La nueva normalidad está repleta de anormalidades. Y una de ellas es el fenómeno de las iglesias vacías. En los templos los pastores interactúan con el lente de una cámara, en lugar de su congregación. La adoración resuena en el eco de un salón vacío, los adoradores dirigen la alabanza esperando que su música llegue a cada persona a través de las plataformas digitales.
Christian Canteros reflexiona y dice que “Nadie iba a imaginar pasar por esto, pero tenemos esa capacidad de reinventarnos siempre”. Él es el director del ministerio de alabanza y la escuela de capacitación artística de la iglesia Catedral de la Fe, ubicada en el barrio de Parque Chacabuco, en la ciudad de Buenos Aires. Allí brinda capacitaciones a quienes sirven a Dios a través de la música, ofreciéndoles herramientas técnicas y espirituales para la dirección de la adoración.
En diálogo con La Corriente nos habla sobre la experiencia de ministrar en plena soledad, en la plataforma de una iglesia sin gente.
L: ¿Cómo afrontaron el proceso de adaptarse y congregarse desde casa?
CC: Bueno, la verdad es que esta pandemia nos tomó a todos de imprevisto. Pero como Iglesia nos fuimos acomodando a los tiempos y circunstancias. En definitiva, siempre fue así a lo largo de la historia. En medio de persecuciones, epidemias, pandemias, guerras, la Iglesia siempre estuvo presente para la sociedad. Lo más difícil fue acomodarnos para grabar desde casa. Yo armé un miniestudio y mi casa se convirtió en una especie de set de grabación. Tuve que aprender a grabarme a mí
mismo y pararme frente a la cámara, de apoco fuimos aprendiendo durante estos meses. Yo en broma digo que “mi trabajo es la plataforma”, porque soy director de alabanza. Y pareciera que me quedé sin trabajo —dice entre risas—. La realidad es que ese es mi oficio, pero mi identidad es hacer Iglesia. Tengo un compromiso mayor que, simplemente, dirigir la alabanza.
L: Con respecto a la alabanza, todo ministro anhela poder transmitir a sus oyentes lo que el Espíritu Santo deposita en su corazón ¿Qué sientes que cambió a partir de esta nueva modalidad?
CC: Todo. Por empezar, que ahora hacemos Iglesia desde nuestra casa. Por eso tomé la iniciativa de practicar en este tiempo con mi familia, cantando y adorando con ellos para que sea lo más natural posible. Y lo que le transmití a la gente que pastoreo es eso, que sean lo más naturales posible. Porque si lo que hacemos en casa funciona, va a funcionar cuando se lo transmitamos a las otras familias.
Hay que tener en cuenta que, según se dice, el 70% de las personas se conectan a través de un celular. Eso significa que el que esté conectado puede estar yendo al trabajo, en su habitación, cocinando o almorzando, entre otras cosas. Y con eso tenemos que conectar, siendo naturales y sin forzar una situación artificial, como si no supiéramos que del otro lado también hay alguien en su casa.
L: Entonces, la clave para traspasar la pantalla y lograr conectarnos ¿es mostrarnos tal
cual somos?
CC: Creo que sí. Y si esto es algo que hiciéramos siempre, no sería que nos preparamos para hacer culto, sería nuestra forma de vivir. Y terminaríamos haciendo culto al Señor todos los días en todo. Para los hijos de Dios debería ser algo totalmente natural, nada forzado, y creo que eso es lo que funciona. Y si funciona en nuestra casa, debería funcionar en cualquier lado.
L: De un momento a otro tuviste que dejar de dirigir en la iglesia y todo se digitalizó
¿qué produjo ese cambio en ti?
CC: Hizo que pase por muchas emociones. Y me llevó a replantearme mi fe, analizando si tenía una fe sólida y genuina, o si era más bien prestada y cimentada en emociones. Porque si bien este tiempo hace que la fe entre en crisis, también puede servir para afirmarla, más allá de lo que uno ve, el lugar donde se congrega o la posición que se haya alcanzado.
Lo más duro de esta situación es que nos hace sentir vulnerables. Pero descubrí a un Dios que trata con sus hijos en los desiertos, que provee, sostiene y sana. Sentí que yo también tenía que ser vulnerable, si no era ahora, cuándo. Y eso fue lo más difícil para mí. Tuve que quebrantar mi orgullo, mi autosuficiencia y decir que yo también necesito una palabra, una oración o una consejería. Todo eso lo recibimos principalmente en la iglesia.
L: ¿Cómo ves posicionada a la música cristiana en Argentina?
CC: Veo que surgieron muchos adoradores y, si bien es bueno, también me doy cuenta de que se está tomando la impronta de otros ministerios ¡Y gloria a Dios por eso! Pero, durante muchos años, en el país hemos tratado de tener nuestra propia identidad. Y eso también es muy valioso.
El tema es que la tecnología nos acercó a muchos otros músicos y su influencia. Sumado a que ahora todos pueden grabar una canción y hacer su propia edición a través de un estudio casero. Y como las grandes producciones hoy no se hacen, la calidad musical ha bajado considerablemente. Son muy pocos los que pueden hacer una producción más profesional con videoclips y grabaciones en serio. Son parte de las reglas del juego.
L: Entonces, lo que muchas veces nos condiciona a producir con excelencia está
relacionado con los recursos…
CC: Sin duda que sí. Hoy la música, por lo menos para el 90% de los artistas, no es rentable. En los viajes y los recitales uno podía amortizar el gasto, pero hoy se hace más complicado. Ahora son muy pocos los que pueden vivir de las regalías de YouTube y los videos que suben. Pero bueno, también creo yo que el músico tiene que reinventarse y buscar otras alternativas. Y saber que la música es un vehículo, nada más, por donde llevamos a la gente a conectarse con Dios.
L: Hace poco que lanzaste tu nuevo disco Tu Hogar. ¿Qué buscas transmitir?
CC: Tu Hogar era un disco que venía soñando desde el año pasado, quise hacerlo con un sonido más acústico y no tan congregacional. La verdad es que, cuando yo comencé a grabar, decía “Señor, ¿para qué voy a hacer otro disco? Es mucho gasto, mucho esfuerzo, energía”. Pero cuando lanzamos, que fue justo cuando se declaró la cuarentena obligatoria, entendí que fue de Dios. Porque el mensaje que quería transmitir es: la familia y lo natural, lo que somos. Que es lo que estaba diciendo antes.
Christian cuenta que su nuevo disco fue inspirado en 2 Samuel:6, en el relato en que David manda a buscar el arca de la presencia de Dios. Y conecta esta rhema a este tiempo de aislamiento en el que todos fuimos obligados a levantar un altar de adoración en nuestra casa.
CC: Nuestra casa muchas veces se convierte en el lugar en el que Dios trabaja con nuestro carácter y temperamento. Es donde nadie nos ve, donde realmente somos lo que somos. Y ahí está el gran desafío, en que ese lugar se convierta en un lugar donde Dios quiera habitar. Donde no existan griteríos, peleas, insultos, apatía, indiferencia. Sino que, por el contrario, sea un espacio en el que Él se sienta cómodo, y que nuestra actividad cotidiana también sea una forma de adoración al Señor.