Comienza un nuevo año y con él comentarios, frases y videos positivos de un “nuevo comienzo”, “nuevas cosas”, “cambio de página”, y tantas otras frases inspiradoras que nos llevan a establecer metas enfocadas en que todo estará bien.
El peligro de estas creencias no está en tener esperanza de que cosas buenas pueden suceder, sino en establecer metas basadas en estos conceptos frágiles que pueden llevarnos a una gran desilusión si las cosas no suceden como planeábamos.
El pensamiento mágico se basa en la convicción de que se pueden modificar elementos de la realidad con la mente, es decir, esperar que algo (bueno o malo) suceda simplemente porque creo en ello de manera ferviente o porque declaro con mi boca que sucederá. La fe, según Hebreos 11:1, es la certeza de lo que no se puede ver, concepto que parece similar al pensamiento mágico, pero que difiere en un elemento esencial: su fundamento.
El pensamiento mágico basa su convicción en el poder de la mente, mientras que la fe basa su convicción en el Creador y Sustentador de todas las cosas: Dios.
Si cimentamos nuestra esperanza en el poder que tiene la humanidad, nos frustramos al encontrarnos con las limitaciones y flaquezas propias del ser humano, pero si alimentamos nuestra esperanza en Jesús como base y en sus promesas que son eternas e inmutables, nuestra vida no se derribará cuando lleguen las tormentas (Mateo 7:24-29).
Este año que comienza, quiero animarte a llevar tu esperanza al próximo nivel, es decir, a desechar toda palabra positiva humana para poner tu fe solamente en la verdad de Dios. La manera de tener fe en Dios, como dice Romanos 10:17, es oír lo que Jesús tiene para decirnos a través de su Palabra, es decir, la Biblia.
Mujer, en este nuevo año, ten la valentía de salir de la fraseología vacía de la sociedad actual y transforma tu mente solamente con los principios bíblicos, para entender y vivir cada día en la voluntad de Dios. Romanos 12:2 dice: “No se amolden al mundo, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.
Cree en que cuando estés perdida y no sepas qué decirle a Dios o cómo hablar con Él, el Espíritu Santo estará pidiendo por ti al Padre conforme a su voluntad. “Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que pueden expresarse con palabras. Y Dios que examina los corazones, sabe cuál es la intención del espíritu, porque el Espíritu intercede conforme a la voluntad de Dios”. Romanos 8:26-27.
Además, anímate a memorizar versículos, a leer la Biblia diariamente, a hablar con Dios cotidianamente y a confesar con tu boca que Jesucristo, a quien Dios levantó de la muerte, es el Señor de tu vida (Romanos 10:9). Proclama sobre tu vida y la vida de tus afectos promesas bíblicas como: “nunca te fallaré, jamás te abandonaré” (Hebreos 13:5), “todo el que cree en Dios jamás será defraudado” (Salmos 25:3), “Dios enjugará toda lágrima y ya no habrá muerte, ni llanto, ni dolor…” (Apocalipsis 21:4), “en Cristo, todas las cosas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17), “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1), entre otras.
Y, por último, ten en cuenta que la fe te da la resiliencia para poder apoyarte en quien está junto a ti cuando viene la tormenta y las cosas no salen como esperabas. La fe en Jesús te lleva a tener paz aún en la peor de las dificultades porque Él fue honesto y nos avisó que, aunque tendremos aflicciones en esta tierra, Jesús ya venció al mundo y a nosotras nos queda confiar en Él (Juan 16:33).
Mujer, anímate a planear, soñar y vivir con los pies en la tierra, pero con la fe en el cielo. Esto te da todas las herramientas para vivir en lo humanamente posible, creyendo que Dios todo lo puede hacer y con esperanzas reales del acompañamiento de Dios, aun si no sucede lo que esperas.