¿No te parecería absurdo salir a sembrar sin creer en la lluvia? Imagínate como sembrador, ¿sería lógico que salieras al campo a invertir tus mayores esfuerzos siendo incrédulo a la fuente esencial que podrá hacer fructificar la tierra? Pues si pensamos que Cristo no resucitó entonces la práctica de nuestra fe es absurda.
El mensaje del Evangelio depende directamente de una “lluvia” que nos llevó de muerte a vida: la resurrección de Jesús es nuestra respuesta del cielo. No le dejemos “clavado en la cruz”. De ser así, estaríamos confiando en un hombre más que provocó cierto ruido social en su momento, y al que el madero finalmente le quedaría grande.
Absolutamente ninguna otra religión en el mundo depende exclusivamente de la vivencia de una “lluvia” así, de un acontecimiento. Tampoco ningún otro líder se entregó a sí mismo, haciéndose igual a nuestra condición, por un amor capaz de sostenerle en una cruz, derramando cada gota de sangre a fin de librarnos de nuestra perdición.
La resurrección es victoria sobre la muerte y vida al tercer día pese a la existencia del sepulcro. Si no creemos que sucedió entonces, como diría el apóstol Pablo, vana es nuestra fe y su predicación (1 Corintios 15:14-16).
Para muchos discípulos y personas de la época, supuso un gran desafío. Aquellos que habían compartido momentos caminando con la Vida, es decir, siendo testigos de cómo el Salvador del mundo extendía sus manos para cumplir la voluntad del Padre, ahora se verían enfrentados a esperar el cumplimiento de una promesa que se escondía tras una tumba que olía a muerte, una prueba que les invitaba constantemente a mirar por fe y no por vista.
A lo largo de su caminar en la tierra, Jesús ya había mostrado tanto a discípulos como a multitudes su poder sobre la muerte. Vemos por ejemplo a Lázaro, ya muerto desde hacía varios días, a quien Jesús llama a la vida. Fíjate que instantes antes de suceder este gran milagro, vemos cómo Marta le declara a Jesús lo siguiente: “Señor, ya huele muy mal, pues lleva cuatro días.” Sin embargo, el Rey de Reyes le responde: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” (Juan 11:38-40)
Hoy te pregunto, ¿desde qué perspectiva estás mirando la resurrección de Cristo? Quizás vives un cristianismo de tradición como si Jesús no hubiera resucitado, ¿una fecha más, un simple evento más en la historia? Si es así, entonces necesitas experimentarlo pero, ¿cómo hacerlo?
Primero cree en tu corazón que Él es quien dijo ser por encima de lo que este mundo dicte de su nombre (Mateo 16:15) y experimenta con fe por ti mismo cómo el mismo Dios levantó a Jesús de los muertos (Romanos 8:11), pídeselo ahí donde estás con todo tu corazón en tus propias palabras. La Biblia dice que somos dichosos por vivir la bienaventuranza de creer sin haberle visto (Juan 20:29). En segundo lugar, y aunque te pueda sonar locura, vive la resurrección hoy. Las escrituras reflejan que aquellos que le hemos conocido, aún sin haberle visto, hemos experimentado junto a Él un nuevo nacimiento, tras haber dejado atrás el estilo de vida que no le agrada y “haber crucificado” conjuntamente en la cruz también nuestros pecados y pasiones que nos esclavizaban (Gálatas 5:24).
Puedes vivir hoy la esperanza de la resurrección, no importa lo que hayas hecho o las circunstancias que te rodeen, Jesús anhela perdonarte para traer vida a tu muerte y envolverte en un amor sobrenatural con el que sentirás que lo mejor comienza junto a Él, experimentarás esta “lluvia” del cielo y verás que realmente has nacido de nuevo, porque Él vive.
En 1 Corintios 15, el apóstol Pablo se mete de lleno en uno de los temas principales de la época respecto de Cristo: su resurrección.
“Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras” (vv. 3-4),
Recomiendo leer el capítulo completo para entender la dimensión del debate y también la importancia del asunto en el que Pablo decidió embarcarse. El apóstol brinda argumentos desde todos los ángulos. Testifica acerca de las evidencias humanas, respalda teológicamente y nos llena de esperanza mirando el futuro desde la puerta de la tumba vacía.
Cristo resucitado es central en nuestra fe. Si no lo creemos y abrazamos en este aspecto, caminamos en una fe inservible. Así de fuerte suena, así de real es.
Por eso debo saber lo que realmente sucedió. Primero que nada: la resurrección no es una metáfora ni una figurapoética. Fue algo que pasó y sigue pasando, como un presente continuo.
El Resucitado venció la muerte y la sigue venciendo. Lo hizo aquella mañana de piedra corrida y sepulcro abierto, pero lo sigue haciendo cada día, a cada momento, en la vida de miles de creyentes.
En todo el mundo sucede que personas salen de sus tumbas cuando la piedra del sepulcro es removida y el Libertador los lleva de la mano a la vida eterna. Tal hecho poderoso se convierte, al igual que ese domingo de Pascua, en un testimonio para que el mundo crea.
¡Cuánto disfruto encontrarme con personas que te cuentan acerca de cómo Dios transformó sus vidas!
Entiendo que el Resucitado sigue con su oficio y no puede parar de dar vida y sacar gente de la muerte.
Debo saber qué sucedió y sigue sucediendo
No se ha acortado su mano para salvar; Él sigue siendo el mismo, ayer, hoy y siempre.
