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“Nadie se salva solo”: El Eternauta y un Evangelio que no caduca

¿Cómo podemos relacionar El Eternauta con el Evangelio?

El 30 de abril se estrenó la serie argentina El Eternauta, basada en la historieta de ciencia ficción creada por Héctor Germán Oesterheld en el año 1957.

La serie cuenta con un gran elenco de actores, guionistas, productores y técnicos, quienes han logrado una puesta en escena extraordinaria, con gráficos épicos, utilizando tecnología de primer nivel. Llevaron a gran escala esta historia del siglo pasado, incluyendo muchos símbolos y cultura que tienen un alto significado para nosotros como argentinos.

El Eternauta es furor alrededor del mundo, y es una gran sorpresa que en tan poco tiempo rompió todo récord.

La serie está lejos de ser una producción “cristiana”, aún así, miles de cristianos han visto sus episodios y han quedado con ansias de una nueva temporada. Como hijos de Dios, podemos retener lo bueno y encontrar en el arte algo que Dios quiere hablarnos hoy.

Es por eso que en este artículo tomaremos algunas cosas que nos dejó esta serie para poder relacionarla con el Evangelio.

No es mi intención spoilearla, ni tampoco hacer una reseña. Simplemente me llamó la atención que en cada capítulo, la serie va mostrando el obrar humano cuando atraviesa crisis o catástrofes, la reacción de la naturaleza del ser que siempre se inclina hacia la supervivencia.

Nos muestra un tipo de persona que en el caos genera más caos, y otra que en esos casos busca apoyarse en sus vínculos más cercanos como la familia, el valor de la amistad y la comunidad.

También hay frases que por lo menos a mí me llevaron a pensar y reflexionar, solo voy a citar dos:

1 – “Nadie se salva solo”

Simplemente con mirar a nuestro alrededor podemos rápidamente notar el cambio social en el que ya estamos hace tiempo. Estamos viviendo en la “Era postmoderna”, como le llaman los filósofos, historiadores, sociólogos, psicólogos, teólogos, etc.

Una era donde predomina el individualismo, una filosofía que enfatiza la libertad individual, donde el ser humano busca solo sus propios intereses y bienestar, teniendo objetivos que solo lo incluyen a él, y un sistema de valores regulado por lo que siente, y lo importante es el estado momentáneo.

“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Mateo 18:20

Necesitamos momentos de reflexión, generar esos espacios donde podamos pensar la fe, dialogar, caminar a la par con otros, silenciando a las filosofías huecas y sutiles que nos están distrayendo del camino. En definitiva, diluyen la preciosa Gracia, no porque las ideologías sean más fuertes, sino porque nosotros mismos les estamos cediendo lugar principalmente en nuestros pensamientos, decisiones y manera de proceder.

2 – “Lo viejo funciona”

Somos el pueblo nacido de la Cruz. El Evangelio es antiguo, técnicamente hablando, es eterno, existe desde antes de la fundación de los tiempos, ya que el Evangelio es Cristo.

Y si hablamos de hechos históricos y refutables, debemos situarnos en el Jesús histórico. Según los eruditos bíblicos, el 85% de la evidencia de la existencia de Jesús la encontramos en los cuatro escritos de los evangelios, es decir, los escritos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Luego hay un 15% que se extrae de los historiadores más cercanos a la época de Jesús, como Claudio Josefo, Tácito, y los diferentes hallazgos arqueológicos que se fueron descubriendo.

Por lo tanto, nuestra fe está fundamentada en la existencia de Jesucristo, en el Dios que se encarnó en un niño, que vivió en este mundo como hombre siendo Dios, que murió la peor de las muertes de ese entonces y resucitó, dejando como prueba tangible una tumba vacía. Fue visto por sus discípulos y por 500 personas más, quienes se transformaron en testigos oculares de un hecho real que no se pudo ocultar.

En nuestras Biblias, podemos encontrar una separación entre el más reciente (Nuevo Testamento) y otro que ocurrió aproximadamente 400 años antes, el Antiguo Testamento. Algo que el propio nombre menciona como viejo, pero que con la llegada del Mesías se revela que aquello “antiguo” revelaba algo eterno, algo presente, que era el mismo Hijo de Dios.

“Ni vive su palabra en ustedes, porque no creen en aquel a quien él envió. 39 Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor! 40 Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida”.

Juan 5:38-40

Al leer el Antiguo Testamento con la revelación de Jesucristo, los escritos pasan a ser un presente funcional y claro en nuestras vidas, que nos habla de un Dios que quiso reconciliarnos con Él desde el día 0.

¿A qué quiero llegar con todo esto?

El Evangelio funciona. Es antiguo, claro, algunos lo han querido actualizar o modernizar, pero nada se le puede agregar o quitar a la Gracia. El Evangelio es acultural, las sociedades pueden cambiar y mutar, pero Cristo es inmutable.

La sangre derramada del Cordero sigue limpiando con la misma fuerza que la primera gota que tocó el suelo del Gólgota.

La cruz funciona, nos libra de nosotros mismos.

La resurrección es la prueba más notable, el milagro más sublime y funciona, porque es la vida nueva indestructible que ya poseemos aún antes de partir, es el tesoro en vasos de barro.

Lo viejo funciona a los ojos de lo eterno.

Pero acá volvemos al punto anterior: Un Evangelio posmoderno no sería el Evangelio de Jesucristo anunciado por los apóstoles, no está en su esencia el individualismo, porque el Reino de Dios se expresa en la comunidad de fe. La Iglesia es la gran familia de los santos reunidos en Cristo Jesús.

“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”.

Juan 15:13

No podíamos salvarnos a nosotros mismos y entonces Cristo nos redimió.

Nadie se salva solo.

Giselle Cabrera
Giselle Cabrera
Giselle Cabrera es Bachiller en Teología de la UAD, se desempeña como profesora de Institutos bíblicos externos.

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