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Perder el control en la vida: ¿Cuáles son sus beneficios?

Dentro de la mirada psicológica, existen personas con una necesidad absoluta de controlarlo todo.

Son esas personas que siempre notamos muy activas, ansiosas, que no pueden perderse de nada y que intentan por todos los medios saber qué está pasando en el ambiente para poder controlarlo. Controlan a sus hijos, su pareja, sus padres o sus amigos. 

Muchas veces se da de forma latente, inconsciente, no generando malestar ni molestia en los otros ni en ellos mismos. Pero llega un momento en que, si no logran regular esa necesidad imperiosa, pueden terminar con algunos síntomas que sí terminan afectando las relaciones, los vínculos y la propia calidad de vida. 

Considero que hay aspectos propios que uno debe controlar. Uno tiene que poder controlar sus emociones, sus reacciones, sus comportamientos o sus modos de relacionarse. Cuando uno se autorregula o se autocontrola, demuestra ser una persona capaz, responsable de sí, y esto es lo que, como padres, tratamos de enseñar a nuestros hijos.

Pero eso no significa que tenga que ejercer un control sobre todo lo demás, sobre las decisiones que el otro toma o sobre las circunstancias que muchas veces nos toca atravesar. Uno puede ejercer control sobre ciertas cosas de sí mismo, pero también comprender que hay cosas que, aunque nos gustaría, no podemos controlar. 

En este artículo, quiero que nos centremos en este último punto: hablar sobre aquellas cosas que no podemos controlar o esa invasiva sensación que nos lleva al punto de creer que perderíamos todo si no lo hacemos. 

Las personas que tienen esta tendencia a controlar todo en forma absoluta sienten que, si no lo hacen, caerán en la desdicha de la incertidumbre, el fracaso, la desesperanza y el miedo aterrador de no ser suficientes como para evitar que algo malo pase. 

Existe una gran diferencia entre quienes pueden soltar ese control y quienes se aferran a él como un modo de dominar la propia realidad y la de los más cercanos, con el objetivo de proteger y frenar estos sentimientos negativos que los invaden si no lo tienen todo controlado.

Cuando uno tiene el control de algo, siente que está un paso adelante, que puede conocer qué sucederá cerrando las puertas a lo impredecible o inaccesible. Pero déjame decirte algo: no siempre podemos tener ese control, no siempre podemos saberlo todo para sortear una mala noticia, una decisión equivocada o la acción de otra persona que no pudimos evitar y nos afectó gravemente.

La buena noticia es que cuando esto ocurre, cuando sentimos que algo se escapa de nuestro control, lo que aquí gana es la capacidad de ser flexibles y adaptables a los cambios.

«Lograr el equilibrio emocional para comprender la perspectiva de la situación y así poder soltar esa compulsión a controlarlo todo«.

Debora Pedace

Las personas que llegan a este estadío y consiguen este objetivo, observan beneficios inmediatos: la desesperanza y la incertidumbre se desvanecen, la culpa es identificada y removida, el estrés disminuye y las relaciones interpersonales mejoran notablemente. 

¿Cómo logramos despojarnos de este control? ¿Cómo aprender a que no podemos controlarlo todo? Puedo darte algunas llaves que te permitirán comenzar este proceso. El darse cuenta de que eres una persona de este tipo ya es un primer paso. Si lograste identificarte con lo mencionado, quizás necesites algún tipo de ayuda profesional para que seas orientado de forma particular.

Es fundamental que dejes de presionarte, criticarte o autoexigirte; no todo depende de vos y de tu desempeño, tienes que ser tú mismo, reconociendo lo que puedes controlar y las cosas que te exceden.

En segundo lugar, el proceso del autoconocimiento te permitirá conocer cuáles son tus limitaciones, hasta dónde puedes llegar sin que la situación te sobrepase, cuándo decir sí y cuándo poner un límite sano que te resguarde de una consecuencia negativa que te afecte aún más.

En tercer lugar, identifica si la culpa está invadiendo tu vida; ¿Cuál es el motor que te conduce a creer que puedes controlarlo todo? ¿Será la culpa? Tienes que lograr identificarla para poder trabajar esa emoción que nunca tiene un buen pronóstico. La última llave, que considero una de las más importantes, es tomarte tiempo para descansar, meditar y para comprender que lo escrito en la carta de 1 Pedro 5: 6-7 hace eco en tu vida. Te lo citaré a continuación:

“Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes”.

Si tenemos en claro que Dios cuida de nosotros, no hay necesidad de tener control. Él lo tendrá por ti. 

Te animo a poner en práctica este artículo.

¡Nos vemos la próxima!

Débora Pedace
Débora Pedace
Fundadora y directora del Centro Terapéutico Integral. Psicóloga Clínica (UCA). Trabaja con adultos, parejas y familias. Posgrado en Centro Privado de Psicoterapias. Diplomatura en Terapia Cognitiva Conductual (Centro de Terapia Cognitiva).

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