Los terapeutas y psicólogos dicen que la raíz de todos los temores es el miedo a la muerte. Ahora, estando en Cristo, sé que puedo batallar con el mensaje de que la vida es finita y, sin embargo, por su vida vencer. Es maravilloso. Ya no pertenecemos a la finitud sino a la eternidad.
Sé que para muchos la batalla no se torna nada fácil, pero es posible obtener la victoria, y si estás leyendo esto, en medio de luchas con el asunto, levantá la mirada y busca los ojos del Victorioso. Jesucristo te extenderá su mano, te llamará con voz fuerte y saldrás. Acércate a algún hermano, no andes como alma solitaria; ya lo dijo Dios en el principio: “No es bueno que el ser humano esté solo”.
Debo saber qué está sucediendo y sucederá: El Rey está regresando.
La resurrección es un evento de ayer, el cual sigue sucediendo hoy y lo viviremos todos a pleno mañana. Pero el Poderoso, quien no puede ser contenido ni siquiera por los cielos, regresará victorioso y ante los ojos de todos. Y lo primero que hará es levantar gente de la mismísima muerte.
Señales, trompetas, voz de mando —y lo que quieras agregar que Jesucristo hará— apuntan a poner de pie a los hijos que en aquel día estén dormidos. Será glorioso.
Algunos de nuestros hermanos, a lo largo de los siglos, lo han dado todo y han visto muerte por el nombre de Jesús; otros fueron afectados por enfermedades o simplemente el paso del tiempo. Pero da igual, pues a todos los llamará y todos los hijos serán levantados.
Cuando me pidieron esta reflexión (si es que le cabe el título), pensé primero en hacer un poco de teología del asunto y compartir una buena enseñanza (dentro de mis posibilidades). Comencé a hacerlo, y creo que iba bien, pero salí al parque y me crucé con una nena de la iglesia que me empezó a preguntar acerca de todo lo que hacemos en Semana Santa, predicando a toda la ciudad.
Entendió bien el asunto de la última cena y me dijo que esperaba ansiosa el Vía Crucis del viernes 7. Pero ella, muy entusiasmada, de lo único que me preguntó fue de la resurrección.
¿Qué es la reunión de Resurrección?
Así me preguntó, y necesité enseñarle lo que quiere decir. Estaba preocupada por su abuelo, uno de nuestros líderes que hacía unos meses había partido a la patria celestial de nuestro Rey, y le conté que algún día lo volverá a ver.
Luego, pensé más sobre este asunto y se lo recordé a mi corazón también, y me dije, según las palabras del salmista: “No te preocupes alma mía, a veces hay luchas y a veces aun el justo cae, pero a todos los levantará el Señor”.
Adoré al Rey de reyes y al Señor de señores. De un momento a otro, se me encendió en el espíritu una esperanza inapagable y eterna. Entonces grité “¡Maranatha!” [‘Cristo, ven’], y recordé que porque Él vive hoy, lo veré plenamente mañana.
Debo saber que una gran esperanza nos habita. Mi Señor Jesucristo no pudo ser retenido por la muerte, está vivo y volverá.
Sin dudas, la Pascua es una fecha muy especial y muy esperada por todos. Muchos aprovechan para descansar y tomarse unos días; podemos ver los supermercados adornados con conejos y huevos de chocolate, y si tenemos suerte, hasta recibiremos uno de regalo. Pero… ¿qué hay detrás de esta celebración?
Originariamente, esta era una fecha en que el pueblo judío celebraba su liberación de la esclavitud de Egipto. Etimológicamente, “Pascua” es una traducción en español del término Pesaj, o, en sencillas palabras, “pasar por alto”.
Si nos remontamos a la Escritura, podemos encontrar en el libro de Éxodo que Jehová ordenó a cada familia tomar un cordero que fuera sin defecto para ser sacrificado. Y con la sangre de este tenían que pintar los postes y dinteles de sus casas. Así, quienes tuvieran esta señal grabada en sus puertas serían pasados por alto y no recibirían la condenación en sus hogares.
Esa misma noche pasaré por todo Egipto y heriré de muerte a todos los primogénitos, tanto de personas como de animales, y ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre servirá para señalar las casas donde ustedes se encuentren, pues al verla pasaré de largo. Así, cuando hiera yo de muerte a los egipcios, no los tocará a ustedes ninguna plaga destructora.
Tiene mucho más que ver de lo que creemos; no solo es una fecha comercial, sino que tiene para nosotros un gran significado, que descifraremos a continuación.
Así como el pueblo Israel fue liberado de la esclavitud, fuimos liberados de la esclavitud del pecado. Y así como la sangre del cordero los cubrió del ángel de la muerte, así la sangre de Jesús nos cubrió a nosotros de toda condenación.
El día que Jesús murió en la cruz, paradójicamente, se estaba celebrando el Pesaj, y al mismo tiempo, Jesús era entregado como Cordero, limpio y sin mancha, por toda la humanidad.
A las tres de la tarde Jesús gritó a voz en cuello:
—Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban cerca dijeron:
—Escuchen, está llamando a Elías.
Un hombre corrió, empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera.
—Déjenlo, a ver si viene Elías a bajarlo —dijo.
Entonces Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró.
La cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Y el centurión, que estaba frente a Jesús, al oír el grito y ver cómo murió, dijo:
Además, la Palabra cuenta que el velo fue rasgado en dos, de arriba abajo, al momento del deceso de Jesús. ¿Qué era este velo?Pues del otro lado de esa tela se encontraba encapsulada la presencia de Dios. Era un lugar de poco acceso, al que hoy podemos tener libre entrada gracias al sacrificio de nuestro Cordero pascual.
