En la Biblia el pecado se conoce por las consecuencias que produce. Dios le dijo al hombre: “pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).
Dios le aclaró al hombre que desobedecer a su consigna de cómo vivir en el huerto de Edén traería consecuencia. Quizá siempre hemos pensado que la única consecuencia del pecado es el infierno, pero, analicemos algunas consecuencias inmediatas del pecado en el hombre.
Comer del Árbol, acto de incredulidad y desobediencia. El engaño de la serpiente fue llevar a Eva y Adán a no creer en la consecuencia que Dios les había dicho sobre comer de ese árbol. Ellos sabían, pero no creyeron. “Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: ‘No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán’. Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No es cierto, no van a morir!” (Génesis 3:3-4).
Al dejar de creer, Eva y Adán desobedecieron y esto produjo en el hombre lo siguiente:
- Vergüenza de sí mismos : «En ese instante se les abrieron los ojos a los dos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entonces tejieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas” (Génesis 3:7, RVC).
- Esconderse y huir de Dios: El hombre y su mujer oyeron la voz de Dios el Señor, que iba y venía por el huerto, con el viento del día; entonces corrieron a esconderse entre los árboles del huerto, para huir de la presencia de Dios el Señor” (Génesis 3:8, RVC).
- Miedo y esconderse: Ya no pudieron confiar en Dios. “El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y “ porque estoy desnudo. Por eso me escondí” (Génesis 3:10).
- Muerte espiritual: Ya no era Dios la fuente del conocimiento para el hombre. “¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? —le preguntó Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer?” (Génesis 3:11).
- Separación física, pérdida del acceso a la vida: Luego de expulsarlo [al hombre], puso al oriente del jardín del Edén a los querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida” (Génesis 3:24).
Desde la caída el hombre vive bajo estas consecuencias y otras más.
En el Nuevo Testamento vemos algo muy importante sobre cómo estas consecuencias se transmitieron a toda la humanidad llevando al hombre a una vida absurda, sin sentido.
Las consecuencias se heredaron y forman parte de toda la humanidad. Pero el punto central frente al pecado, “la vida absurda”, es que Dios nos ha dado la posibilidad de tener una vida con sentido. Con el pecado el hombre perdió el sentido a la vida… desde el griego se podría traducir como una “conducta vacía”, “manera de vivir vacía”.
¿De qué manera somos rescatados de esta vida absurda? Si continuamos leyendo 1 Pedro 1:18b-20: “El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. Cristo, a quien Dios escogió antes de la creación del mundo, se ha manifestado en estos últimos tiempos en beneficio de ustedes”.
O sea, desde la eternidad Dios tenía el plan de rescate para el hombre “absurdo”. Las consecuencias que el pecado produjo en él son redimidas por Jesús, por su sangre derramada a nuestro favor.
El rescate es completo pues no solo Dios nos perdona y nos limpia de todo pecado, sino que nos da una nueva vida, una vida espiritual conectada y en comunión plena con Él.
Lo que perdimos en el Edén con Adán lo recuperamos en Cristo en la cruz. Reflexionemos en los siguientes versículos:
- Del temor al perfecto amor: 1 Juan 4:17-18: “… En el amor no hay temor, sino que amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor”.
- De la muerte a la vida: 1 Corintios 15:22: Pues, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir (serán vivificados)”.
- De la separación a la unión: 1 Corintios 6:17: “Pero el que se une al Señor se hace uno con él en espíritu”.
- De la vergüenza a la gloria: Juan 17:22: “Yo les he dado la gloria que me diste…”.
Ora para que Dios te revele esta verdad y la creas en tu corazón.