“Vosotros sois la sal de la tierra” es una frase usada por Jesús en el Sermón del Monte (Mateo 5:13), expresiva de una metáfora definidora del carácter, la conducta y la influencia de sus discípulos actuando en el terreno humano con el cual se relacionan, al cual sirven, y habiendo sido sazonados por Dios con su verdad pura, incorruptible, eterna y poderosa, usada para motivar a actualizar la tarea de ser agentes que permean, influyen, y actúan con la intención de extender su Reino en la tierra.
Note el lector que la frase de Jesucristo expresa una definición que parte de una base ontológica: «Vosotros sois…» (no simplemente «tenéis» o «poseéis» sal para dispensa). Apunta al hecho de ser antes de hacer, de obrar, o de compartir algo al mundo. De tal expresión, surge la pregunta: ¿Quiénes son los discípulos? La respuesta bíblica y teológicamente calificada señala el hecho que los seguidores de Jesucristo son personas quienes, habiendo sido formadas a la imagen de Dios, han sido deformadas por el pecado; sin embargo, mediante la gracia de Dios, han sido informadas por el Evangelio (las buenas nuevas de redención) y creído en Cristo; en base a su arrepentimiento, fe y obediencia al llamado de Dios, han sido redimidas, reformadas, y luego transformadas en sus caracteres y empoderadas en sus capacidades. De tal modo es que son exhortadas a hacer Su voluntad y llevar a cabo Su obra.
En general, asumimos que la sal, empleada en la metáfora de Jesucristo, es la sal común, de mesa. Desde una perspectiva química, la sal es un compuesto, un enlace iónico (NaCl) extremadamente estable que nunca pierde su sabor original. Sin embargo, su consistencia puede ser alterada; por ejemplo, al agregársele agua, las moléculas simplemente gozan de más espacio en su entorno fluido a comparación de la proximidad característica de su estado cristalino natural (el enlace o la unión «pericorética» de sus elementos singulares danzando aunados en arrastre mutuo y sinergia dentro del perímetro que delinea su estructura cúbica molecular). Desde una perspectiva química, la sal pierde su sabor si experimenta una reacción que altera su estructura molecular, debido a cierta contaminación, o a la dilución extrema causada por el agua, cosas que también afectan su sabor.
Es un hecho significativo que las bienaventuranzas que figuran en el sermón definen, en primer lugar, el carácter de los seguidores de Cristo: «Bienaventurados son…» –los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, etc.–; luego, el Señor procede a señalar la importancia que juegan los procesos cognitivos, emocionales, y motivacionales que subyacen a su conducta (las razones por las cuales obran en base a una mente renovada cuyos valores han sido alineados con la voluntad de Dios). En base a estas premisas, el sermón enfatiza la influencia espiritual y social que estas personas exuden, basada en la calidad de su carácter, sus valores y actitudes, y en el despliegue de su conducta. Los discípulos, según sus metáforas, son la sal de la tierra (personas que preservan, conservan y sazonan con la verdad de Dios); la luz del mundo (personas que iluminan el camino de Dios, despejan las conjeturas, filosofías, ponencias religiosas oscuras y erróneas); y una ciudad asentada en un monte (ejemplar, altamente visible, segura, elevada en su perspectiva espiritual).
Otros pasajes aluden al mismo principio. En Marcos 9:50, Jesús es citado, diciendo “Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.» El uso de la sal, en este pasaje, ser refiere a la manera de «ser salados» (a nivel esencial, ontológico, intrínseco), y de comunicar y relacionarse sabia, decorosa, íntegra, y afectivamente los unos a los otros en la comunidad de fe. Probablemente, el pasaje alude a la necesidad de ser debidamente «sazonados» y de expresar «sazonadamente» las palabras y expresiones, cosa que evita el empleo de una comunicación trivial, insípida, incolora e insabora entre las personas en arrastre, sinergia y unidad cristiana; enfatiza el uso de un tono emotivo intencional, embargado de amor y gracia.
En una epístola Paulina, el apóstol exhorta a los discípulos, «Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno» (Col 4:6). En su primera carta, el apóstol Pedro, luego de enfatizar la necesidad de labrar un carácter santo (dedicado, puro, servicial, sobrio, preservado de la corrupción), exhorta a los discípulos a abordar sus tareas como representantes de Dios ante un mundo hostil, haciéndolo de una manera sazonada con la verdad, la asertividad y la humildad: «Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.» (1 Pedro 4:14-16).
Otras connotaciones pudiera considerarse que merecen una exposición más adecuada, a ser presentadas en otro artículo. En breve, aquí mencionamos que, en el Antiguo Pacto, las ofrendas debían ser sazonadas con sal (Lev 2:13-16). Note el lector el mandato de Dios: «Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal.» La connotación derivada del pasaje es indicativa del pacto duradero, incorruptible, preservador fiel de la voluntad de Dios con relación a su pueblo. Además, el pacto de la sal, mencionado en Números 18:19-21, representa la adaptación de una costumbre oriental: si dos personas establecian un pacto en el cual compartían sal, se comprometían a cumplir la obligación de ayudarse, apoyarse y defenderse mutuamente. El aspecto simbólico sanador de la sal fue usado por el profeta Eliseo, quien echó sal a un manantial de agua no potable para indicar la intervención sanadora y purificadora de Dios: «Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad.» (2 Reyes 2:21).
«en el Antiguo Pacto, las ofrendas debían ser sazonadas con sal«
En resumen, el carácter, las motivaciones, intenciones y actitudes que subyacen a la conducta y el servicio de los discípulos han sido definidos por Jesucristo en su metáfora como personas «sazonadas» –reformadas, transformadas, investidas de poder– destinadas a comunicar la verdad divina, a abordar, permear, oponerse y contrarrestar a las corrientes corruptas y degradadas que reinan en el cosmos en necesidad de redención.