En conclusión:
Punto número uno: Cuando se celebra la Pascua, se celebra liberación. No sé a qué estás atado hoy, de qué mal eres esclavo, pero el Señor quiere hacerte libre. Dios lo hizo una vez en Egipto, lo hizo otra vez en la cruz del calvario y lo quiere volver a hacer hoy en tu vida.
Punto número dos: El Señor se sacrificó por nosotros, no para que tengamos una Semana Santa, sino para que tengamos una vida santa. De nada sirve abstenernos de muchas cosas por unos días, para luego seguir cometiendo los mismos errores de siempre el resto del año. “Desháganse de la vieja levadura para que sean masa nueva, panes sin levadura, como lo son en realidad. Porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ya ha sido sacrificado” (1 Corintios 5:7).
Punto número tres: Cuando se celebra Pascua, se celebra a Jesucristo. Él es nuestra Pascua y nuestro Redentor. “Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: ‘¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!’” (Juan 1:29).
Punto número cuatro: En esta semana, veremos muchas películas y representaciones del camino de Jesús a la cruz, pero no nos quedamos solo con eso. También recordemos que Él resucitó al tercer día y que Jesús vive para siempre.
Cuando celebremos esta Pascua, no nos vistamos de luto, sino de celebración. ¡Somos libres y nuestro Libertador vive para siempre!
El Señor hoy quiere pasar por alto tu pasado y entregarte una nueva vida. Te desafío a que puedas experimentarlo y conocerlo en profundidad. ¿Te animás?
Solo es posible identificar al Jesús resucitado como aquel crucificado por las heridas de su batalla del Viernes Santo visibles en las manos, los pies y el costado. En su presente resurrección, Él permanece como el Hombre de la cruz. Por supuesto, la canción “Sobre Todo”, de Michael W. Smith, no tendría sentido, como tampoco lo tendría ningún libro que se hubiera escrito sobre Jesús si el Cristo no hubiera resucitado.
Si la Pascua no es una historia real, entonces debemos convertirnos en cínicos. O miramos la muerte de Jesús en la cruz como la derrota más grande de un buen hombre a manos de los poderes de las tinieblas o moldeamos nuestra suerte y nuestra vida con un nuevo poder que se liberó en el mundo. Si Él no regresó de la tumba, sería, como lo dijo Albert Schweitzer de manera memorable, una persona más enterrada bajo la rueda de la historia.
El apóstol Pablo escribe: “Si no hay resurrección, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado (…) Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales” (1 Corintios 15:13,19). Los primeros cristianos estaban galvanizados por su convicción invencible de que Aquel que colgó del madero no estaba en la tumba sino que había sido resucitado por el Padre.
“Cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales”, Efesios 1:19-20.
Nuestro trágico error en la actualidad es minimizar “cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos” ¡el mismo poder que Él usó para levantar a Cristo de la muerte!
Brennan Manning, libro «Sobe Todo».
Aceptar la mediocridad, rendirnos a nuestras adicciones, rendirnos al mundo y resignarnos a nosotros mismos a la monotonía de una vida cíclica y rutinaria es anular el poder del Jesús crucificado y resucitado y la total suficiencia de su obra redentora.
El Cristo en nosotros no solo es nuestra esperanza de una gloria futura, sino una presencia transformadora dentro de aquel que promete: “Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre”(Juan 14:12).
Si Dios es un ser todopoderoso, soberano y victorioso, ¿será que le afectó cuando Jesús murió? ¿Es posible que el majestuoso Rey eterno y santo sintiera tristeza y dolor?
Si Dios es un ser todopoderoso, soberano y victorioso, ¿será que le afectó cuando Jesús murió? ¿Es posible que el majestuoso Rey eterno y santo sintiera tristeza y dolor?
Hace un año, pasamos por la muerte de nuestro hijo. Fue un evento inesperado que nos dejó con más preguntas que respuestas. En el torbellino de confusión y tristeza, me di cuenta de que debía preparar un discurso para los momentos protocolarios que apenas arrancan el proceso de duelo. Cuando me senté a considerar lo que debía compartir en el funeral, lo primero que llegó a mi mente fue: pero Dios Padre me entiende perfectamente. Él también perdió a su Hijo. Sin embargo, es prudente preguntar: ¿realmente esto es algo que podemos deducir de las Escrituras?
En estas fechas de la Pascua, apartamos momentos para intencionalmente recordar la pasión de nuestro Salvador, con un enfoque en el sufrimiento y victoria de Jesús. Como parte del plan divino y perfecto, la crucifixión y resurrección coincidía con fiestas judías que fueron establecidas para que el pueblo de Dios nunca olvidara que es necesario derramar sangre para ser salvos de la muerte. La primera Pascua en Egipto fue un vistazo del sacrificio supremo que Dios mismo pagaría con la sangre de su propio Hijo. Este plan no fue algo repentino o un plan B porque la situación se había salido de control. Dios tenía un plan desde el principio. Y este plan contemplaba mucho sacrificio y dolor. En esta primera Pascua y repetidas veces en las Escrituras, Dios consistentemente se revela como un Ser supremo, pero también un Dios que responde con sentimientos reales ante la situación actual.
