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Un templo invaluable

El término templo designa un edificio sagrado, pero al mencionar esta palabra aparecen cientos de posibilidades ya que los hay de todas las épocas, tamaños y características arquitectónicas. Del Templo de Jerusalén, solo queda el Muro de los Lamentos, que representa el lugar más sagrado para los judíos. 

Entre aquellos que representan un patrimonio arqueológico para la humanidad se encuentra el Partenón de Atenas, Luxor y Karnak en Egipto, el Panteón de Agripa en Roma y los templos Mayas en América. El icono del catolicismo es la basílica de San Pedro de El Vaticano. El templo budista de Shwedagon, en Birmania, impresiona con ladrillos cubiertos con planchas de oro y su cúpula decorada con 5448 diamantes y 2317 rubíes.

Entre los templos hindúes más importantes están Angkor Wat, en Indonesia, que posee el monumento religioso más grande del mundo y el templo Padmanabhaswamy en India,  con paredes de oro y un tesoro valuado en veintidós mil millones de dólares. La mezquita al-Haram, ubicada en la Meca, puede albergar más de cuatro millones de personas en su interior. Los evangélicos, claro, los prefieren con capacidad y tecnología. 

Puede que el templo le refiera al lugar adonde usted se congrega regularmente, pero Dios se empecina en romper el molde que nos fabricamos para contenerlo. Lo paradójico es que teniendo tantos lugares increíbles donde habitar, el Dios Creador haya decidido, como en ese establo en Belén, darles la espalda a los imponentes palacios de los hombres. 

Un lugar privado

Desafiando a toda lógica humana, Jesús eligió que usted mismo sea el lugar en el cual Él desea habitar (Efesios 2:22). Su cuerpo es el lugar de residencia del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16; 6:19). Usted ya no es dueño, es solo un administrador de su cuerpo, Jesús pagó con cada gota de su sangre (1 Corintios 6:20), comprando para sí un templo invaluable.  

¿Cree que Dios merece una casa con filtraciones, humedad, las cañerías tapadas, pérdidas de gas y problemas con la instalación eléctrica?

Generalmente ponemos el foco solo en el daño que provoca un vicio y pasamos por alto una mala alimentación.

La OMS afirma que seis de cada diez enfermedades están relacionadas con lo que comemos: obesidad, sobrepeso, diabetes, hipertensión arterial, colesterol y enfermedades cardiovasculares. 

Somos responsables de mantener nuestro cuerpo, el templo del Señor, lo mejor que podamos, no con el fin de cultivar nuestra vanidad sino con el fin de que nuestros miembros físicos sean herramientas útiles para Dios.  Si no puedo dominar mi estómago, me hago esclavo de la comida (Romanos 6:16), y fuera de cuestiones genéticas, puedo enfermar por negligente y ser una carga para mi familia.

Luego de realizar un amplio estudio en 195 países, la prestigiosa revista médica The Lancet, concluyó que uno de cada cinco fallecimientos en el mundo, 11 millones de personas, se debe a una mala alimentación. Las cifras son de vértigo: en total 1900 millones de personas tienen sobrepeso (39% de la población mundial) y 650 millones (13%) de entre ellas obesidad. 

Para UNICEF, 1 de cada 5 niños y adolescentes tienen sobrepeso. El informe muestra que el 62% consumen bebidas gaseosas azucaradas por lo menos una vez al día y el 49% ingieren comida rápida por lo menos una vez a la semana. 

La causa de estas cifras, según OMS, es el desequilibrio calórico, el alto consumo de carnes procesadas, bebidas azucaradas, ácidos grasos trans y exceso de sal, sumado a una dieta baja en frutas, vegetales, legumbres, granos enteros y semillas. También por un descenso en la actividad física debido a la naturaleza cada vez más sedentaria de muchas formas de trabajo, los nuevos modos de transporte y la creciente urbanización.

 Consejos útiles para cuidar nuestro cuerpo:

  • Autoevaluación sincera: ¿estoy cuidando mi cuerpo? (Oseas 4:6).
  • Chequeos médicos: dentro de su posibilidad consulte especialistas (3 Juan 1:2).
  • Alimentación: no caiga en dietas mágicas, cambie hábitos que perduren.  
  • Reduzca el consumo de alimentos procesados y opte por los naturales.
  • Hidratación: el agua elimina toxinas, evite las gaseosas y jugos artificiales.
  • Disciplina: comienza como obligación, persevere hasta que se haga hábito (1 Corintios 9:27).
  • Dominio propio: los permitidos deben ser excepciones. Elimine de su heladera y alacena aquello que representa una tentación (1 Corintios 6:12).
  • Descanse bien: mientras dormimos tienen lugar procesos metabólicos e inmunológicos imprescindibles para mantenernos sanos.
  • Haga ejercicio: el 65 % de la población presenta un nivel de actividad física bajo. No es obligación pagar un gimnasio, salir a caminar es gratis y le da salud a su cuerpo.
  • Pida ayuda a Dios en oración, Él le dará fortaleza en su debilidad (2 Corintios 12:9).

Que sea Dios quien determine nuestra manera de sobrellevar este cuerpo mortal y no sea el producto de nuestros descuidos.

Gabriel Medina
Gabriel Medina
Ex deportista. Periodista deportivo. Director de @atletasdecristoarg

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