Una advertencia: si nunca has tenido contacto con la pornografía, en la Internet, las revistas o la televisión, o si no te has masturbado, no sigas leyendo esto, porque no te será de edificación. Es más, puede ser nocivo para tu vida espiritual.
“Esta será la última vez”, pensaba Carlos. Luego me dedicaré a servir a Dios como Él quiere. Todo estaba pensado y planeado de manera minuciosa, ya que sus padres estaban dormidos y el plan marchaba a la perfección. Carlos había logrado el primer objetivo: estar frente a la tentación absolutamente solo.
Casi como un disparador de emociones incontrolables, las primeras imágenes generaron en Carlos una transformación radical. Aquello que hacía dos horas él mismo condenaba y tildaba de perverso, ahora lo mantenía esclavo y lograba cautivar su corazón. Ahora nada podría detenerlo, excepto el temor a ser descubierto.
El monstruo interior se había despertado otra vez y lo único que podría saciarlo serían las sensaciones e imágenes, cada vez más subidas de tono. Si antes se conformaba con el desnudo, ahora quería ver más “acción”, incluso el mismo acto sexual.
Pero solo unos minutos después, el monstruo se retiraría para dar paso al “verdadero Carlos”. A su corazón llegarían la culpa, la tristeza, la frustración; en fin, las primeras señales de un arrepentimiento genuino.
Una y otra vez, el remordimiento le preguntaría ¿por qué ?, hasta arrepentirse por enésima vez. ¡Esto nunca más volverá a ocurrir!
Esta historia se parece en algo a la tuya o a la mía, Carlos podría llamarse “Ale”, o llevar tu mismo nombre.
Dios cambia las cosas
Cuando llegamos a este lugar, nos parece que el diablo ha tejido una telaraña de la cual nos será imposible salir. En esta plaga solo necesitas dar dos o tres pasos de valentía de los que no te arrepentirás durante toda tu vida.
Un adolescente me pidió consejería. Todavía recuerdo que aquella tarde lo vi entrar a mi oficina con cara de asustado, pero totalmente resuelto a pedir ayuda y a enfrentarse al problema que lo estaba atormentando. Entre lágrimas y silencios, me confesó que su mayor problema era la masturbación.
“Sentía que aquel monstruo no lo quería soltar. Él personalmente no lo podía dejar; estaba arrepentido y sin fuerzas para luchar”.
Ale Gómez, pastor de la iglesia De la Cruz
La historia de aquel jovencito se centraba en un canal de televisión que mostraba imágenes pornográficas y era el motivo principal de su adicción.
Así fue que me vino como del cielo la imagen de una tijera (solo lo digo en sentido figurado) y le dije: “Yo tengo la solución. Toma una tijera”. “¿Para qué, pastor?”, me respondió él con mucho miedo… ¡ja! “Vamos a cortar el cable de la televisión de tu habitación y se te va a hacer más fácil para romper con la raíz”. Así que el joven, tijera en mano, hizo su pequeño trabajo de ingeniería electrónica.
A los siete días, volvió a mi oficina muy feliz porque había empezado a dejar de masturbarse. Al mes y al año, ya daba testimonio de cómo “la tijera de Dios” le había salvado la vida.
¡Qué historia rara!, ¿no? La tijera simboliza el acabar desde la raíz con aquellas cosas que te provocan algún tipo de excitación sexual peligrosa. Es el arma de Dios para que no te metas en un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches; en una guerra espiritual con los miles de demonios del sexo (que, dicho sea de paso, sí son reales).
Es más sencillo apagar el canal inmoral prohibido, no entrar en el portal de la Internet que te atrae. ¿Comprendes? “Tus ojos son la lámpara de tu cuerpo. Si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz; pero si está nublada, todo tu ser estará en la oscuridad” (Lucas 11:34). Es muy sencillo, necesitas usar la “tijera de Dios”.
Libertad condicional
Una de las claves para poder mantener esta libertad en el Señor es que necesitas con urgencia a un líder espiritual a tu lado para que te pastoree en este tema. Yo no entendía nada de esto, hasta que aprendí el significado de la vara y el cayado en el Salmo 23. Dios nos dice que Él es nuestro pastor, y su principal función es velar.
Eso es también lo que deben hacer nuestros líderes o pastores, ya que ellos son los que nos guían “terrenalmente” a pastos delicados, o sea, a lugares donde nuestra vida seguirá adelante sin problemas, porque estamos acompañados por ellos.
Esto me enseñó que todos necesitamos un guía o un líder espiritual para caminar hacia Dios. Siendo así, cuanto más importante y necesario será compartir entonces este aspecto, tan plagado de mentiras y de realidades ocultas, que necesita salir a la superficie de nuestra vida para que Dios la sane de manera definitiva.
La experiencia me ha mostrado que este proceso lleva años. No meses.
Recuerda: Necesitas administrar tu libertad con el poder de Dios y con la ayuda de un hermano mayor que haya salido y pueda seguir tu proceso de libertad y transformación espiritual.
¡Solo no podrás…! Yo ya lo intenté… Con amor, Ale.