Más de mil años después, Jesús está parado frente a una audiencia curiosa y revela que “… el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera” (Juan 5:19, LBLA). Esta aclaración sobre el actuar de Jesús precede a muchas de sus reacciones emocionales. Por ejemplo, cuando Jesús se entera de la muerte de Lázaro, no derrama apenas una lágrima, sino se rompe en llanto ante la pérdida de su amigo (Juan 11:35). Si Jesús únicamente hacía lo que su Padre, podemos asumir que Dios Padre también llora y se quiebra ante las pérdidas. Obviamente, Dios sabe que la muerte ha sido vencida. Él conoce el final de la historia. Pero ese conocimiento e incluso el control que tiene sobre el destino del universo no resta a su capacidad de sentir profunda e intensamente las emociones que naturalmente acompañan una pérdida.
Llegamos a la escena del primer Viernes Santo, cuando Dios ve que finalmente la hora ha llegado. Y su reacción es congruente con su carácter. Siendo Dios, Jesús reacciona de una manera emocional en todos los eventos antes de la crucifixión y durante esta. Se rompe. Se quiebra. Y Dios Padre solo observa. Si a lo largo de la historia Dios ya ha dado muestras de reacciones emocionales fuertes ante la rebeldía del hombre, ¿cuánto más cuando los portadores de su imagen crucifican a aquel que comparte su ADN divino? ¿Será que a Dios Padre no le rompió el corazón ver cuando su Hijo, que fue obediente en cada acción, actitud y pensamiento, fue asesinado delante de sus ojos? ¿Será que Dios Padre no se quebrantó al ver el sacrificio que su amor por la humanidad requería de Él? ¿Será que Dios Padre no se estremeció al ver a su precioso Hijo sufrir y morir? Si Jesús lloró ante la muerte temporal de un amigo, cuanto más lloró el Padre cuando vio a su amado Hijo morir en la cruz.
Antes de llegar a la victoria que vivimos por medio de la resurrección de Jesús, su muerte tiene muchísimo que enseñarnos sobre el corazón de Dios. Dios no solo escogió este camino de dolor y sufrimiento, sino lo creó como el camino perfecto para la culminación de la historia del mundo. Si sentimos que Dios es demasiado santo y perfecto como para entender el duelo que vivimos, recordemos la cruz. La cruz no solo fue el instrumento que Dios utilizó para proveer la salvación del mundo sino un causante de profundo dolor para el mismo corazón de nuestro Padre celestial.
La vida eterna es conocer a Dios y a su Hijo, Jesucristo, y entre más lo conocemos, más nos asombra su carácter y amor sacrificial. Dios es un Padre que se duele. Pero también es un Dios que consuela. Dios no sintió dolor y sufrimiento para condenarnos o hacernos sentir culpables, sino porque Él así escribió la historia del universo.
No te apresures a brincar del viernes al lunes. No hay victoria sin sacrificio. No hay libertad sin pagar un precio. No hay consuelo sin pérdida. Cuando Dios decidió pagar la cuenta de nuestro pecado, sabía lo que venía. Cuando Jesús murió, el corazón de Dios se rompió. Este mismo Dios ahora nos abraza con pleno entendimiento y comprensión ofreciéndonos toda consolación porque a Él le complace consolar. Nuestro Dios conoce el dolor y es el autor de toda consolación.
“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”(Gálatas 6:14, RVR1960).
En días de la llamada Semana Santa, la Cruz adquiere una singularidad especial entre los cristianos. Hay muchas formas de considerarla, pero, en las palabras del texto se marca un profundo contraste entre lo que significa para el mundo y lo que es para el creyente. La Cruz es locura para el hombre natural, e incluso para ciertas personas de fe, pero, lo que es locura para los no creyentes, es motivo de gloria para los hijos.
El apóstol Pablo hace referencia a ella en el contenido de la epístola de la que se tomó el texto que se considera. Para él es lugar de sustitución (1:4); lugar de identificación (2:20); lugar de visión (3:1); lugar de maldición (3:13-14); lugar de redención (4:4-5); lugar de tropiezo (5:11); y lugar de gloria.
La razón para considerarla de este modo es precisa: “por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. La Cruz es el medio por el que Dios libera al salvo del poder egoísta del yo personal (2:20), y de la esclavitud de la carne (5:24). Las pasiones dejan de controlar en esclavitud al creyente. Ahora, también se manifiesta el poder liberador de la Cruz sobre el mundo.
«La gloria del creyente es la Cruz porque es el absoluto poder libertador».
Samuel Pérez Millos, Licenciado y Master en Teología (TH. M) por el Instituto Bíblico Evangélico.
El término mundo tiene varias acepciones en el Nuevo Testamento, siempre vinculado al hombre, que a causa de la caída permitió la entrada de la muerte en el mundo y lo domina (Ro. 5:12-21). Este tiene un sistema propio de sabiduría que, por razón del pecado, es necio, porque se opone a Dios (1 Co. 3:19).
El sistema moral de este orden establecido es corrupto, permitiendo prácticas corruptas, como sistema ético de quienes pertenecen al mundo (1 Co. 5:10). Todo el sistema y su extensión al gobierno del hombre, obedece a Satanás y sigue sus dictados (Ef. 2:2-3). La política y las leyes de las naciones están bajo su control, a quien Jesús llama en tres ocasiones príncipe de este mundo (Jn. 12:31; 14:30; Mt. 4:8-9; Lc. 4:5-6).
Mediante las leyes de los hombres, Satanás realiza acciones de rebeldía contra la voluntad de Dios, permitiendo la inmoralidad y legalizando el pecado en múltiples formas. El mundo tiene sus propios pasatiempos, “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Jn. 2:16, RVR1960).
