La vida se nos presenta repleta de desafíos, algunos difíciles, otros sin turbulencias, más tranquilos, y no faltan los que son altamente relevantes. Qué importante es saber vivirlos, disfrutarlos y experimentarlos …cuando nos va bien, y no tanto.
Como pastores y líderes, tenemos el privilegio, la honra y la responsabilidad de oír al Señor y accionar en el servicio. Para llevar adelante esta tarea es fundamental enfocarnos, de no hacerlo corremos el riesgo de no alcanzar aquello que se nos ha puesto por delante.
“Siempre surgirán situaciones para desenfocarnos, para captar nuestra atención intentando desviar nuestra mirada, pero debemos avanzar”.
Hebreos 12:1 dice: “Puestos los ojos en Jesús…”, esa es la clave para todos y cada uno de los desafíos que tenemos frente a nosotros, tanto en lo particular como en lo ministerial. Estas palabras nos expresan que no debemos estar divididos o distraídos en otras cosas, sino más bien fijar los ojos en Cristo Jesús. Fijar implica afianzar, adherir, asegurar, clavar, establecer, anclar, contemplar.
Si existe algo que debemos considerar profundamente en todo momento en el servicio que llevamos adelante como pastores, eso es el no permitir distraernos. A menos que nuestros ojos estén anclados en el Señor, tarde o temprano nos desenfocaremos frente a algún cuestionamiento o alguna crítica dirigida hacia nosotros, nuestro servicio o decisiones que tomemos. Es muy difícil que no atendamos esos cuestionamientos, mentiríamos si dijéramos que no los tenemos en cuenta. De hecho, algunas críticas finalmente han terminado ayudándonos.
“Tenemos que saber que no somos perfectos aún, que estamos siendo perfeccionados y que algún día llegaremos a la estatura del varón perfecto que es Cristo”.
Hay algunas críticas que son llamadas constructivas, otras son realmente dañinas y dolorosas. El gran asunto es como lidiamos con ellas, qué postura asumimos. No debemos victimizarnos. Hay un versículo al que es crucial acercarnos en esta oportunidad: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”, Gálatas 2:20 NVI.
Es necesario preguntarnos lo siguiente: ¿estamos vivos o estamos muertos? De acuerdo a la respuesta de lo que aquí nos plantea Pablo, será evidente la forma en que lidiaremos con la crítica.
Estamos ante un tiempo especial del cristianismo. En algunos lugares se ha diluido el Evangelio por quedar bien con los demás, sirviendo muchas veces para conformar a las personas. Si bien estamos para ministrar y atenderlas, nuestra mayor responsabilidad es el servicio al Señor; nuestra obediencia es hacia Él.
En una ocasión Pedro le preguntó a Jesús algo que todos hubiésemos querido preguntarle. En Mateo 18:21-22 lo relata así: “Pedro se le acercó y le preguntó: “Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a un hermano que haga algo malo contra mí? ¿Debo perdonarlo siete veces? ―¡No! —respondió Jesús—, ¡perdónalo hasta setenta veces siete si es necesario!”.
¿Hay alguna duda después de esta respuesta de cómo debemos proceder frente a las ofensas? Creo que no hay nadie que pueda ofendernos tantas veces, lo que en realidad el Señor nos está queriendo decir es, ¡declarate inofendible!
El gran error es tratar de tener nuestra propia justicia en base a las críticas, entonces también damos nuestro punto de vista y muchas veces terminamos haciendo lo mismo que aquellos que nos cuestionan.
Leemos en Hechos 6 que Esteban intenta defenderse de una acusación que era falsa pues mintieron acerca de él, y quienes lo acusaban terminan con su vida, sin embargo, “Mientras lo apedreaban, Esteban oraba. —Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu. Luego cayó de rodillas y gritó: no le tomes en cuenta este pecado”.
¿Qué podemos decir después de semejante exclamación? Esteban nos deja una tremenda enseñanza: lidiar con las críticas es saber hacer lo que muchos enseñamos a los demás y les sugerimos que hagan, perdonar a los que nos ofenden y seguir adelante en nuestro desafío de liderar y pastorear “puestos los ojos en Jesús”.