“Estarás encima solamente, y no estarás debajo”, (Deut. 28:13). En la vida muchas veces enfrentamos tormentas y peligros. A veces son historias casi increíbles de supervivencia y lucha, pero otras son presiones de la vida que amenazan con hacernos colapsar.
La maternidad en su máxima expresión es una experiencia maravillosa, pero, si no fuera tan idealizada y habláramos en términos reales, tiene momentos de desafío y entrega que solo una madre puede entender: horarios extendidos, sin francos ni fines de semana en lo que a cuidados se refiere, la dependencia de los pequeños que nos hacen cocinar a deshoras o mantenernos despiertas ante una fiebre repentina, y las preocupaciones ante la adolescencia que asoma en el hogar con su acento juvenil.
Y si bien lo naturalizamos y lo hacemos con un amor que deslumbra, hay situaciones inherentes a la maternidad que pueden hacernos sentir bajo presión en muchas oportunidades.
¡Sumemos, además, los desafíos económicos, emprendimientos que nos mantienen aprendiendo, carreras que queremos terminar de una vez, familiares que nos ponen a prueba… Uff! Cuántas historias diferentes, pero con grados de presión extra, suficientes para que el cuerpo reaccione ante la alerta.
Barco seguro
Hay un himno tradicional que cantábamos en el coro de la iglesia cuya letra decía así:
Muchas veces nos sentimos como esas lanchitas pesqueras que vemos en el puerto de ciudades como Mar del Plata, en la costa argentina. Parecen pequeñas para salir a hacerle frente al mar, tan inmenso. Cuando las veo en el puerto, amarradas una al lado de la otra, me asemejan a cascaritas de nueces, por su forma. Y siempre me ha intrigado la valentía de esos hombres que encaramados en ellas se van a ganar su sustento pescando desde la madrugada.
Sin embargo, salen y regresan cada día. Muchas han hecho frente a tormentas tremendas, pero han salido victoriosas. Es cierto que muchos han quedado en el mar y pescadores jóvenes han perecido, pero, estadísticamente, son más los que sobreviven.
Por eso hoy quiero compartirte acerca de una promesa que está en la Biblia, casi escondida para muchos pero que podemos reflotar y tomar para reclamar en nuestro día a día.
En el libro de Deuteronomio 28:13 se hace referencia a una promesa que vendría a través de la obediencia a los mandamientos del Señor y dice así: “Te pondrá el Señor por cabeza, y no por cola, y estarás encima solamente y no estarás debajo…”.
Una misionera contaba cómo ante un tiempo de presión en su ministerio empezó a recordar esta palabra y pedirle a Dios que se cumpla en su vida. Y después sostuvo siempre este pedido en sus oraciones.
Porque no estás sola
Podemos estar sobre las circunstancias. Atravesar los desafíos cotidianos yendo al Padre con la confianza natural de un niñito que cree en el amor incondicional de su papá.
Saber que tenemos el respaldo del Señor para vivir de esta manera produce en nosotras un cambio de actitud. Se fortalece la actitud del “puedo”.
Con Cristo yo puedo. Tengo sus promesas a mi favor para contar con ellas y estar encima de esta y de cualquier circunstancia.
Cuando cambiamos la actitud algo se desata en nuestro organismo que levanta las endorfinas. Como si el lugar oscuro se iluminara con miles de guirnaldas y viéramos con claridad el camino a seguir. La actitud es poderosa y en gran medida depende de lo que creemos.
Por eso alguien dijo “Si crees que puedes o crees que no puedes, tienes razón”.
El desafío es tomar la promesa escrita hace años, contextualizarla en mi realidad y reclamarla, por fe, sobre mi vida hoy. La vida nos presenta sus desafíos, pero mi Padre ya estableció y proveyó su promesa para mí.
No estaré a otra altura que no sea, al menos, al mismo nivel de lo que tenga que pasar. Nunca debajo.
Lo escribo y estoy sonriendo.