El proyecto satánico para el gobierno del mundo es colocar a un hombre en el lugar de Dios (2 Ts. 2:3-4)
Samuel Pérez Millos, pastor de la Iglesia Evangélica Unida de Vigo.
Tiene también su propia espiritualidad, expresada en un culto formalista pero carente de orientación divina (2 Ti. 3:5). Es la religión que practican aquellos cuyos corazones viven al margen de Dios, teniéndolo solo presente en su boca (Is. 29:13). Satanás introduce las falsas doctrinas, por sus propios predicadores, que proclaman la religión de los demonios (1 Ti. 4:1).
La religión del mundo es una apostasía, alejándose de la obediencia a lo que Dios determina en su Palabra, cambiándolo por trato riguroso que establece el pensamiento del hombre (Col. 2:20-23). Estas son normas para ser cumplidas, haciendo descansar la vida en el poder de la persona y en sus actividades, pero no en el poder y la obra de Dios (Fil. 2:13).
Este sistema espiritual llamado mundo descansa en Satanás mismo (1 Jn. 5:19), dando la idea como si él tuviera al mundo en su regazo, adormecido, para utilizarlo según su propia conveniencia.
La Cruz permite la victoria liberadora sobre el sistema que es propio y natural para los hombres, que viven en la esclavitud del pecado.
Samuel Pérez Millos, pastor de la Iglesia Evangélica Unida de Vigo.
Los que creen en Jesús, son liberados de la posición de esclavos que tenían en el mundo y Dios los traslada al Reino de Cristo (Col. 1:13). El cambio es radical. No hay salvación sin regeneración o, si se prefiere, no hay regeneración sin salvación.
En el texto seleccionado se puntualiza la libertad como resultado de la obra de la Cruz de Cristo. El apóstol Juan habla de “la victoria que vence al mundo”, es decir, la experiencia victoriosa sobre el sistema que rige el maligno (1 Jn. 2:13, 14; 4:4), alcanzada mediante la fe en Cristo (1 Jn. 5:4-5).
En la Cruz el mundo ha sido vencido por Cristo (Jn. 16:33), de ahí el aliento que supone para el creyente la demanda de Jesús: “confiad”. La victoria de Cristo en la Cruz es el triunfo del cristiano (Ro. 8:37; 1 Jn. 4:4; 5:4; Ap. 12:11). Por medio de la Cruz el poder del mundo quedó anulado para el creyente, a causa de la identificación con el Crucificado.
Jesús derrotó completamente al diablo y al mundo (Ef. 4:8; Col. 2:15), ahora somos vencedores sobre el mundo. La fe identifica al cristiano con Cristo, de manera que el medio para salvación es también el medio de victoria que nos hace vencedores, porque nos vincula con Cristo y su poder, descansando plenamente en Él, en una entrega sin reservas.
Samuel Pérez Millos, Licenciado y Master en Teología (TH. M) por el Instituto Bíblico Evangélico.
El apóstol señala en el texto un doble aspecto de la Cruz: El mundo crucificado para el creyente, con un resultado de bendición, las cosas que eran objeto de amor son desechadas para seguir a Jesús que nos amó y se entregó por nosotros (2:20). Pero, también el creyente ha sido crucificado al mundo. Ha muerto en Cristo a sus falsas esperanzas y a su sistema, para vivir la gloriosa libertad en Él y experimentarla por medio del poder de Dios.
Bien podemos acercarnos por la fe a la Cruz y decir con el apóstol: “lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Viviendo cerca de la Cruz, la admirable gloria de Dios en la obra salvadora que el Señor hizo conducirá nuestra vida, alumbrará nuestro camino, producirá paz en el alma y esperanza cierta del glorioso encuentro con Él para disfrutar a su lado una gloria sempiterna que la gracia nos otorga.
Cada vez son más los adolescentes, jóvenes y adultos que consumen alcohol y otras sustancias perjudiciales para la salud. Ante esta realidad y para luchar contra ello, marcharon más de 300 personas en San Cristóbal de las Casas, México, con un llamado a procurar la paz y no caer en las adicciones, declarando que siempre hay un camino para solucionar los graves problemas sin buscar refugió en el alcohol.
Cada vez son más los adolescentes, jóvenes y adultos que consumen alcohol y otras sustancias perjudiciales para la salud. Ante esta realidad y para luchar contra ello, marcharon más de 300 personas en San Cristóbal de las Casas, México, con un llamado a procurar la paz y no caer en las adicciones, declarando que siempre hay un camino para solucionar los graves problemas sin buscar refugió en el alcohol.
El grupo partió de San Cristóbal de las Casas, una ciudad que en el pasado se ha distinguido por perseguir a los cristianos. Sin embargo, su respuesta ha sido siempre pacífica, y ahora aportan un mensaje por el bien de la ciudad. En el frente, los jóvenes portaban un cartel con el lema «Cuida tu salud. No consumas drogas».
Recorrieron las principales calles hasta llegar al centro de la ciudad, donde hicieron el llamado a toda la población a buscar a Dios. Explicaron que todos los problemas tienen solución en Jesús y su Palabra, mientras que “cualquier sustancia solo es un momento de placer o evasión, y no soluciona ningún problema, sino que lleva a una situación peor”.
El pastor José Daniel Gómez Ríos, uno de los organizadores, dijo que “esta marcha es para proclamar a toda la población que hay una respuesta espiritual a los problemas”, y que habiéndolo experimentado ellos mismos, se decidieron a salir a las calles para anunciarlo.
