento, dejó Jerusalén y se mudó a la ciudad de Éfeso, en lo que actualmente es la zona de Turquía. Juan pastoreó la iglesia de Éfeso hasta que el emperador Domiciano lo exilió en la isla de Patmos. Según la tradición, en esa isla escribió el libro de Apocalipsis. Años más tarde, otro emperador llamado Nerva lo liberó. Y poco antes de morir, al final del siglo I, Juan volvió a Éfeso, desde donde escribió su Evangelio y las 3 cartas que llevan su nombre.

Volvamos al texto del Evangelio; dice que el escritor fue el discípulo amado. Pero, ¿de dónde sacamos nosotros que el discípulo amado fue el apóstol Juan? Eso se lo debemos a uno de los padres apostólicos, Ireneo de Lyon. Unos 90 años después de la escritura del Evangelio, san Ireneo escribió que el discípulo amado era el apóstol Juan. Ireneo había recibido esa información de su maestro, Policarpo de Esmirna, que, según la tradición, había sido discípulo del mismísimo apóstol Juan. Es decir: el apóstol Juan le dijo a Policarpo, Policarpo le dijo a Ireneo, y gracias a Ireneo nos llega a nosotros.

Esta es la teoría más conocida. Y quizás las cosas fueron realmente así, tal como dijo san Ireneo. Pero hay 3 problemas importantes con esta hipótesis.

En primer lugar, que en ninguna parte del texto bíblico se dice concretamente que el discípulo amado fuera el apóstol Juan. Imaginemos que, por haber sido discípulo del Señor, Juan era alguien muy conocido, muy respetado en la iglesia primitiva. A esa altura ya existían cartas firmadas por varios apóstoles: Pedro, Pablo, Santiago, etc. Entonces: ¿por qué motivo habría callado Juan que él era el escritor del Evangelio? Algunos dicen que lo hizo por humildad; pero, de cualquier manera, esta explicación es un poco rara. ¿Por qué? Porque la principal forma para que un libro tuviera autoridad entre los primeros cristianos era justamente que lo hubiera escrito un apóstol. Entonces, ¿por qué no decirlo?

En segundo lugar, el Evangelio de Juan es una obra increíble, con un vuelo literario y teológico fascinante, con un conocimiento de la filosofía griega y las tradiciones judías muy profundo. Sería bastante llamativo que un texto como este hubiera sido escrito por un pescador. Miren lo que dice el libro de los Hechos: “Los miembros del Concilio quedaron asombrados cuando vieron el valor de Pedro y de Juan, porque veían que eran hombres comunes sin ninguna preparación especial en las Escrituras (Hechos 4:13).

El apóstol Juan no era una persona muy formada; es muy probable que haya sido incluso analfabeto, porque los pescadores en tiempos de Jesús generalmente no sabían leer.

Pero cuando estudiamos el cuarto Evangelio, nos encontramos con una erudición y una calidad literaria que no tiene nada que envidiarle a Cervantes, a Shakespeare o a Dante. Uno podría decir sencillamente que, aunque Juan era analfabeto, Dios le sopló al oído todo lo que tenía que decir… pero incluso si eso hubiera sido así, existe todavía otro problema con esta hipótesis.

Nació en Argentina. Es Magíster en Teología, Licenciado en Letras Modernas y tiene una Laurea en Comunicación. Desde hace años, busca relacionar de manera honesta la fe, el arte, la cultura y la academia. Entre sus libros se cuentan "Arte y fe. Un camino de reconciliación", "La traición suprema: triunfo y vergüenza del cristianismo en el poder" y "Cristianismo y posmodernidad. La rebelión de los santos". Como cantautor, ha publicado dos discos —"Inocencia" y "Experiencia"—. Está casado con Almendra e intenta todos los días seguir las pisadas de Jesús.