Además, comentó: “Nosotros estamos aquí y hacemos el llamado a buscar la salvación, dejar atrás el alcoholismo —entre otras sustancias— porque ese no es el camino; únicamente es un gusto para el cuerpo pero los problemas no se solucionan llenándose de alcohol, sino que es hundirse más, y los problemas ahí van a seguir. Hay que buscar el camino de Dios. Por eso invitamos a toda la ciudadanía a buscar el camino y no el alcohol”.
Finalmente, el contingente llegó al centro de la ciudad y se retiraron después de haber pronunciado la palabra de Dios, comprometidos a seguir pidiendo a la sociedad que deje los malos vicios, beneficiándose de la buena alimentación y del agua, en lugar de sucumbir a las sustancias.
Una estrella del fútbol característico de Estados Unidos ha sorprendido a sus seguidores en las redes sociales después de la aparición de videos de él predicando en una prisión de máxima seguridad. El mariscal de campo de los Denver Broncos, Russell Wilson, es un cristiano que habla con frecuencia sobre su fe.
Una estrella del fútbol característico de Estados Unidos ha sorprendido a sus seguidores en las redes sociales después de la aparición de videos de él predicando en una prisión de máxima seguridad. El mariscal de campo de los Denver Broncos, Russell Wilson, es un cristiano que habla con frecuencia sobre su fe.
Después de comunicarse con el ministerio presidiario God Behind Bars [‘Dios tras las rejas’], él y su esposa, la cantante estadounidense Ciara, dirigieron un servicio en el Centro Correccional Everglades en Miami.
Alrededor de 300 reclusos se reunieron para escuchar al matrimonio, de los cuales 27 entregaron sus vidas a Jesús. El jugador de fútbol americano predicó sobre Isaías, y su esposa cantó la adoración popular Waymaker, junto a una banda formada por presos.
Mientras continuaban adorando, Russell trajo a un prisionero para que cantara, le entregó el micrófono y dejó al resto de los reclusos completamente atónitos.
En una publicación de God Behind Bars, los voluntarios describieron que pudieron sentir “cambiar la atmósfera en la sala” cuando comenzó la interpretación de Jireh, de Maverick City y Elevation Worship.
Reflexionando sobre su experiencia, Russell comentó: “¡Señor, no hay nadie mejor que tú! ¡Más de 300 reclusos de una prisión de máxima seguridad adorando a Jesús! Su gracia y Espíritu es abrumador en medio de los errores que todavía ama y perdona”.
“’Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo por medio de él” (Juan 3:17).
El jugador compartió que su conversión fue porque Jesús se le apareció en sueños.
En un video titulado «The Making of a Champion», animó a los espectadores a abrazar la Biblia. El jugador de la NFL dijo que el momento de su conversión se produjo cuando tenía 14 años y Jesucristo se le apareció en un sueño diciéndole que aprendiera más acerca de la fe.
«Cuando yo era adolescente, iba siempre a la iglesia donde mis padres solían llevarme», dijo Wilson. «Sabía acerca de Dios y cosas por el estilo, pero yo estaba siempre practicando el deporte y era el área de mi vida que más me preocupaba».
Pero una noche fue distinta para él. «Tuve un sueño en que mi padre fallecía, y entonces Jesús entraba en la habitación y llamaba a mi puerta, diciendo: ‘Necesitas saber más acerca de mí’. Así que el domingo por la mañana acabé yendo a la iglesia y ahí fue cuando fui salvo«.
«Me di cuenta de que Dios me había dado tantos talentos que quería darle toda la gloria«, agregó.
El jugador también afirma en su testimonio haber aprendido que «nadie puede detener lo que Dios tiene para ti«.
La importancia de tener una relación personal con Cristo no puede ser exagerada. Esta relación es la base de la fe cristiana y es la clave para experimentar la plenitud de vida que Dios tiene para nosotros.
En este artículo, explicaremos por qué es tan importante tener una relación personal con Cristo y cómo podemos cultivar esta relación en nuestra vida cotidiana.
En primer lugar, la relación personal con Cristo es importante porque nos permite conocer a Dios de una manera más profunda y significativa. A través de nuestra relación con Cristo, podemos experimentar su amor, su gracia y su poder en nuestras vidas.
Lutero afirmaba que la constante oración y comunicación con nuestro Señor Jesucristo nos permite tener una comprensión más profunda de quién es Dios y de cómo trabaja en el mundo. También nos permite experimentar la paz y la alegría que solo pueden venir de Él.
En segundo lugar, la relación personal con Cristo es importante porque nos permite experimentar la salvación que Él ofrece. La salvación es un regalo gratuito de Dios que se ofrece a través de la fe en Cristo.
Mediante nuestra relación con Él, podemos experimentar la plenitud de la vida que solo puede venir de ser salvados por Él. Esto incluye el perdón de nuestros pecados, la liberación de la culpa y la vergüenza, y la posibilidad de una nueva vida en Él.
En tercer lugar, la relación personal con Cristo es importante porque nos habilita a vivir una vida plena y significativa. A través de nuestra relación con Él, podemos descubrir nuestro propósito y llamado en la vida.
También podemos experimentar la plenitud de las relaciones humanas, la paz en medio de las dificultades y la esperanza para el futuro. En resumen, nuestra relación con Cristo nos permite vivir una vida abundante y significativa.
Entonces, ¿Cómo podemos cultivar una relación personal con Cristo en nuestra vida cotidiana?
En primer lugar, debemos dedicar tiempo a orar y leer la Biblia. La oración es nuestra comunicación con Dios, y la Biblia es la fuente de la verdad sobre quién es Él y cómo trabaja en el mundo. Al dedicar tiempo a la oración y la lectura de la Biblia, podemos crecer en nuestra relación con Él.
En segundo lugar, debemos estar en comunidad con otros creyentes. La Iglesia es la familia de Dios, un lugar donde podemos crecer juntos en nuestra relación con Él. Al estar en comunidad con otros creyentes, podemos recibir apoyo, aliento y enseñanza que nos ayudarán a crecer en nuestra fe.
En tercer lugar, debemos vivir una vida de obediencia a Cristo. La obediencia a Cristo es una expresión de nuestra fe y un aspecto clave de nuestra relación con Él. Al vivir una vida de obediencia, podemos experimentar la plenitud de la vida que Cristo ofrece.
En resumen, la importancia de tener una relación personal con Cristo no puede ser subestimada. A través de nuestra relación con Él, podemos conocer a Dios de una manera más profunda y significativa, experimentar la salvación que ofrece y vivir una vida plena y significativa.
Al dedicar tiempo a la oración y la lectura de la Biblia, estar en comunidad con otros creyentes y vivir una vida de obediencia, tenemos la posibilidad de cultivar esta relación en nuestra vida cotidiana.
Hace 55 años, una mañana del 4 de abril en algún lugar de Memphis, Estados Unidos, se oye un estruendo, más específicamente un disparo, no fue una bala perdida, ese proyectil tenía un encargo y fue arrebatar la vida del reverendo Martin Luther King.
Hace 55 años, una mañana del 4 de abril en algún lugar de Memphis, Estados Unidos, se oye un estruendo, más específicamente un disparo. No fue una bala perdida; ese proyectil tenía un encargo, y fue arrebatar la vida del reverendo Martin Luther King.
¿Pero por qué alguien querría matar a un pastor bautista?
Bueno, el Sr. King no fue simplemente un ministro que daba un mensaje semanal o solo pastoreaba su grey. Este hombre “de color”, como suelen decir en Norteamérica, fue alguien que luchó pacíficamente por los derechos civiles en una época en que el racismo era parte de la normativa de la sociedad estadounidense. Mucho peor que ahora, créame.
La canción de U2, Pride, responde muy bien este interrogante: “uno más en el nombre del amor”. Cuestiona cuántos más tienen que morir por una causa noble. ¿Acaso Cristo no fue suficiente?
Y Martin Luther King lo deja bien en claro en su último discurso: “Como cualquier persona, me gustaría vivir una vida longeva, pero eso no me preocupa ahora; prefiero hacer la voluntad de Dios”. Este hombre sentía el peso de su muerte sobre los hombres, horas antes de ser asesinado.
La pregunta sigue sin ser resuelta: ¿Por qué lo mataron?
El reverendo fue uno de los propulsores más importantes, en la década de los sesenta, de la igualdad, la justicia social y la lucha contra el racismo, cuando eso implicaba ser apresado, violentado, y los derechos, vulnerados de manera injusta.
Es importante saber que todo tiene un génesis. En 1955, año bisagra, tuvieron lugar una serie de hechos que ocurrieron encadenadamente y marcaron un antes y un después en una lucha histórica que sigue hasta el día de hoy.
Violencia injustificada hacia las personas de color
En ese año asesinaron a un joven de 14 años, Emmet Till, por hacerle un cumplido a una chica blanca. Fue linchado y quemado públicamente por personas racistas. Ese mismo año, mataron al reverendo, activista y empresario George W. Lee. Semanas después, apareció muerto otro defensor de los derechos civiles, Lamar Smith.
Diciembre de 1955
La gota que rebasó el vaso fue el caso Rosa Parks. Esta mujer negra se negó a cederle el asiento a un “blanco”, en una época en que las personas de “color” tenían que sentarse a lo último del bus. Parks, sin titubear, contestó ante ese hecho denigrante: “Estoy cansada, me quedaré aquí”. Eso fue suficiente para que la policía la encarcelara de inmediato.
Es en ese entonces que aparece Martin Luther King, un pastor joven idealista de tan solo 26 años, que realiza una protesta contra las compañías de buses que duró 386 días y que condujo al reverendo a prisión por ser un incitador del reclamo social.
Durante más de un año, “este boicot” se realizó de manera pacífica. Las personas de color organizaron un sistema de viajes compartidos, o bien iban a pie hasta sus lugares de trabajo, sin importar la distancia; se llegó a registrar que muchos obreros caminaban mas de 30 km por día. Esta acción prolongada puso al pastor bautista en el centro de la mira. El FBI ahora lo seguía de cerca.
Durante todo ese período, King y sus colegas sufrieron actos de vandalismo en sus casas e iglesias. El movimiento racista más importante de Estados Unidos, el Ku Klux Klan, persiguió y hostigó de manera violenta a todos aquellos que protestaron de manera pacífica.
Martin también fue inspirado por Ghandi en cuanto a realizar manifestaciones sin recurrir al odio, y logró persuadir a su gente a no responder mal por mal sino seguir el camino de la “no violencia”. En este punto, se diferenció de otros colegas contemporáneos, como el musulmán “Malcolm X”, también asesinado por pelear por los derechos civiles de sus compatriotas.
Martin Luther King y «Malcon X»
Una carta, un legado
Durante más de una década, el activista y ministro King sufrió más de cincuenta atentados contra su persona. En 1962, fue encarcelado por varias semanas en Birmingham, Alabama, epicentro de la segregación racial, pero nada detuvo su determinación, y mientras permanecía aislado, escribió una carta extensa para toda la comunidad cristiana de occidente.
Acá, un fragmento de la epístola: Demasiado a menudo, la Iglesia contemporánea tiene una voz débil e intrascendente, de sonido incierto. Demasiado a menudo, se manifiesta como acérrima defensora del statu quo. En vez de sentirse perturbada por la presencia de la Iglesia, la estructura de poder de una típica comunidad se beneficia del espaldarazo tácito —y a veces explícito— de la Iglesia a la situación imperante.
Pero el juicio de Dios se cierne hoy sobre la Iglesia más que nunca. Si la Iglesia de hoy no recupera el espíritu de sacrificio de la Iglesia primitiva, perderá su autenticidad, hará que se desvanezca la lealtad de millones de personas y terminará siendo considerada un club social irrelevante, carente de sentido en el siglo XX. Todos los días me encuentro con jóvenes cuyo desencanto por la actitud de la Iglesia se ha convertido en auténtica indignación.
Martin Luther King en su discurso
Tengo un sueño
Meses después, en 1963, en el monumento de Abraham Lincoln, expuso su discurso más conocido hasta el día de hoy: “Yo tengo un sueño”, en el que más de 200.000 personas se reunieron para ser inspiradas y encendidas con las palabras punzantes del pastor Martin Luther King.
El impacto de su discurso dejó maravillado al presidente Kennedy, quien le preguntó de dónde sacó esas ideas sobre la libertad, a lo que King respondió, sin titubear: “De sus discursos, señor Presidente”.
Trayecto final
Luego de hacer una breve recorrida sobre los hechos puntuales más trascendentes de la vida del reverendo Martin Luther King, podemos observar que luego de dos décadas de activismo, mucha gente odiaba los discursos que pronunciaba porque los incomodaban y, sobre todo, por el nivel de influencia que estaba alcanzando.
No solamente peleaba por abolir el racismo, sino que se pronunciaba en contra del salario injusto de los trabajadores y se atrevió a hablar en contra de Vietnam, situación que no era bien vista por el ejército y tampoco por el FBI, dirigido por el mismísimo J. Edgar Hoover, personaje siniestro en la historia norteamericana, quien años antes había desatado una serie de amenazas y hostigamiento contra King y su familia.
Las agencias de inteligencia vigilaban a este hombre de templanza de hierro y de determinación inquebrantable. Era una piedra en el zapato de muchos y debía ser quitada lo más rápido posible. Un hombre escuchado por las masas representaba un verdadero peligro para los poderes que adoctrinaban a una nación entera.
Último discurso
En medio de amenazas de bomba en el avión que iba a viajar, recomendaciones de que se resguardase por un tiempo y un temporal en curso, Martin Luther King Jr. decidió de todas maneras viajar de Atlanta a Memphis para cumplir su compromiso con sus hermanos afroamericanos del sector sanitario, que se encontraban de huelga reclamando la mejora de sus salarios.
La noche del 3 de Abril de 1968, Martin Luther King dio su último discurso, épico y extenso, en el templo masón (Church of God in Christ, Inc, sede mundial), pronunciando estas palabras emocionantes:
«Y bueno, yo no sé lo que pasará ahora; se nos vienen días difíciles. Pero de verdad, ahora no me importa, porque he estado en la cima de la montaña. Y no lo tomo en cuenta. Como cualquier persona, me gustaría vivir una larga vida. Pero eso no me preocupa ahora. ¡Yo solo quiero hacer la voluntad de Dios! Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado, y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allá con ustedes. Pero quiero que ustedes sepan esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida!.
Así que esta noche estoy feliz; No hay nada que me perturbe; ¡Yo no le tengo miedo a ningún hombre! ¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor!
Asesinato:
Apenas terminó su oratoria, quedó exhausto y regresó a su hotel, en el que solo se podían alojar afroamericanos. Al día siguiente, se reunió por la mañana con un grupo de ministros y ayudantes para trabajar sobre la marcha en Memphis. Por la tarde, luego de bañarse, se vistió con traje y corbata para asistir a la cena organizada por su colega Samuel Billy Kyles, y al salir al balcón de su habitación, se oyó un disparo. Martin Luther King murió instantáneamente, tal como temía, de manera violenta e implacable. Tal como lo había predecido la noche anterior, aterrado, en su discurso.
La respuesta a la pregunta del inicio
No mataron a un simple afroamericano, o un humilde pastor bautista o un elocuente orador. Asesinaron a un hombre temerario, convicto de sus ideas; alguien incorruptible, marcado por la misma vida de Cristo, que se sabía un servidor, un peregrino que estaba de paso. Y justamente esto lo hacía peligroso, porque no estaba atado a nada de este mundo. Mataron el envase, pensando que su lucha se iba a diluir, pero nunca entendieron aquellos asesinos que una semilla debe morir para dar frutos.
Hoy su legado es mucho más poderoso. La porción de Cristo que manifestó en su época sigue traspasando las generaciones sin importar la religión que se profese. El reverendo Martin Luther King trabajó para que el Reino y su justicia se hicieran visibles en una sociedad violenta e injusta. La antorcha sigue esperando a hombres y mujeres que quieran seguir tomando la posta y no temer al hombre sino vivir para hacer la voluntad de Dios.